Por: Rafael Murgas Torrazza.
Todos, para no decir que en unanimidad, apostaban porque el recién gobierno del Dr. Arias tendría una agria relación con los militares a finales de la década de los 60. Y ocurrió tan pronto que hasta los autores del golpe de 1968 tuvieron que haberse sorprendido por lo que les venía encima tras la toma del gobierno. Y como la sangre le llegó a la herida sin necesidad de ser llamada, las cosas estuvieron entre entregarle el gobierno a la clase política dominante tradicional, convocar a elecciones tan pronto como fuera posible o ejercer el mando transitoriamente.En esos truculentos días las discusiones fueron prolongadas y alarmadas por las tormentas que se habían desatado. Cualquiera opción tuvo que consumir tiempo hasta que apareció la ocurrente sentencia de Sancho que al salir de la ínsula que gobernó brevemente le dijo acongojado al Hidalgo Quijote “parece que es bueno gobernar”. Eso bastó para darle base política a los militares y empezó a diseñarse la Asamblea de Representantes de Corregimientos con nulas funciones legislativas pero con la tarea de designar a los dignatarios del Órgano Ejecutivo y la misión de fortalecer la retaguardia original con la formación de las Juntas Locales, las Comunales y el Concejo Municipal, teniendo este último competencia para escoger al alcalde y a las autoridades del engranaje político-administrativo.
En Tolé Chiriquí, en donde la población era mayoritariamente originaria resultaba impensable para la minoría blanca, que se nombrara un ngöbe buglé como alcalde. Además, esa posibilidad rompía la rancia tradición que disfrutaban los factores de poder del pueblo de nombrar a la primera autoridad del distrito. Me he convencido que la primera conspiración abierta en contra de las nuevas reglas del juego establecidas en la Constitución de 1972 y que provocó muchos viajes hacia la Avenida A, tuvo como actores a los “sulía”, blancos o latinos de Tolé y los ngöbe buglé, que reclamaban ser proclamados como los nuevos “hijos de la revolución”.
Rafael Murgas Torraza y Mario Montezuma primer alcalde originario de Panamá. Alto Caballero. 2018.
En ese tira y jala se les ofreció a los originarios, con holgada mayoría en el Concejo Municipal, que aceptaran como alcalde al recién estrenado representante de Lajas de Tolé, Bertilio Mejía. Los indios se negaron clamando que, desde Panamá, llegaban novísimas palabras sobre justicia y democracia, lo cual debía ser aprovechado, porque sepa Dios cuándo volverían a escuchar semejantes discursos oficiales de gente que mandaba en el gobierno.
Mario Montezuma líder de la Comarca Ngobe Bugle dialogando con su pueblo en Alto Caballero.
Torrijos, entonces, decidió terminar la contienda nombrando a principios de los años setenta a Freddy Blanco más que todo en calidad de amigable componedor. Cuando circuló la noticia que el nuevo alcalde tenía vínculos con la izquierda, ardió Troya porque acusaron a la nueva autoridad de comunista, y así fue que la medicina resultó peor que la enfermedad. En respuesta por la defenestración de “Fredy”, los nueve representantes de corregimientos originarios plantaron su reto nombrando como alcalde a Mario Montezuma oriundo de Alto Caballero, con la historia laboral de haber sido empleado doméstico en una casa de familia, luego estudiante del Félix Olivares y en 1959 primer maestro graduado en la comarca.
Rosa Ivethe Montezuma, Señorita Panamá para Miss universo, hija de Mario Montezuma.
Los grupos tradicionales, dominados por los ñopos, se lamentaron a gritos que un originario ngöbe ocupara un puesto que la historia le tenía reservado a los toleaños y no le concedieron un minuto de descanso a cuantos pudieron incomodar en su obstinación de ponerle fin a esa “presencia indígena”. Torrijos tuvo que ponerse sordo diciendo: “Denle chance a Montezuma que no ha empezado y ya se quejan”. Montezuma duró como alcalde de Tolé tres años y renunció para ejercer de maestro en la Comarca. Los latinos se regocijaron, pero la fiesta se les puso ácida porque los ngöbe buglé en el gobierno local nombraron a Tomás Montero, otro originario, para que concluyera el período de gestión de Montezuma. Y así se tuvo, en la historia nacional, el primer alcalde originario, ancestral del país.
Mario Montezuma primer originario en graduarse de Maestro de enseñanza primaria en el Félix Olivares de David.
El rechazo al indígena en puesto de gobierno se ha empellejado en muchas personas. No se les considera capaces para dirigir. Aquel rechazo que desató un gobierno distrital hundido en las tierras chiricanas no parece ser distinto ni ajeno a la tirria que ha surgido con el desalojo de otro originario en Bolivia. Todo indica que poco importa saber si aquel o éste hicieron bien las cosas. Simplemente no tenían derecho a ser gobernantes de latinos, de blancos, de sulias.
El autor es abogado.
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