El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Surge la corrupción, cuando se le abre el corazón a la avaricia. Cuando la ambición de apodera de nuestra razón y luego nuestras actuaciones intentan justificar todo lo que conviene al egoísmo y nos volvemos insensible al dolor ajeno de nuestros semejantes.
A una persona corrupta, no le interesa el bienestar de los demás, sino solo la satisfacción de sus apetencias.
Cuando se asocian los corruptos y deciden apropiarse de un país, con mucha seguridad lo pueden lograr porque la mayoría de las personas están desprevenidas frente al cálculo avieso de quienes los reúne la ambición.
En Dónde está la corrupción? La corrupción está presente en el ser humano, en su naturaleza desde principios de nuestra existencia, porque la corrupción se encarna en el corazón del hombre. Así como la nobleza también está en el corazón, la corrupción se abre paso cuando transigimos con lo malo y lo hacemos pasar como algo bueno. Inoculados con ese virus, solo hay una vacuna. Nacer de nuevo, que es renovar nuestro mundo espiritual, toda vez que lo espiritual gobierna al mundo material y quien tenga principios sólidos, que es como nuestro sistema inmunológico optimizado, solo así, podrá hacerle frente al virus de la corrupción que es como la plaga del comején. Es decir, que, usted no ve el daño y su profundidad, sino cuando en algún momento usted se da cuenta que solo tienen la superficie exterior, porque todo lo interior se ha desaparecido.
Cómo es la corrupción en Panamá? La corrupción está tan diversificada, como tareas y actividades desarrolla el panameño. Se trata de actos que van desde ingeniosos hasta burdos. La corrupción ha acabado con la confianza. La confianza se surte de transparencia e integridad y esos factores son ausentes en medio de la corrupción.
La corrupción ha llevado al país a un estado de colapso moral y material de la sociedad. Enfrentar el problema a través de una nueva visión, entendiendo aquella frase de Albert Einstein que decía: “No puedes obtener resultados distintos, si sigues haciendo lo mismo”. De modo que se requiere un nueva mirada y enfoques novedosos de soluciones, entre las cuales está la transformación de la mente y el corazón de los jóvenes a fin de que volvamos a tener estima por la integridad y nos podamos enfrentar a la depravación y degeneración moral que hoy enfrentamos y que tienen a toda nuestra sociedad entre la vida y la muerte.
¡Así de de sencilla es la cosa!
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