La Corrupción Es Resultado, El Problema Es El Modelo Económico Imperante

Por: Gonzalo Delgado Quintero

Nuestros países, Panamá por supuesto, sufren aún los resabios del autoritarismo. Pero se avanzó con el pasar del tiempo, borrando las huellas de ese ayer nefasto en nuestra América Latina.

Ya, sin dictaduras militares, son otros los desafíos que imponen nuevas luchas, solo distintas en cuanto a forma ante un revestido enemigo, que solo es diferente en el ropaje y los atavíos. Ese fantasma, siempre estuvo solapado, detrás y usufructuando de manera provechosa de las diversas dictaduras esparcidas por el continente hace cincuenta años atrás.

Fortalecidos por la caída socialista esas oligarquías tomaron directamente las riendas del poder, en esta ocasión guiados y fortalecidos por la idea neoliberal a la que estamos enfrentados con mayor fuerza, desde principios de los años 90. Una plataforma ideológica fracasada, pero que se resiste y trata de seguir sobreviviendo, aún si ello infiere destruir el planeta, provocando un conflicto como sucede en Ucrania.

Para los efectos, se ha entrado en la fase del subyugamiento, desvirtuando la voluntad de los pueblos. Alteran la competencia y sobornan el componente principal del sistema democrático, dictan políticas públicas, hacen frágil a las incipientes democracias imponiéndoles este modelo, cuyas reglas desnaturalizan su esencia primigenia, lo que va corroyendo la institucionalidad.

Estos grupos tratan de ocultar este peligro tan grande, resumido por ejemplo, en el mal uso del dinero en temas electorales. Utilizan excesivos recursos  (dinero) en campañas patrocinadas por ellos mismos, para después imponer pautas a los gobiernos a favor de sus propios intereses, y por supuesto, estos sectores del poder económico, actúan totalmente contrarios a los intereses de los pueblos. Eso aleja inmediatamente después, a los gobiernos de sus compromisos electorales; con gobernantes que sabiendo toda esa trama, solo prometieron con el fin de triunfar para seguir haciendo negocios a espaldas de la sociedad y endeudando sus países.

En nuestro país, al menos, eso ha llevado a la perdida de igualdad electoral, en un desenfoque total de la agenda política, sobre temas de interés nacional discutidos en recámara, la difusión desigual de los mensajes de los candidatos en la que los medios juegan un papel decisivo en los resultados electorales. Todo lleva a que quien más aporta en propaganda, manipulará la opinión pública y el dinero centuplicará la influencia de quien tenga esa capacidad de pagar espacios.

Y no se trata de contenido, porque el dinero sobrepasa cualquier buena propuesta, otorgando mayor capacidad a la propaganda y deteriorando la calidad de una opción electoral buena. En esa circunstancia el candidato se convierte en un producto y no juega su papel de portaestandarte de las aspiraciones sociales.

Se reemplaza el debate y el programa, porque el dinero compra al votante frenético y hace favores. Luego,  con la resaca (goma) aún viva, solo se habrá exacerbado el carácter clientelar, repitiéndose en el caso de Panamá, cíclicamente, cada cinco años. Ese estilo de hacer política será lo normal para el común denominador de panameños, lo natural, porque además, así ha sido inducido ese clientelismo que cada vez hace más resonancia en la sociedad. Pero eso es apenas un resultado.

Finalmente, como se ha venido observando en los últimos 35 a 40 años, las políticas gubernamentales giran en torno al proteccionismo del sector económico, nada más; el poder económico fija su influencia sobre las políticas públicas; el gobierno deja de solucionar problemas de interés general; el gobierno se aleja de las expectativas del electorado y al final, el resultado es una extraordinaria y grosera corrupción rampante. Pero esto es apenas un resultado. El problema de fondo es el modelo económico y el sistema capitalista que lo ampara.

El autor es periodista, escritor, analista

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