Por: Pedro Luis Prados S. In memorian
“Andamos a tientas, como los ciegos junto a una pared, palpando para encontrar el camino, como la gente que no tiene ojos.
Hasta en lo más radiante del mediodía, tropezamos como si estuviera oscuro.
Entre los vivos, somos como los muertos”. Isaías 59:10
El sistema nos ha diseñado para, como el escorpión, devorarnos los unos a los otros. Basta que alguien o algunos salga a expresar su disconformidad o denunciar un abuso, para que el resto de la población le endilgue calificativos, le busque filiaciones, relaciones, pasado, presente y futuro. Entrenados para descalificar nos hacemos eco sonoro de las informaciones manipuladas que emiten los «influencers» del sistema para desarticular a aquellas personas que se atrevan a protestar o a denunciar.
Ya no es necesario meterlos al cepo de la Bastilla, ni encadenarlos en la Torre de Londres, ni siquiera lanzarle agua a presión con los pitufos.
Basta colar un infundio, diseminar una calumnia, descalificar su familiar y el objetivo está logrado. Con una sociedad que vive de la desinformación y el chisme se logra con facilidad desarmar la iniciativa y eliminar al adversario.
El principal enemigo está en la mente de una sociedad que manipulada por los medios, con una educación deficiente y una cultura infame vive el día entre la ambigüedad y la habladuría.
Con suma facilidad exoneramos, guiados por los acondicionadores de opinión, al delincuente de cuello blanco, y hasta encontramos expresiones gratificantes para justificarlos. El «robó pero hizo», «es un muchacho sin experiencia», «no tuvo mala intención» está a flor de labios para exculpar los más vulgares actos de latrocinio, pero buscamos bajo las piedras
cualquier falla humana de quienes salen a protestar por salud, agua, educación y comida.
Buscamos a los que protestan contra la corrupción los deslices de sus antepasados para encontrarle posibles deformaciones genéticas.
Por eso no miramos hacia los objetivos o intenciones de un acto de masas, buscamos inmediatamente quién lo convoca para encontrarle vicios o filiaciones; no buscamos el por qué, sino el quién. Mientras no logremos despejar esa maraña de actitudes inducidas por la manipulación, el engaño, el clientelismo y hurguemos en nuestras conciencia para ver con claridad que el otro, al igual que yo es víctima y no enemigo, no podemos caminar por el camino correcto. Como en la pintura de Brughel El Viejo, caminaremos como los ciegos, al borde del precipicio, guiados por un tuerto.
La torre de Babel (1,563), es una pintura de Pieter Brueghel el Viejo. Su tema es la construcción de la torre de Babel, que, según la Biblia, fue una torre construida por la humanidad para alcanzar el cielo. Según el Génesis, Yahvé confundió la lengua de los hombres, lo que los llevó a dejar la torre inacabada y a que se marcharan en todas direcciones. Ella, junto con el ciego, simbolizan la confusión cuando los hombres andan a oscuras por causa de la soberbia y también de la ignorancia.
Mientras naveguemos en un océano de ideales, bonitos discursos y cadenas de chats, pero no logremos una organización sólida que aglutine campesinos, trabajadores, productores, indígenas, estudiantes, docentes marginados, intelectuales y todos esos segmentos de la sociedad que una y otra vez, aislados o colectivamente, han sido las víctimas permanentes de la expoliación, la corrupción, el cinismo y el nepotismo, no podrá hacerse nada.
Las denuncias en las redes, los videos de los abusos, el escarnio publicitado, y la humillación cotidiana son meros incidentes si
no se magnifican con la organización y la protesta masiva, el golpe certero y la respuesta contundente.
Necesitamos organizarnos, crear grupos de debate, reuniones de información, comité de vecinos, calles y barrios, construyamos un gran organismo vivo de protesta, capaz de
incidir y decidir. Entonces las redes, los chats, los videos, los comunicados tendrán sentido. De lo contrario es el deleite morboso del chisme y la comidilla diaria.