Por: Gilberto Boutin
Es un tanto paradójico que un país como Panamá, marcado y determinado desde su nacimiento por el derecho internacional, es decir, por la intervención de dos potencias del siglo XIX, Francia y EUA, en el movimiento de separación incruenta o en la denominada conjura financiera (vid. Mario José Molina Castillo, Conspiración y república en Panamá, la conjura de 3 y 5 de noviembre de 1903, Editorial Novo Art, S. A., 2022), en contra de Colombia y a la vez un país nuevamente determinado por la geopolítica mundial, definida esta última como: la ciencia que estudia la descripción de la geografía en su marco político (vid. Stéphane Rosière, “Géographie politique, géopolitique et géostratégie: distinctions opératoires, en L’information géographique”, volume 65, n.º 1, 2001), o también, es definida la geopolítica como la posición de un país a la luz de su dinámica geográfica o la evaluación del país basado en su lugar geográfico. Es inexplicable la pérdida de Panamá de toda política exterior, desde Rodolfo Chiari, nacionalista profundo, a Omar Torrijos, líder del movimiento de los no alineados; época de gran crecimiento internacional del Panamá de “toujours”, que dieron frutos a todos los logros y prestigio moral mundial de esta República centroamericana; después del ascenso de los Gobiernos civiles no ha habido una construcción de un escenario diplomático que permita respirar al país.“Es inexplicable la pérdida de Panamá de toda política exterior, desde Rodolfo Chiari, nacionalista profundo, a Omar Torrijos, líder del movimiento de los no alineados […]”
Dentro de tantas críticas por tantos desaciertos de nuestra casta política, quiero pensar que ha sido el fenómeno económico de la globalización que desbordó a la nación (convirtiendo los activos del país en piñata internacional); la globalización fuente de todos los males coetáneos. Este fenómeno, mal asimilado por Panamá, nos aisló del epicentro clásico, dejándonos desprovistos de aliados históricos y naturales.
Panamá debe entender que las relaciones internacionales de la posguerra se fraguan y juegan en bloque y no en solitario; de ahí, el bloque de la UE, el bloque asiático, el bloque de la cultura anglosajona (Inglaterra, EUA, Canadá, Australia); siendo Panamá una antigua colonia española, indefectiblemente estamos ligados al polo cultural occidental. La República tropezó con una regla política no escrita: el “principio de proximidad”.
Nuestro país no ha podido, en cien años, jerarquizar o graduar sus relaciones internacionales, sumado al crimen de la incapacidad de saber negociar. Todo esto lo vemos en la exclusión “sistemática”, desde Endara hasta Varela, de las inversiones americanas en el Istmo de Panamá, así como la recusación de toda participación empresarial norteamericana en la ampliación del canal, obligación moral internacional, basada en un “gentlemen’s agreement PANAMA-USA” (vid. Conferencia magistral del negociador y jurista Adolfo Ahumada Corcho, en el “hall” de la centenaria Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Panamá – octubre 2015). Son las causas de más de dos décadas sin embajador de EUA en el Istmo, lo cual es un indicio del malestar bilateral y la escalada montada contra nuestra economía de servicios (“Panama Papers” y “Pandora Papers”), es un dato demostrativo de que nos encontramos en una guerra a baja intensidad, situación política que negligentemente ignoramos.
Otro tropiezo que nos complica es el “glaucoma” chino, en nuestro mundo canalero y político. La entrega abrupta de los puertos del Pacífico y Atlántico del Canal de Panamá y todas las comunicaciones telefónicas del país a su competidor comercial, el gigante asiático (China), son factores que nos descolocan en una relación tensa y cuasi fáctica con Washington, lo cual es altamente peligroso para un país desarmado, indefenso y arrodillado en el descrédito internacional.
La toma fáctica de uno de los aeropuertos internacionales en la ciudad de Panamá por la fuerza de seguridad norteamericana la semana pasada (vid. José Dídimo Escobar Samaniego, “Aviones militares norteamericanos se toman por asalto el aeropuerto de Tocumen”, El periódico, publicación del 6 de abril de 2022), es un grave presagio; la revancha americana en fútbol de 5 a 0 es recordatorio de nuestra mofa hace 5 años atrás.
En estos días, en donde las soberanías nacionales languidecen, nada impide que súbitamente EUA designe, por razón de seguridad nacional, un general en reemplazo de nuestro administrador del Canal; el nuevo orden está en marcha, marcado por la incertidumbre y en el cual el Panamá del siglo XXI está desamparado y sin aliados; el fenómeno de la globalización ha creado un “mundo sin soberanías”, en donde las leyes del mercado priman sobre los intereses nacionales. Es obvio que lo más importante para las grandes potencias (EUA, Francia, China, Rusia) sea el Istmo como lugar geoestratégico y no el Estado panameño como expresión política y esto lo explica la historia de todos los tiempos del Istmo de Panamá, así, p. ej.: las aspiraciones de Carlos V de España, siglo XVI; del presidente Monroe, del Libertador Simón Bolívar, siglo XIX; del republicano y león de invierno Theodore Roosevelt, autor de la expresión “I took Panama”, que significa “tomé la geopolítica del Istmo”, un dato trascendental es que, en 1972, Henry Kissinger declarara que la seguridad de EUA se extiende desde Alaska hasta el Darién y finalmente Philippe Jean Bunau-Varilla, fuente material e intelectual de la “gestion d’Affaire” de 1903 que generó la ruptura con el pasado colombiano.
Finalmente, en el caso de China, el reciente traspié diplomático de no adherirse al protocolo de Neutralidad del Canal de Panamá (Rusia sí lo suscribió), que ellos comercialmente gerencian en la actualidad y que todo lo anterior nos conduce a pensar en un Panamá dramáticamente aislado y vulnerable en el plano internacional.
(*) Catedrático de Derecho Internacional Privado, UP; presidente del Movimiento de Abogados Gremialistas (MAG).
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