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¿Contra quién es el paro de los educadores?

Por: José Dídimo Escobar Samaniego

La guaricha (lámpara), del conocimiento crítico, es lo único que, alumbrando el camino de nuestras vidas, nos puede llevar al añorado puerto de la libertad.

Está más que constatado que nuestra juventud, frente a los hechos fundamentales que prevalecen se mantiene despistada, porque la educación nacional no le brinda, a pesar de la gran asignación presupuestaria, los instrumentos mínimos para poder actuar con conocimiento de su potencial para poder labrarse un destino distinto que no sea la mediocridad y el mundo nini.

Los docentes panameños, que en otrora se constituyeron en una parte pujante, junto al movimiento popular y social para generar los cambios sociales, tal como lo fue Justo Arosemena, Guillermo Andreve, Sara Sotillo, Jephta B. Dunca, Octavio Méndez Pereira, Vicente Bayard y muchos otros, desde 1,979 cuando movidos por la cobarde oposición política que los usó como mampara de sus apetencias y aspiraciones para volver a reconquistar el poder político, destruyeron mientras tanto, un proyecto educativo que, buscaba forjar una juventud con amplia capacidad técnica científica y humanista para enfrentar el desafío de una sociedad con igualdad de oportunidades para todos, llamada reforma educativa, que defenestrada, sin embargo, no fue sustituida por una propuesta mejor, sino que, desde entonces, andamos como arrieras sin pestañas, sin saber a dónde dirigirnos y dando vueltas como caballos trapicheros en el mismo redondel de la frustración y la tragedia.

Desde aquella época, las escuelas particulares que nunca participaron de paro o huelga alguno o que si lo hicieron, les fue descontado a los educadores sus salarios o fueron expulsados de dichas instituciones y brindaron siempre el servicio, convirtieron a los colegios y escuelas oficiales en lugares que muchas familias de clase media y hasta pobres, evitaban enviar a sus hijos e hicieron esfuerzos sobrehumanos para enviarlos a escuelas particulares buscando una mejor educación, porque las deficiencia en el proceso de enseñanza aprendizaje eran evidentes y allí están las pruebas PISA que, nos sitúan como uno de los países más con mayores deficiencias en el Continente y cuando dichos jóvenes entraban a realizar pruebas de admisión en nuestras universidades oficiales los resultados hablaban por sí mismos.

Venimos recientemente de, un apagón de la transferencias de conocimientos por más de dos años, por causa de COVID-19, en donde a pesar de que los estudiantes ni los profesores estuvieron en actividad presencial y sólo un bajo porcentaje de estudiantes se incorporaron efectivamente a las clases vía internet, por diversas razones, los educadores nunca dejaron de recibir la paga completa y el ministerio de educación se gastó el presupuesto completo de esos años, como si el sistema y los servicios educativos estuvieran brindándose de manera normal, cuando nunca fue así.

Ahora, la sociedad panameña es sorprendida, cuando algunos gremios docentes del país decretaron ayer un paro de labores  por 72 horas prorrogables, para exigir respuestas al Gobierno Nacional frente a temas como el congelamiento del costo del combustible, el alto costo de la canasta básica familiar, el elevado costo de las medicinas, entre otras reclamaciones como la mejora en las condiciones de algunos centros educativos y pagos de quincenas atrasadas, demandas que compartimos plenamente pero diferimos en el modo de poder exigirle al gobierno nacional.

Si los educadores verdaderamente están comprometidos con esas reivindicaciones, lo que deberían hacer es duplicar su esfuerzo para transferir conocimientos, principios y también valores a la juventud que atienden en el proceso de enseñanza aprendizaje, porque no pueden argumentar que quieren días mejores para el país, condenando a la juventud panameña al ostracismo y a la ignorancia donde serán presas fáciles de la clase política perversa que se regodea en la corrupción, sin que haya una fuerza contestataria que pueda prepararse para el desafío de, por el esfuerzo y la educación superar la tragedia de la desesperanza a la que hoy estamos sometidos.

Con el paro que hoy inicia, no le hacen daño al gobierno, tampoco se lo hacen a los sectores económicos que nos tienen sometidos y que son el verdadero poder fáctico, se lo hacen eso sí, a quienes son las víctimas inermes y que están llamadas a ser los autores de un auténtico cambio de su actual infeliz destino, nuestra juventud estudiosa.

En Colombia, nuestro vecino, fue y es la juventud de ese país la que acaba de producir la apertura de una puerta inimaginable en los más fantasiosos analistas hace algún tiempo, misma que podrá permitir que esa misma juventud logre junto al resto de la sociedad colombiana, los cambios que, son los mismos que debemos enfrentar los panameños para acabar con la desigualdad social que nos avergüenza a las personas decentes.

Si no llegamos a entender estos aspectos fundamentales, seguiremos dando tumbos como sociedad, y al frente de los gobiernos, estarán los sempiternos maleantes y corruptos, porque la ignorancia de nuestra juventud y el pueblo lo va a prohijar y a sustentar en elecciones con apariencia de democracia en donde se compra por medio del bochornoso y atroz clientelismo, la voluntad de las personas, porque sin una educación crítica continua, no seremos capaces de saber el valor de la dignidad humana.

Los educadores deben permitir que los estudiantes vuelvan a organizarse en su organización histórica de la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP),  y recreen mecanismos democráticos y sean sometidos a debates que exijan estudios profundos en donde pueda surgir el liderazgo futuro del país, de muchachos que conozcan la historia de lucha del pueblo panameño y sean fieles a ese legado de honor y no ha ocurrido y ocurre que hay funcionario del más alto nivel que desconocen nuestra historia y nos dejan en vergüenza.

Si verdaderamente aspiramos a liberar al país de la ignorancia y del vil sometimiento de la mayoría de los panameños que viven en la pobreza, debemos garantizar que se pueden parar muchas cosas, menos el proceso enseñanza aprendizaje que transfiera y equipe a nuestra juventud con los conocimientos técnicos, científicos y de principios morales y éticos sólidos para que, esa fuerza pueda llevar a cabo la misión de transformar la condición moribunda e indigna en la que estamos, a una casa donde todos los panameños tengamos un lugar decoroso como personas, se les respete su dignidad y este país reconquiste la decencia y no siga reinando la corrupción y la insensibilidad entre los que somos hermanos.

Oro y le pido a mi Señor Jesucristo que nos abra la mente a todos y dejemos de procurarnos nosotros mismos una autofagia y que venga sobre nosotros la luz de la inteligencia, entendimiento, del conocimiento y la sabiduría para nuestro tránsito terrenal sea propicio a las obras de justicia que de todos nosotros se espera, y que son las que nos producirán la paz que anhelamos.

¡Así de sencilla es la cosa!

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