Por Gonzalo Delgado Quintero
Nuestra gente sobre todo en la ciudad, que vive en apartamentos, los que muy a pesar se vieron obligados al hacinamiento, y más, con la pandemia. Muchos bajo una inmisericorde presión que les provocó incluso, crisis psicológica, económicas y otras, ha sido el resultado de todo esto que todavía no termina y aún hay más con una creciente sindemia. Los panameños del campo siempre han sabido capear mejor los temporales y la crisis sanitaria no fue la excepción.
Y es que, ahorita, si no hablamos con la gente, buscando para ello, todos los mecanismos a nuestro alcance, estaríamos contribuyendo con una peligrosa desestabilización social. La gente común está esperando decisiones bien pensadas, resultados positivos y cambios radicales que les permita vivir mejor, con decencia, con posibilidades de edificarse socialmente, con buena educación, con trabajos bien remunerados y con cambio de mentalidad que propenda a la conducta honesta del funcionario público, de los empresarios y de todos y cada uno de aquellos que tengan incidencias y decisiones en ámbitos del quehacer nacional y más, cuando sabemos que esos beneficios son factibles en el país.
Panamá es un país bendecido por Dios o por la naturaleza si se quiere decir de esa manera. Con recursos de toda índole. Todos los metales, incluso se habla de una reserva de petróleo más grande que la de Venezuela (por cierto nadie autorizado dice nada); también está nuestra posición geográfica y ocho pilares económicos principales, que sostienen la economía nacional, cuya actividad genera al año, billones de Balboas. Por cierto, muy poco realmente, queda en Panamá.
Pero cuál es el problema entonces. Y no sé, pero estoy por creer lo que alguien dijo por allí, cabreado. Mencionaba que no es que en este país falten recursos, lo que pasa es que hay demasiados ladrones. Y aclaremos que no nos referimos al raterito, sino a los de cuellos blancos y almidonados que se sirven, no con la cuchara grande, sino con las dragas del Canal.
Pero aún peor sobre lo señalado, y creo no equivocarme, es que habría que denunciar el modelo económico impuesto a Panamá y muchos otros países, en la figura del neoliberalismo, que es la súper estructura que permite que todo ese pillaje suceda de manera legalizada y a veces sin ley, en el que se incluye el último de los grandes atracos que nos están imponiendo a todos los panameños, reflejado en el peso transnacional draconiano de la First Quantum Minerals.
Con esto han prendido la mecha sobre los barriles de pólvora del descontento social acumulado, agudizado, y si no se percatan lo recuerdo, desde el frustrado diálogo nacional sin acuerdos finales y creo que la batalla se librará exactamente en el sitio que lleva el nombre de la gran tragedia del polvorín, incendio ocurrido la madrugada del 5 de mayo de 1914.
Sobre lo expuesto existe la sensación de que este país está al revés, cuando vemos a los honestos dando explicaciones por exigencia de los corruptos. Y como dijo otro por allí, “quien dice verdades pierde amistades”. Y es que “sabemos que los políticos nos mienten, ellos saben que nos mienten, saben que sabemos que nos mienten, sabemos que saben que sabemos que nos mienten y aun así, nos mienten”. ¿¡Entonces ciudadano?!
El autor es periodista, escritor y analista
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