Narrativa corta
Por:Ramiro Guerra M.
Conocí el parque Santa Ana, por referencias históricas. Durante décadas, fue la plaza preferida por patriotas y revolucionarios. También de la politiquería criolla.
La memoria histórica registra la oratoria histriónica de un Secundino Torres Gudiño y Rómulo Escobar Bethacourt, institutores que a todo pulmón se oponían al convenio de bases gringas en todo el territorio nacional. Los domingos se realizaba el sorteo dominical. Mucho antes fue el epicentro de la lucha inquilinaria de 1925.
En ese parque, Poder social Siglo XXl, hizo un montaje de juicio político al gobierno de la expresidenta Mireya Moscoso.
Cuando llegué de Puerto Armuelles, el parque Santa siempre fue una parada obligatoria.
En ese lugar hice amistades, entre ellos el mocho. Limpiabotas, pero de un corazón inmenso, solidario y en no pocas veces, del resultado de su trabajo, me invitaba a comer en uno de esos restaurantes chinos que quedaba en la bajada salsipuedes.
La sopa de carne cargada en yuca costaba 0.35 centésimos. Muchos porteños, nos dábamos cita en ese lugar los medios días. Los santanecos tenían recelo de esos restaurantes asiáticos.
Desde inicio de la república se corrió el rumor, de que la carne de gato era parte del menú.
Cierto o falso, la verdad que desgustábamos la sopa. El hambre no repara en esas cosas. En ocasiones, me quedaba en el parque Santa Ana; la razón, no tenía el pasaje para regresar a Chorrera. Esperanzado de que algunos de los limpias calzado, me facilitara el pasaje. En la vida hay gentes de extraordinaria bondad. Pobres, pero de una gran humanidad.
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