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El límite a la libertad, como imperativo entre Nieztsche y Kant.

José R. Acevedo C.

La palabra imperativo significa obligación personal inexcusable. Por ende, el imperativo carece de sesgos o justificaciones para respaldar un atajo respecto al cumplimiento de un deber ser, que obliga inexorablemente a quien actúa, acción personal que debe trascender en norma universal o acatable y aceptada por los demás.
Cuando el imperativo, además, es categórico, es impositivo, no admite discusión, contradicción, ha de cumplirse sin más.
El imperativo aplica en la fe, dentro de su totalidad y al estar inmerso en ella, la persona tiene una libertad absoluta de creer o no, aunque muchos actos realizados dentro de ella, pueden tener una carga ética cuestionable o censurable ante los actuales valores sociales que nos relegan de la barbarie vigente antes de las enseñanzas religiosas cristianas, al implicar abusos, violaciones a derechos humanos al estar cimentados en cánones(normas contenidas en los versículos bíblicos) o sunas(normas religiosas en el Corán) que fueron y tuvieron orígenes, en sociedades donde prevalecía el salvajismo antropológico y social, como por ejemplo, aquello que atañe a la segregación femenina o social, sostenida por casi todas las creencias religiosas, desplazadas o invisibilizadas por el valor absoluto que aquellas sociedades dieron o dan al varón.
Ante esta realidad, ilustres pensadores como Friedrich Nieztsche ( La Galla Ciencia,  Más allá del bien y del mal) e Immanuel Kant ( La Metafísica de las Costumbres) y quien posteriormente sustentará la autonomía del derecho frente a la sociología, criminología, sicología y otras ciencias, en «La Crítica a la Razón Pura»), estos autores considerados existencialistas, en cuanto expusieron que el hombre dentro de la sociedad debe regir su conducta por imperativos éticos jurídicos, y no exactamente por creencias religiosas que esclavizan su libertad y lo cosifican o convierten en un objeto sin posibilidad de pensar o razonar, desnaturalizándole en su ser, porque él posee innatamente la cualidad humana que otorga libertad de razón, libre albedrío, posibilidad de pensar, por ende, los hombres no son como borregos que siguen por inercia al líder aun cuando éste se dirija a un despeñadero o pantano mortalmente insalvable.

Mucho antes de que se desarrollara la metafísica (más allá de), corriente filosófica que Andrónico de Rodas atribuye a Aristóteles, que estudia al ser(hombre) en su aspecto óntico(antes que) u origen, su existencia y su finalidad como ser viviente o existencial, diferente a la metafísica teológica que explica mediante la razón el entendimiento que debemos tener de Dios, su origen, dogmas y su relación con el ser humano, incluyendo fe y obediencia, y su mano activa o escultural en toda la creación, la filosofía como tal, tiene un impacto en la conducta del hombre y su desempeño dentro de la sociedad. De ninguna manera, la filosofía puede ser atomizada a formas de pensar o razonar inocuas, totalmente intrascendentes para los hombres. Es absolutamente lo contrario, es activa, relevante y necesaria, para la convivencia existencial dentro de parámetros éticos normativos aceptados en una sociedad justa y humanizada.

El hombre dentro de una sociedad no puede convivir ausente de principios éticos y humanistas. Cuando los desafía, la sociedad tiene normas de control social, primeramente, de prevención, como la familia, iglesia, educación, el derecho, entre otras y al realizar las conductas prohibidas, devienen consecuencias que afectan su salud, libertad y hasta su vida.

F Nietzsche, considerado uno de los padres del existencialismo, forma de vida o de comportamiento sostenida en la razón, sin ataduras a cánones religiosos o a la existencia de un Dios (vengador, castigador, amoroso, piadoso, controlador, interventor, poderoso e omnipotente, omnipresente, omnisciente, antes que todo), reniega la existencia de ese ser supremo, porque esclaviza al hombre, le suprime la posibilidad de pensar o razonar, ya que todo está escrito por él, acepta y desarrolla un imperativo categórico cuando expresa: ”Solo hay un derecho humano básico. El derecho a hacer lo que te plazca, pero con ese derecho viene un deber humano básico, aceptar las consecuencias”. Ciertamente, la sociedad tiene reglas que allanan el camino de una convivencia sana o pacífica, y moralmente aceptada. Quién se aparta de las normas sociales, siendo existencialista o creacionista, es consciente de las consecuencias de sus actos o acciones que serán sancionadas por sus pares.

Resaltamos este imperativo de Nietzsche, en respaldo del valor que posee la filosofía jurídica dentro de la sociedad, sumándose a Kant, quién en sus obras antes citadas, aborda el ámbito del comportamiento del hombre en la sociedad y la relevancia del derecho para mantener la paz y la sana convivencia. Kant, desarrolló el siguiente imperativo categórico: “1. Obra sólo según una máxima tal, que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal”. 2. Obra de tal modo que consideres a los demás siempre como un fin en sí mismo y nunca solamente como un medio. 3. Obra de tal modo que tu voluntad pueda considerarse como legisladora universal”. Tanto el imperativo de Nietzsche como de Kant, se sustentan en sólidas bases éticas de corte religioso cristiano. En ambos, se desprende ya en términos pragmáticos qué si José dentro de la sociedad le gusta agredir a otros o tomar lo que no le pertenece, debe aceptar las consecuencias de sus actos y los mismos no pueden convertirse en leyes universales aplicadas o replicadas a él, porque sólo los masoquistas o quienes padecen de un desorden síquico les agrada ser lastimado y la propiedad privada es altamente protegida, a tal extremo que es defendible hasta dando muerte al ladrón. En consecuencia, quien lesiona o roba, en principio, salvo que padezca de un problema síquico, no ha de aceptar o querer ser golpeado o asaltado por otro, al no ser su comportamiento una la ley universal que ha pretendido o aceptado. Solamente las conductas éticas y humanas, pueden ser universales.

 

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