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La Salud: Un Derecho Humano O Negocio Inhumano; Prohibido Enfermarse.

Por   Carlos Ochoa E.

 

Por más que se pregone, a los cuatro vientos, que la salud es un derecho humano, la realidad nos demuestra otra cosa, en todo caso estamos ante un Estado que a diario viola ese derecho humano y muchos otros derechos no tan humanos.  Si aceptamos la definición de salud como: el completo estado de bienestar físico, biológico, psicológico, emocional y social, en armonía con el medio ambiente, estamos frente a una realidad descarnada; la salud es un privilegio para muy pocos en éste país y en el mundo.

En nuestro caso, el Ministerio de Salud, aparece como tal en enero de 1969, en el gobierno liderizado por Omar Torrijos Herrera, antes de esa fecha, el tratamiento a la enfermedad estaba subsumido dentro del Ministerio de Trabajo y Bienestar Social y Salud Pública. Caso curioso, la Caja de Seguro Social, nace tres décadas antes que el Minsa, en el año 1941; luego no es de extrañar que se crea con más autoridad que el Ministerio de Salud.

Un poco más atrás, la salud en Panamá, como institución aparece en el periodo  colonial, pero no precisamente por orden de la colonia, sino regentada por la orden religiosa de los jesuitas, en 1703 y así se mantuvo hasta nuestra separación de Colombia.  El tratamiento de las enfermedades era una obra de caridad, por lo tanto no era vista como un derecho. Con nuestra separación de Colombia se convirtió en un privilegio de pocos, específicamente de las ciudades de Panamá y Colón.

Mucho antes de aparecer las Instituciones públicas de Salud, CSS y Minsa, la atención a las enfermedades estaba en manos privadas o en manos de órdenes religiosas de carácter humanitario, más todavía, los más privilegiados recurrían a los servicios de salud en la desaparecida Zona del Canal. Dicho más claro, en nuestro país primero apareció la medicina privada y luego la estatal, tanto así que la Facultad de Medicina se crea mucho antes que se creará el Ministerio de Salud.

La creación del Minsa, en 1969 hasta mediados o finales de la década de 1980, sin temor a equívocos, fue el periodo de mayor desarrollo de la salud en Panamá, bajo el lema: Salud Igual para todos” creado por el Dr. José Renán Esquivel. Después de la criminal invasión a Panamá en 1989, comenzó el proceso de abandono a la salud de la población panameña.

Lejos esta el papel que deben jugar los Comités de Salud, las farmacias comunitarias, los huertos comunitarios apoyados por el Minsa, la cría de abejas, todo para alimentar adecuadamente a la población más vulnerable, pero los eternos enemigos de la salud del pueblo vieron estos actos como una competencia con el sector privado de producción.

Señalar que el sistema de salud de Panamá es bicéfalo, es faltar un poco a la verdad, en realidad es tricéfalo; la Caja de Seguro Social por un lado, el Ministerio de Salud por otro y la medicina privada por otro camino, sin contar la medicina tradicional indígena y la practicada por campesinos en las áreas más remotas del país. Panamá es uno de los países con más clínicas y hospitales privados de la Región y quizás de las Américas.

Pagar para disfrutar de un derecho humano, lo menos que puede ser es una aberración, la atención que ofrece la CSS a sus cotizantes y beneficiarios es un pago adelantado, por un servicio de muy mala calidad, como todos sabemos y lo vivimos cada vez que  hacemos uso de esos servicios. La atención que ofrece el Minsa a través de sus Instalaciones hay que pagarlas en la mayoría de los casos, con los llamados “gastos de bolsillo”, por la atención, medicamentos e insumos para la salud humana. Del sector privado, ni hablar, pagas los servicios de salud o muérase porque no te atienden ni aunque sea una urgencia médica. Lo mismo ocurre con las instalaciones de la CSS, si no eres asegurado, no hay atención y para rematar; no en pocos casos ha ocurrido que si indicas que eres asegurado no te atienden en las instalaciones del Minsa. Hasta cuando tanta desidia e irresponsabilidad de los gobernantes de turno. Y pensar que cada quinquenio se gastan más de 35 mil millones entre la CSS y el MINSA, sin contar los miles de millones que se gastan en el sector privado.

Llevamos más de tres décadas, donde muy a pesar de todos los avances dentro de un marco teórico conceptual, en la práctica estamos en el mismo lugar; los indicadores de incidencia y prevalencias de las tasas de morbilidad y mortalidad no mejoran; la esperanza de vida al nacer ha mejorado, y no es motivo de regocijo, porque la calidad de vida baja en picada hasta límites alarmantes. Un análisis de los perfiles epidemiológicos nos dicen que nuestra población, es una población enferma, donde el 30 por ciento del presupuesto de la familia se va en gasto de bolsillo relacionados a la salud, mientras que el promedio debe ser de un 15 por ciento, según los especialistas en la materia.

Muchos de los problemas de salud de nuestro país, no requieren de más  gastos ni inversión económica y en algunos casos ni de más estructuras físicas, se requiere solamente de una administración pública eficiente y eficaz, de una planificación científica, de uso racional de los recursos existentes, de mantenimiento preventivo y correctivo a los equipos (esta palabra se desconoce en la administración pública), de voluntad política, otra palabra desconocida; lo que hay es complicidad política, para no resolver nada.

La Covid-19, no hizo otra cosa que poner al descubierto lo que ya se sabía, las falencias, las dolencias y  carencias de sistema de salud, tanto público como privado, pero los responsables de resolver el problema, son los mismos que viven del problema, siguen y seguirán mirando para otro lado, mientras que el sistema de salud se encuentra en cuidados intensivos y en estado de coma inducido. La disyuntiva es la siguiente: ¿La salud es un derecho humano o es un negocio? No quiero pensar que es lo último.

En meses pasados La Comisión de Alto Nivel (CAN), cuerpo colegiado, constituido legalmente, donde participan representantes de todos los sectores de la salud, Minsa, CSS, invitó a todos los candidatos a la Presidencia a un conversatorio para explicarles, los avances teóricos y metodológicos para mejorar y transformar el sistema de salud público, donde todos asistieron, salvo el eterno ausente, y hasta pidieron un aplauso de pies para la CAN.

Pero como dicen el refrán popular, “del dicho al hecho hay mucho trecho”, el 16 de abril, fecha en que debía firmarse el acuerdo, o pacto por la salud, solo asistieron tres candidatos a vice presidentes y un designado, es lamentable por decir lo menos, que todos se comprometieron a firmar el pacto y a la hora de la verdad no llegaron, es más el Dr. Jorge Luis Prósperi, una autoridad a nivel nacional e internación, en materia de salud, les hizo un llamado a firmar el pacto, pero cayó en oídos sordos.

Ayer en un medio televisivo de comunicación, (martes 23 de abril), escuché a seis de los candidatos a la presidencia referirse al tema de salud; y la palabra prevención de enfermedades solo fue mencionada una vez por una candidata y la palabra promoción de la salud jamás fue mencionada, tampoco escuche las palabras transformación del sistema, ni mejoramiento, esto deja un amargo sabor, cómo se pretende mejorar el sistema de salud, sin darle prioridad a estos dos componentes, por encima de la atención. Se me hace cuesta arriba pensar que será más de lo mismo en materia de salud.

Pero como dicen allá en el campo, donde uno, “más vale llegar tarde que nunca”, todavía tienen tiempo de firmar el pacto por la salud, de comprometerse a transformar el sistema de salud; aquellos que no lo han hecho, de no hacerlo, queda un sabor más amargo que dulce.

Cuesta creer que en este país la salud pública, no sea una política de Estado y que en la práctica sea un negocio para para unos pocos y que el 30 por ciento de la población, no figura en las estadísticas de salud.

 

El autor es Sociólogo y Profesor de Geografía e Historia.

 

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