Hoyse abre un nuevo período en la historia institucional panameña que, puede abrir nuevas ventanas o puede terminar de cerrarlas a la esperanza de un país mejor, menos desigual y más democrático.
La oportunidad está allí, depende de que abunde más, o la inteligencia y la humildad o la estulticia y la soberbia.
Nada podremos cosechar que no hayamos sido capaces de sembrar y cuidar.
El pueblo panameño es un pueblo noble y tal vez muy ingenuo o cándido. Durante demasiado tiempo, sectores avariciosos, se han tomado el poder político y se han dedicado, no a servirle a los panameños, sino a medrar y hasta asaltar el erario público y llevar al país a una condición penosa de casi mendicidad.
Y no es que Panamá no tenga inmensas riquezas, sino que, las mismas no se distribuyen con justicia y los menos afortunados, que son la mayoría, son prácticamente abandonados a su suerte y lo que les pertenece, se les es robado sin misericordia.
Ojalá, El Dios creador de todo cuanto existe, permita que empecemos a caminar por un sendero distinto en donde la decencia y la honestidad nos lleven a asistir a rumbo distinto, en el que, la dignidad humana, nacional y la justicia, sean el bien superior en nuestro Panamá.