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Tradición y hermandad chino-panameña

Por Gonzalo Delgado Quintero

En este recién entrado año chino, he tomado un necesario espacio de tiempo para escribir apenas algunos aspectos del aporte chino en Panamá. Y son tantos, que me resultó imposible no extenderme, lógicamente, obviando algunas contribuciones más recientes para poder irme un poco, al contexto histórico de la presencia de la comunidad china en nuestro país.

Sin ir demasiado atrás, pero señalando estudios recientes, que sustentan de manera histocompatible, que antes de la llegada del europeo,  Abya Yala (América) había sido colonizada por los asiáticos hacía más de 20 mil años antes; no obstante, en el tema que ofrecemos a continuación y que enuncia el título, la presencia china en Panamá data de  169 años.

Los primeros inmigrantes chinos llegaron a Panamá a mediados del siglo XIX para trabajar en la construcción del ferrocarril de Panamá, que vino a reemplazar al Camino Real y de Cruces que desde 1519 y durante tres siglos, se había mantenido, hasta que en 1834 el congreso de Nueva Granada  le concediera al gobierno la posibilidad construir una nueva ruta que atravesara el istmo, para lo que se pensó en una vía férrea.

Unos 12 años después, siendo presidente de Nueva Granada, Tomás Cipriano de Mosquera, éste le otorga en 1846 el privilegio de desarrollar la obra al norteamericano William H. Aspinwall, para la construcción del ferrocarril, lo que provoca que el 28 de diciembre de 1848, el embajador granadino en Washington, Pedro Alcántara Herrán firmara con la Compañía del Ferrocarril de Panamá, cuyos dueños precisamente eran William Aspinwall, John Lloyd y Henry Chauncey, el contrato para dicha obra férrea.

Es así que, el 15 de abril de 1850 se formalizó la firma del convenio Stephens – Paredes con el que se da luz verde a los trabajos de esta magna obra ferroviaria. Los trabajos en sitio iniciaron el 2 de mayo de 1850 en medio de los pantanos manglateros circundantes de la isla Manzanillo (en su momento Aspinwall para los estadounidenses, Colón siempre para nosotros), que posibilitó que el 28 de enero de 1855, se llevara a cabo el primer viaje de la locomotora “Gorgona” desde Chagres hasta la ciudad de Panamá, quedando así, inaugurada la vía ferroviaria transístmica, en donde habían trabajado de entre 1852 a 1856 unos 20 mil chinos, después de la primera oleada de 700 que llegaron a costas panameñas en el velero Sea Witch o Bruja de Mar, la mayoría procedentes de Hong Kong y Macao.

Con la construcción del Canal de Panamá, pisan suelo panameño, otros 5,000 trabajadores más desde China por el año de 1880. Con el fracaso francés, los chinos asentados en el territorio, se dedican a diversas actividades como la agricultura, servicios y el comercio en general.

Ya para 1905 la población china constituía el 3% de la población de Panamá, Colón y la Zona del Canal. Eran poco menos de 23 mil chinos, distribuidos en barrios surgidos al ritmo de los trabajos en estas dos importantes obras. El Chorrillo, El Marañón, Calidonia, San Miguel, Pueblo Nuevo, Río Abajo, Curundú, Malambo y Colón, en todos estos sitios había presencia China desde entonces.

Como otros grupos de inmigrantes, los chinos también debieron enfrentar enfermedades como la Fiebre Amarilla y la Malaria, además de todos los peligros y dificultadas que depara un entorno tropical agreste como el nuestro.

Actualmente, se calcula que la composición china de la población panameña asciende entre el 7 y 10 por ciento, lo que significa un acercamiento a las 400 mil personas de este origen. Algunos expertos dicen que más de un tercio de la población panameña tiene más de chino que de otro componente racial, producto de la gran mezcla que desde todo este tiempo se ha producido.

En 1873 se funda en Panamá la primera sociedad extranjera (china). Nuestro país ha mantenido relaciones diplomáticas más de un siglo sobre todo con Taiwan (1911-1917). El 13 de junio de 2017 se firma el convenio bilateral entre la República de Panamá y la República Popular China, estableciéndose relaciones provechosas con el gigante asiático.

Los chinos han contribuido al desarrollo económico del país desde entonces. En la actualidad la comunidad china tiene renombrados profesionales en el campo de la medicina, la abogacía, arquitectura, ingeniería y en altos puestos del Estado.

Cabe decir que uno de los chinos más influyentes en Panamá lo representa la figura de Fermín Chan, comerciante principalmente de telas, con su empresa fundada a mediados del siglo XX, en la que ha dado empleo a miles de panameños, ha incorporado a muchos jóvenes estudiantes a sus prácticas profesionales. Una empresa que ha jubilado a más de 2,000 personas desde entonces.

Además, de Chan y otros notables chinos en Panamá, no podemos pasar por alto y sin adentrarnos a las molestas comparaciones, pero es innegable el aporte de Julio Yao, para mí no solo de descendencia china, sino uno de los panameños en general con mayor trascendencia en nuestra vida nacional. El profesor, diplomático, escritor y quizás el experto de mayor trascendencia actualmente vivo en materia de Derecho Internacional, demostrado en el escenario de grandes y trascendentes momentos.

El vestido Chino, Quipao.

Julio Yao, un amigo, combativo de la causa revolucionaria, parte del equipo de los Tratados Torrijos-Carter, Asesor del General Omar Torrijos, vicepresidente del Movimiento Unidad Latinoamericana y Representante de la República de Panamá ante la Corte Internacional de La Haya, entre otros aspectos de las muchas facetas del pensador puro, de la línea consecuente, de la lírica, poeta, decimero y buena pluma. Para él y el resto de la comunidad china, mis grandes respetos. Para mis amigos Chino Jaime, Johnny, Félix, Carlos y sobre todo, Tito, este último mi gran amigo, víctima de la mano criminal de la delincuencia que cada día se está acendrando peligrosamente en nuestro país.

Pero, por encima de las vicisitudes, que nuestros hermanos chinos y panameños descendientes, sigan aportando a la hermandad, a la cultura, al trabajo y a la tradición china en nuestro país, que con humildad y sin avasallamiento nos envuelve con su belleza y sin intenciones de transculturización enajenante.

El autor es periodista y escritor

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