Juan Jované
Rotura de tuberías transmisoras en Donoso y que, al quedar expuesto el material contamina el ambiente y todas las fuentes hídricas alrededor.
Entre el repertorio de narrativas que han venido utilizando los promotores de la minería metálica a cielo abierto en Panamá, está la que afirma que los yacimientos de minerales metálicos existentes en el país, sobre todo los que contienen cobre, son una riqueza que el país no debe ni puede dejar de extraer. Algunos, siguiendo lo que Eduardo Gudynas llama la Teología Política del Extractivismo, alegan que el cobre se trata de una especie de regalo de la Providencia cuya explotación no se debe negar. Obviamente estos ocultan el hecho de que, como afirman los teólogos de la liberación y el medio ambiente, el extractivismo no es más que un profundo ataque contra la Creación.
Esta narrativa, a su vez, está conectada con otra que le sirve de base, la cual busca demostrar que la explotación del cobre significa un enorme aporte al producto interno bruto (PIB) y al empleo, siendo el camino más seguro para lograr el crecimiento económico en Panamá. Este es el caso de las “conclusiones” del estudio realizado por la empresa Idesa, el cual es caballito de batalla de los extractivistas locales. Como en las otras narrativas pro mina, estas “conclusiones” se basan en hechos distorsionados, insuficientes, destinadas a generar verdaderas fantasías encubiertas de supuestos conocimientos técnicos, que buscan generar una respuesta emotiva en favor del extractivismo minero.
Como demostramos en un artículo recientemente publicados en la Revista Tareas, bajo el título “Los falsos datos de la minera son un mal relato”, los cálculos del impacto de la producción de la minera sobre el PIB y el empleo generados por Indesa están, a nuestro juicio, segados en favor del extractivismo minero. Más allá de esto, lo importante es que el trabajo hace una abstracción olímpica de los efectos negativos de la minería sobre el ambiente, la vida, en general, incluyendo la humana, así como en la real evolución de las verdaderas fuerzas productivas.
Intentar vender la idea de un extractivismo – minero como una forma de generar riqueza, sin tener en cuenta sus impactos negativos sobre elementos que son riqueza real, tal como son la disponibilidad de los servicios del ecosistema, así como sobre la biodiversidad y la vida humana, es una forma inadecuada de conducir un verdadero análisis económico. De hecho, para tomar prestada una idea de Gudynas, el extractivismo minero debe ser considerado como una verdadera “amputación ecológica” con graves consecuencias, que deben ser reconocidas como tales.
Entre los graves problemas que sobre la vida tiene la minería metálica, se tiene que llamar la atención sobre su conocida capacidad de contaminar el agua. Este hecho y su magnitud se evidencia en un artículo publicado en la revista Science en septiembre de 2023, utilizando el título “Impacts of metal mining on River System: a global assesment”. En el mismo, que recoge una investigación realizada en 185,000 minas metálicas en el mundo, M. G. Mackil y sus colegas llegaron a la conclusión que aproximadamente 23.5 millones de habitantes del planeta son afectados por el envenenamiento producido en el agua por dichas minas. A esto se debe agregar el impacto sobre 5.7 millones de cabezas de ganado.
Este elemento, que debe ser conocido como un importante costo humano y social, simplemente es obviado por la perversa narrativa de quienes apoyan el extractivismo minero en nuestro país. No se trata, si se tiene en cuenta que la contaminación minera genera mortalidad y morbilidad, de un costo cualquiera. En la medida que se provocan muertes entramos en un campo en que, como lo afirman Frank Akerman y Lisa Heinzerling en su libro Priceless, no se le puede dar un valor económico al costo de la muerte de una persona , habida cuenta que la vida humana es sagrada. Es necesario, entonces, hacerle una pregunta a quienes, como apóstoles de la ideología de la muerte, defienden la minería a cielo abierto: ¿qué valor en dólares y centavos le otorgan a la vida humana?
El valor de las enfermedades generadas por la contaminación minera, no puede reducirse al costo de la atención médica de las mismas, ya que el sufrimiento físico y mental generado durante el período en que ésta se sufre es prácticamente inconmensurable en términos monetarios.
Si lo enfocamos desde el punto de vista estrictamente económico, no estaríamos frente a una actividad que genera riqueza. Estaríamos frente a una actividad con capacidad de destruir la más importante fuerza productiva: los seres humanos. Pero esta no es la única fuerza productiva que destruye, ya que al dañar los servicios del ecosistema impacta negativamente elementos centrales para la efectiva satisfacción de las necesidades humanas.
El problema, siguiendo con una visión estrictamente económica, es que la devastación y la contaminación del medio ambiente, generada desde la fase de la construcción de la mina y su posterior explotación, al destruir el panorama escénico del área, elimina la posibilidad de actividades vinculadas, por ejemplo, al turismo ecológico. También destruye las condiciones de producción de una agricultura y silvicultura basada en la agroecología.
Esa devastación y contaminación, provoca además un impacto negativo sobre la biodiversidad, que constituye un dispositivo natural básico para mantener en funcionamiento los ecosistemas que generan los servicios ecológicos fundamentales. Más aún, esa pérdida de biodiversidad afecta actividades potencialmente generadoras de productos y empleos decentes. Tiene razón el conjunto de organizaciones que en una presentación titulada “alternativas del Panamá Posible sin Minería, llaman la atención sobre las posibilidades en nuestro país del turismo vinculado al avistamiento de aves.
Es normal reconocer que cuando se altera el ambiente se está incurriendo en el llamado valor de opción, esto es la posibilidad de que la preservación del ambiente permita en el futuro contar con un bien proveído por la naturaleza que más adelante pueda resolver un problema que hoy no podemos resolver. El caso clásico es la posibilidad de atender una enfermedad que hoy no podemos atender (por ejemplo, el cáncer). Se trata de un elemento que hasta el Banco Mundial reconoce en su publicación titulada “How Much is an Ecosystem Worth?” (2005), el que, desde luego, no es aceptado por los interesados falsos profetas de la minería a cielo abierto.
En definitiva, la minería extractivista a cielo abierto no es un efectivo mecanismo de aprovechar una riqueza que nos legara la propia naturaleza o la providencia. Más bien es una forma de destrucción de las verdaderas fuerzas productivas y sobre todo de la Creación que les ha permitido a los humanos poblar la tierra con el fin de vivir en armonía con todas las partes de la misma. La narrativa pro mina es un simple producto de los adoradores del dinero, al que le otorgan poderes divinos.
Panamá 17 de abril de 2024
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