Por: José Dídimo Escobar Samaniego
En un estudio periodístico que hemos realizado en diferentes provincias y en la ciudad capital, tenemos una realidad de diferentes entidades públicas en las que no conocen la palabra mantenimiento, especialmente de la flota vehicular, y existen una suerte de cementerios de vehículos que están allí, siendo casi nuevos, por reparaciones menores y se rematan o descartan por una bicoca y particulares, muchas veces amigos de los jefes, son los beneficiarios de esa dudosa transferencia de los bienes públicos que se convierte en una fuente corriente de corrupción y asalto a los bienes públicos.
Todo esto ocurre, sin que desde la administración se diga ni se haga nada, como cohonestando las altas sumas millonarias que se gasta el Estado, sin necesidad, en el renglón de alquiler de vehículos de alta gama, pudiendo con un poco de mantenimiento y algo de celo por el manejo de los bienes públicos, ahorrarnos muchos millones que pudieran utilizarse en tareas productivas de impacto social y económico para los panameños.
Es que pareciera que acceder al gobierno del Estado, para muchos, no representa un privilegio de poder servir, sino la ocasión, para en la más amplia intimidad, poder asaltarlo y atracarlo con abuso de confianza.
¡Así de sencilla es la cosa!