Cuenta la historia bíblica que; Nabot de Jezreel, tenía una finca hermosa, en Samaria, justo al lado del palacio del rey Acab. Sembrada de muchos frutales de muchas especies, fue la envidia de Acab.
Y el rey lo visitó y le propuso: “Dame tu viña para un huerto de legumbres, porque está cercana a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que esta; o si mejor te pareciere, te pagaré su valor en dinero”.
A lo que Nabot le contestó: “Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de mis padres”
Teniendo todo el poder, el rey Acab no pudo lograr que Nabot consintiera en la venta o permuta de su finca que era el legado de sus padres.
Es verdad que, quien tiene una relación con la actividad del campo, por esa razón tiene en alta valía a la tierra. Es que sabe que, de allí nacen los frutos, el sustento de nuestras familias y por tanto sentimos una gran responsabilidad sobre la pertenencia y cuidado de una finca.
Nuestra clase empresarial, que se dedica a la importación, a los negocios de la especulación financiera, no obstante, no siente ningún afecto por la nuestra tierra, porque sus negocios los hacen en cualquier lugar indistintamente. Nadie puede amar lo que no conoce.
Así, las principales empresas de comercio e incluso las pocas industrias panameñas, han sido vendidas a capital extranjero y hoy son muy pocas las empresas panameñas que resisten la tentación de la venta.
Vender la primogenitura, no es cosa que no tenga consecuencias. Sin embargo, son precisamente esos sectores que han vendido, los que ahora reclaman mayores espacios de poder público e invierten su dinero en espacios de poder en Panamá y de hecho, son los que esencialmente están presentes en el futuro Gabinete.
Esos mismos son los que quieren comerse los bienes revertidos a dentellazos. Aunque, casi todos se opusieron a la lucha nacional por su recuperación. Son cínicos y extremadamente oportunistas, con amor fingido al país, porque nada les interesa, solo el dinero, al que, amando, perdieron la brújula de sus vidas.
Que hermoso cuando viajamos al interior y allí encontramos a quienes aman a la patria con sentimiento profundo, porque es tal la relación de la tierra con el hombre, que produce el celo por protegerla, por quererla, hacerla producir y resistir la tentación de deshacerse de ella, aún, cuando los ofrecimientos sean seductores.