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¿A qué realmente aspiramos los panameños?

Por Gonzalo Delgado Quintero

 

Como cualquier ciudadano del mundo, el panameño, innegablemente, debe comer, vestir y vivir bajo un techo. No es mucho, también aspira a educación, salud, trabajo, ocio recreativo y demás. Y es que estamos obligados a cubrir esas necesidades básicas, que son muy pocas y fáciles de satisfacer sino existiera tanto egoísmo reflejado en la pésima distribución de las riquezas que nos ubica, como país, entre los peores.

¿Eso realmente debe ser así? ¿Qué necesidad hay de estar sometido a situaciones sociales, políticas y económicas conflictivas e incomprensibles? Lo digo por todo lo que nos está ocurriendo, ahora, con este asunto de la minería. Pero, estas circunstancias que son de arrastre, que vienen de las últimas tres décadas, ya habían llegado a un tope en julio de 2022 y no le dieron respuestas estructurales concretas. Lo peor es que nuevamente, sin lógica alguna desde ningún punto de vista, se repite con este conflicto de la Ley 406. Juegan a que somos pendejos, olvidadizos, fiesteros y que vienen la navidad y el año nuevo. Advierto que están totalmente equivocados, si acaso ese es el plan.

Las personas nos orientamos hacia ideales de felicidad que aunque tienen el mismo fin de satisfacer necesidades básicas, no obstantes, pueden ser buscados de manera diferentes. Es más, el ideal de felicidad cambia con la situación histórica, social y personal. De ello concluiríamos que el ser humano busca lo que cree que lo hará feliz, y de acuerdo con ello, lo que cree que lo alejará del sufrimiento y el dolor. Ya nos volamos las fiestas patrias y a lo mejor muchos piensan que lograr la eliminación de la minería sería el mejor regalo navideño.

Esa aspiración de la búsqueda de felicidad como un aspecto cualitativo ideal, sin embargo, debe ser obtenida de manera concreta, y que en muchos casos, además de trabajar por ropa, zapato, casa y comida, también se imponen  la salud, el trabajo, las comunicaciones y la educación, esta última, fundamental en estos tiempos para poder cubrir esas necesidades primigenias. Y es que de no poderse satisfacer,   aparecerán las resistencias contra las estructuras formales que originan la insatisfacción, el dolor, ese sufrimiento y la frustración sentida por la sociedad que observa imposibilitadas sus aspiraciones. Allí mismo, como un rayo, surge en nuestras mentes colectivizadas la interrogante de ¿Cómo podrán vencerse estas resistencias? Eso está sucediendo en este momento en el pensamiento colectivo de los panameños y parece ser que la autoridad del Estado (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) no lo entiende o no quiere cumplir ese designio del pueblo, quizás debido a las pacas  poderosas de razones muy ocultas.

Hay dolor y sufrimiento en los panameños.  Hay un dolor que está imponiendo sufrimiento  físico. Un dolor  que todos hemos experimentado, en el hecho sensorial y corporal que nos está produciendo el hambre, las inclemencias naturales, las enfermedades y el agotamiento de fragorosas situaciones callejeras, sobre todo, en las últimas tres décadas de neoliberalismo, agudizadas ahorita. Pero también hay un sufrimiento que no es corporal sino de naturaleza mental.  Pueda que haya agotamiento físico (dolor), pero el sufrimiento colectivo, por el contrario, está creciendo y ese sí que es peligroso, sobre todo, para quienes quieren mantener el estatus quo. No sigan diciendo que es el SUNTRACS o la izquierda los responsables de esta movilización, porque de ser cierto lo que dicen, entonces, sí estarían ustedes en peligro.

Es evidente el salto cuantitativo de los panameños, sobre todo, de los jóvenes, pero también ha sido un gran brinco cualitativo que se traduce en el avance de la sociedad y la ciencia que no es un asunto per se ni ideológico, sino que es parte integrada en los cerebros de miles de nuestros jóvenes y profesionales a partir de las diversas disciplinas por ellos estudiadas y desarrolladas, tal y como quedó demostrado en la Asamblea Nacional, cuando se hizo la consulta y participación ciudadana sobre el tema minero; desde ese momento, el poder estatal perdió el control y el pueblo lo tomó de hecho, demostrando mayores conocimientos. Al poder formal, les digo, no jueguen con eso, que no están en control y la masa no está para bollos.

El sufrimiento por la frustración, el resentimiento, la impotencia individual, social y muchos otros, son estados de los que también tenemos experiencia, y que no podemos localizar en un órgano específico del cuerpo, solo en nuestra mente. Si se desea entender las cosas correctamente, la respuesta está en el sentido de la vida, éste que se orienta siempre hacia el futuro, en la forma coherente de vivir aspirando a la prosperidad colectiva y no solo de unos cuantos, enmarcados en nuestras actividades en función de ese carácter de satisfacer nuestras propias necesidades básicas y de los que de nosotros dependen.

Nada más erróneo es el hecho de tratar de sustentarse en una supuesta dependencia de qué vamos a hacer si se va la minera. De los empleos y de todo aquello que, argumentan, se perderá. Si eso fuese así, entonces, los gringos no se habrían ido de la Zona del Canal y observen la coincidencia, en el hecho de que los mismos sectores del poder económico, entonces, que pedían que los gringos se quedaran en Panamá y que se opusieron al tratado, son los mismos que quieren que la mina siga la explotación en Donoso y Omar Torrijos, están recibiendo dádivas y migajas también.

Las causas son diferentes, pero el dolor y el sufrimiento es el mismo aquí, en Siria, en Rusia, en Palestina o en cualquiera de los pueblos sobre los que se libran y sufren los 62 conflictos que actualmente se están escenificando, muchos por décadas. Esperamos que la estupidez nativa no nos lleve al número 63 en Panamá, teniendo en cuanta que casi todas estas grandes batallas han sido originadas desde los mismos centros hegemónicos del supra poder mundial y por razones de hacer negocio con la venta de armas y por el control de los recursos minerales, agua y energéticos en esas diversas regiones del planeta. En tanto, no a la minería saqueadora a cielo y a suelo abierto.

El autor es periodista, escritor y analista

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