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Hizo Falta El Cañonero De Domplín


Por Jaime Flores Cedeño

Profesor de Filosofía e Historia-

Abogado

Hace dos años, un 17 de abril del 2022, falleció el radio comentarista, Andrés Vega Cedeño, popularmente conocido como “Domplín”. La verdad, nunca llegué a tratarlo y no tengo experiencias personales de su vida, sin embargo, me parecía alguien familiar, porque desde mi infancia lo escuchaba cuando mis padres a las cinco de la mañana sintonizaban el “Cañonero de Domplín”, llegando a ser el programa noticioso y de comentarios más escuchado durante los setenta y ochenta en horario matutino. Recordemos que no existían noticieros de televisión en la mañana como se frecuenta hace unas décadas, ya que, estaban reservados para las seis de la tarde.

Desde luego, eran miles de panameños en todo el país que amanecían con sus comentarios, acompañado del profesor “Pepe” Zamora y Rodney Sierra de vasta trayectoria en los medios.

Domplín, tenía una habilidad casi innata de llegar al público, era un filósofo popular, porque sabía explicar de forma sencilla, pero profunda los temas nacionales e internacionales y aportaba una característica propia de humor, en mi opinión, incomparable hasta el momento.

En los setenta la radio estaba en su apogeo y no había oportunidades estelares para gente improvisada o carente de talento. El comentarista de radio tenía una responsabilidad con el público y daba la cara frente a lo que decía, no es como ahora, donde las redes sociales han dado cabida al anonimato y ofensas, difíciles de contrarrestar.

Hizo falta los comentarios políticos del “Cañonero” en las pasadas elecciones, como lo hizo en coyunturas electorales pasadas, sabiendo describir a candidatos y personalidades, observando a su vez, hechos o situaciones que pasaban desapercibidos a los analistas políticos criollos.

En sus programas invitaba a gente de gobierno y oposición, igual a empresarios, trabajadores, estudiantes e indígenas. Su emisora se convirtió en una especie de foro popular, donde el que aspiraba a conocerse en los ámbitos públicos, social o privado, tenía que pasar por ese escenario, o bien, aquellos que estimaban exteriorizar sus ideas, programas o proyectos para la comunidad.

A diferencia de lo que sucede en la actualidad con ciertos medios de comunicación que han caído en una monotonía reiterativa de personajes entrevistados, en el “Cañonero”, el pueblo podía escuchar desde el más pobre, al más encumbrado, todos tenían oportunidad.

Tomando en consideración su popularidad, Andrés Vega, no caía en el error de algunos periodistas que hacen lo imposible por brillar más que el entrevistado, él permitía que la gente hablara y expusieran sus ideas, respetando los criterios del invitado.

Con esta exposición no pretendo en lo más mínimo hacer una aureola de su personalidad, era un hombre con todos sus defectos y virtudes, como cualquier otro, eso sí, sabía el alto compromiso social que tenía al estar detrás de un micrófono y las consecuencias que cada palabra vertida podía generar en la población.

Dentro de sus cualidades debo destacar su patriotismo, que se evidenció con su apoyo al proceso de liberación nacional desarrollado en el país, el cual culminó con la firma de los Tratados Torrijos- Carter el 7 de septiembre de 1977, producto de una larga lucha generacional.

Mantener un programa desde el año 1972, por más de 25 años, no podía ser fácil, menos en aquellos tiempos, donde se multiplicaba la competencia de la radio en la capital y el interior del país. Un comentarista de ese nivel debió soportar presiones de personeros insertados en el poder que eran sensibles a opiniones de invitados que no gozaban del beneplácito de los palaciegos, a pesar de ello, él continuaba con su programa de forma cívica.

Domplín, era parte de una pléyade de comentaristas y gente de radio que contaban con gran profesionalismo, entre estos: Néstor de Icaza, “Juan Carrete”, Aurelio Paredes “Ponche Crema”, Carlos García “El chombito Kilroy”, Harmodio “Moyo” de Icaza y otros ya fallecidos, que jamás emplearon palabras obscenas en la radio y sabían el arte de la comunicación.

Contrario a lo que sucede en el presente, donde las redes sociales ejercen un poder real en la comunicación y catapultan a personas de la noche a la mañana, los llamados “influencer”, en aquella época, llegar a la fama nacional o ser respetado como comentarista por el pueblo no resultaba sencillo, principalmente, porque la credibilidad estaba por encima de la vanidad e imperaba la buena expresión, el respeto, el debate, la contradicción con altura, la disculpa pública si se cometían errores y el deseo de comunicar.

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