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Conversando Con Mis Lectores.

 

Por Ramiro Guerra M.

Abogado, escritor y cientista político.

 

Agradezco a mucho de mis lectores, que me animan a que no pare de escribir, analizar el país y mucho de narrativa y cuento corto.

Me anima mucho, cuando el escritor y poeta, Pedro Rivera, escribe y me dice, no pare de dar con el martillo en el clavo.

Sin embargo, a veces me siento, como el libertador Simón Bolívar, arando en el mar y sembrando en el viento o sobre un terreno seco e infértil.

Lo ocurrido en las pasadas elecciones, le tumba la moral a cualquiera que lleva la esperanza con un grado de optimismo, que rechaza el abdicar o el repliegue. Trágico ver a las masas, a la gente escoger sus verdugos.

Lo anterior vale para la intelectualidad y los sectores profesionales. Solo una minoría se resiste a no dejar la bandera de lucha, motivados por la defensa de la patria y un futuro de esperanza, que no se vislumbra.

Vengo de generaciones, que portar el uniforme escolar era símbolo de grandeza y orgullo. Crecimos inmerso en la lucha nacionalista y popular contra la oligarquía, que hizo de la patria y del estado, su gran negocio y condescendientes con el status colonial que nos impuso los Estados Unidos porque eran una mancuerna de un mismo yugo.

No me perdono, que a veces me sobresalta una especie de pesimismo al no ver resultados alentadores en torno a una patria nueva.

Entonces, revuelvo la mirada hacia atrás y rememoro a generaciones que nos precedieron y nunca claudicaron. Resulta entonces, como si me hubieran puesto una dosis de transfusión de sangre patriótica, me recargo energía y vuelvo sobre la marcha.

Los procesos de enajenación que promueven las élites del poder, son efectivos al punto que, la conciencia crítica no existe y en su lugar, estamos en los prolegómenos de una crítica de la conciencia.  En su lugar, lo trivial, lo cotidiano que se nos impone.

En la antigua Roma, ese estado se conocía como un proceso de idiotización, es decir de individuos no pensantes y no ciudadanos.

Carlos Marx, escribió que, el conocimiento es teoría y acción. Decir que se conoce y se entiende, es insuficiente. La consecuencia y efecto de saber algo, es la acción para transformar.

Se dice que el trabajo de pensar es agotador. Pero no lo es cuando lo hace pensando que puedes influir en cambiar tu entorno.

Tempranamente aprendí que, todo el conocimiento universal, no le pertenece a nadie y por ello resulta obligante compartir, aunque sea una cuota parte del mismo.

Hemos llegado al extremo que, hay idiotas en el sentido romano, que incurren en el sacrilegio de decir que las ideologías no existen.

Afirmar semejante aseveración sencillamente es una confesión de la existencia de la ideología

¿Sabrán las consecuencias de esa afirmación?

Se trata de seguidores de Daniel Bell, Irving Kristol y Franklin Fukuyama, padres de la ultraderecha que, reducen todo, a la existencia del mercado, como el músculo fundamental de la vida.

¡Dios Bendiga a mi patria!

20-6-2024

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