Canal seco

Por: Pedro Rivera

Desde hace años vengo alertando a los panameños sobre el peligro de que Panamá pierda la hegemonía en la actividad transitista, uno de cuyos factores será la inminente escasez de agua dulce en el mundo.

Eso significa, como sostengo en forma reiterativa y tal vez pendejona, que Panamá debe convertirse, toda, de frontera a frontera, de cabo Tiburón a Punta Burica, en cuenca hidrográfica. Así como suena: país de agua.

Los depredadores deben ser puestos en su lugar. Se los debe llamar a capítulo, obligarlos a abandonar la idea de convertir a Panamá en un peladero, en un país minero, queso gruyere, paisaje lunar, lleno de huecos por todos lados, como presiento que, para algunos de nuestros plutócratas, es la madre de sus todos sus planes maestros.

De sobra sé que no tengo vela en este entierro, ni conocimientos ni autoridad para pronosticar eventos que son materia de expertos. Solo me sustenta el sentido común, los ojos que ven, los oídos que escuchan, el corazón que palpita, inmerso en la complejidad y la poesía, con la mente entretenida en atar cabos sueltos, rellenar crucigramas cotidianos y armar los rompecabezas de la vida.

Sostuve y sostengo que Panamá debería aprovechar su vocación transitista y utilizar todos los recursos que le permitan garantizar su competencia y competitividad en relación con otros países empeñados en unir, por vía terrestres ambos océanos, pero no solo para transportar mercancías de la vecindad y de otros continentes sino para crear parques industriales, agroindustriales y tecnológicos en su periferia, es decir, construir lo que identifican como “canal seco, una red de ferrocarriles, carreteras, puertos, aeropuertos y, aprovechar, de paso, lagos, ríos y fuentes de energía sostenible.

Así las cosas, da, da la impresión de que el traslado de mercancías de un océano a otro casi casi será visto como valor agregado.

Semejante proyecto, hijo putativo de la imaginación sería muy difícil de emprender en un mundo unipolar. Pero la multilateralidad sino ha llegado está a la vuelta de la esquina y, si no se la aprovecha, Panamá estará jugando muerto.

Ese es el futuro, no hay otro, y los gobernantes, los empresarios panameños es en eso en lo que deberían estar y no vivir de la rebusca, de asaltantes de caminos y de coger los mangos bajitos pensando que tienen a Dios agarrado…

Tómelo o déjelo, no perdamos la capacidad de soñar, pongámosle un poco de poesía a la vida.

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