Por Ramiro Guerra M.
Abogado y cientista político.
Agosto de 2023.
Los que nacimos y crecimos en el barrio de Silver City, en Puerto Armuelles, tuvimos que hacerlo en un mar de condiciones deplorables y hasta inhumanas, en lo que se refiere a la ínfima calidad de vida.
La compañía United Brand Banana, segregó el distrito, estableciendo una división sustentada en una terrible discriminación similar a la que se instituyó en la Zona del Canal.
En el barrio de Silver City, construyó casetas de zinc a lo largo de la calle central. Estas casetas estaban divididas por ocho servicios (escusados) que, eran utilizados para que los trabajadores y sus familias hicieran sus necesidades.
Eso era de lo más execrable. Realizar tales necesidades, frente a pequeños cerros de excrementos y materia fecales. No pocas veces, pasaban días y la limpieza no se hacía. Algunos, ante tal realidad, compraban basenillas para hacer sus necesidades.
Cruzaban la calle y tiraban el producto de sus necesidades al interior de los servicios mencionados. Igual ocurría con los baños. En los barracones, integrados por seis cuartos que habitaban los trabajadores y sus familias, sólo habían cuatro baños.
Pero lo más grave, cuando se entraba a esos baños, había que tener cuidado, porque las ratas, que parecían conejos, pululaban por cuantas rendijas tenían esos baños.
Igual las cocinas. En las madrugadas salían como sindicatos; se tomaban la cocina y casi siempre, alguien resultaba mordido por una de esta especie.
Esa realidad, nada que ver con la llamada zona, donde vivían los jefes y ejecutivos de la empresa. Un paraíso de confort. Los hijos de los trabajadores no podían entrar. Les estaba prohibido.
Casi siempre niños eran arrestados por entrar y tomar una fruta, sea mango, mandarina o pipa. La policía de la época se prestaba para semejante atropello.
Esa zona tenía sus clubes selectos, escuela, cancha de tenis, piscina, predios para jugar golf, etc. Las diferencias entre ambos hábitats eran profundas. Los niños de Silver City teníamos nuestra piscina y se llamaba, mojón beach.
Tuberías inmensas que llegaban hasta dentro del mar y por las cuales salían las aguas servidas de heces. Desde esas tuberías saltábamos al mar. Inocencia de niños y éramos felices, con nuestros cuerpecitos llenos de ronchas e infecciones.
Desde ese tipo de adversidades salieron buenos deportistas y atletas. No se trata de resentimiento alguno, sino de dejar un testimonio de que, a pesar de las adversidades, se puede salir adelante. Aún en contra de la satanización del sindicato, esta organización fue un acicate para mejorar la vida de los que nacimos y crecimos en Silver City.
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