Por: Gonzalo Delgado Quintero
A veces el mejor remedio se tiene en casa y no afuera. Estamos perdiendo el país a velocidades formidables. Todos los gobiernos después de la invasión, lo han estado entregado a pedazos. Es un chorro de sucesos que han acontecido en estas tres últimas décadas y que podríamos mencionar. Está por ejemplo, el tema de la soberanía que ha sido una de las conquistas más importantes de nuestra historia nacional. Hoy, conculcada.Creo que todos los panameños coincidimos hoy, en que de soberanía sí se come. Solo la oligarquía, en su momento, decía lo contrario, aunque en estos momentos es la que más se aglotona con los dineros y bienes producidos por el Canal de Panamá y en el hecho de que muchas de las propiedades ganadas gracias al Tratado Torrijos – Carter, han quedado en manos de esta casta de privilegiados. No se ha dado esa mayor repartición posible de esos bienes y como sentenció el propio Omar, nos deshicimos de los amos blancos, pero quedaron mandando los amos chocolates que no dejan de ser entreguistas.
Pero volvamos al tema de estar perdiendo el país. Porque lo estamos malogrando, sobre todo, por culpa de la incompetencia de todos los gobiernos desde diciembre de 1989, hasta el momento. Todos absolutamente, han propiciado ese descuido. Y lo digo fundamentado en otro ejemplo, como lo es el endeudamiento.
En ese sentido, ayer, escribimos del neoliberalismo, y es que este modelo, que fue impuesto con mayor severidad en nuestro país, después de la intervención norteamericana, sobre todo con el “Plan Ford”, es una guía cuyas reglas van dirigidas completamente, al endeudamiento de los países, creándoles una total dependencia, a tal grado que muchos de los gobernantes de nuestras naciones, sobre todo, del mundo subdesarrollado y de nuestro mayor interés, América Latina, se vuelven incapaces de tomar las decisiones que convengan a los intereses nacionales, por estar siguiendo las instrucciones de esos organismos internacionales de créditos que nos vienen estrangulado.
Estamos perdiendo el país porque estamos endeudados por más de 40 mil millones de Dólares. Perdemos el país porque el grueso de las riquezas generadas no queda en Panamá, sino que este patrimonio es saqueado por las corporaciones transnacionales y dirigidas a los países desarrollados. Perdemos el país cuando no tenemos capacidad y nos imponen el manejo conjunto del narcotráfico y de nuestras fronteras, cielos y mares. Perdemos el país, cuando un diplomático extranjero, desconociendo el ámbito del beneplácito, el respeto y la cordialidad recíproca, opina, manda y toma decisiones sobre nuestros asuntos internos.
No hay mejor remedio que venga de afuera. Panamá requiere de su propia aspirina. Es necesario retomar nuestro propio camino. Hacer una revisión integral de todos los acuerdos, convenios y contratos con las empresas transnacionales. Revisar los Tratados de Libre Comercio, los contratos con las corporaciones de la electricidad y las comunicaciones, el tema de los mayores aportes que debe hacer al país el Centro Bancario, la Zona Libre de Colón, los Puertos, la minería y demás.
Perdemos el país al postergar el problema de la Caja de Seguro Social que requiere precisamente de una mayor capitalización que puede surgir de la revisión de dichos convenios, tratados y acuerdos comerciales. Tan solo un centavo de cada dólar de utilidad y que el empresario se quede con 99 centavos en su bolsillo, no importa, porque con ese aporte mínimo, resolvería de por vida el déficit de la CSS.
Concluyo en que de estos y otros temas de fondo, deben surgir las argumentaciones tratadas por cada uno de los candidatos que están en la palestra. Todos deseamos una exposición de contenidos contraria a la pertinaz demagogia que observamos en forma permanente en las redes sociales, los medios de comunicación, en las diversas reuniones y manifestaciones político-electorales de un considerable grupo de candidatos y precandidatos. Es una lástima, cuando pareciese que se agota la esperanza.
Pero a grandes males, grandes remedios. Nuestras fortalezas están en una mayor autodeterminación como país, en la consolidación de la soberanía en todos sus ámbitos, en saber aplicar medidas políticas, económicas y sociales que convengan, en abrir la más amplia capacidad de relaciones internacionales, en no dejarnos meter en el churuco de los conflictos ajenos, en imponer nuestra condición de país neutral, en fortalecer más a la pequeña y mediana empresa, el agro y la industria. En este momento debe darse un golpe de timón que permita a partir del 2024, cambiar el rumbo de la nave del Estado hacia puerto seguro, porque tal y como va, navega en mares tempestuosos y de seguir por esa misma ruta, con propuestas electorales que son más de lo mismo, estaríamos perdiendo el país. ¡Cambiemos la actitud, sin genuflexión, con decoro y orgullo nacional!
El autor es periodista, analista y escritor
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