Por Alejandro Román Sánchez
1.El debate estéril . Siempre es aconsejable evitar, en lo posible, participar en debates que se convierten en abiertas confrontaciones, cargadas de una sobredosis de pasión y adrenalina, carentes de racionalidad y de la más elemental cortesía, orillando la tozudez, la arbitrariedad y la insensatez. Estos debates son normalmente extenuantes, hirientes y nocivos, para finalmente terminar en la nada. No son gratificantes y menos enriquecedores.
Cada cual desde su esquina se coloca virtualmente en el centro, sin renunciar desde el inicio, durante y al final del encuentro, a su posición. Luego de fogosos intercambios, que pueden causar heridas y efectos indeseables, se invoca la máxima: hay que respetar las opiniones ajenas. Si desde un principio se aplicara la misma, los encuentros serían otros.
Si se tienen que respetar las ideas que se plantean, sin importar si son absurdas, falsas, insolentes o dañinas, entonces que caso tiene debatir. Se supone que el debate es para acercarse a la verdad, a la razón, a lo objetivo.
El debate enriquece cuando se exponen distintos ángulos sobre el asunto, pero desde perspectivas que se sustentan en la razón y en los principios y valores éticos y morales, que se contrastan con la realidad. En estos casos el debate nos sirve, al menos, para conocer esos distintos ángulos que no teníamos en cuenta.
Los debates que derivan en meras discusiones son un entretenimiento para aquellos que no les interesa saber si están cerca o lejos de la verdad, de lo objetivo, de lo procedente. Esto suele suceder en determinados temas, donde la creencia, la identidad y la lealtad (religiosa, ideológica, partidaria o de grupo) están por encima de lo demás, por ser absolutamente verdaderas y/o prevalecientes; y por lo tanto, exclusivas y excluyentes.
Sus posiciones descalifican a lo distinto y a lo contrario. Desestiman cualquiera cosa que no se ajuste a su creencia o pensar. Pese a que sus análisis contrastan abiertamente con los principios, creencias y posiciones que pretenden defender, mantienen sus dichos como verdades irrefutables, que contradicen a los demás. Sencillamente, es perder el tiempo.
2.La tendencia de compartir lo propio y lo ajeno cuando nos cuesta poco o nada en lo personal. La humanidad tiene la tendencia de ser solidaria con los recursos materiales ajenos y con los recursos morales y espirituales propios, porque en lo personal los unos y los otros nos cuestan poco o nada compartirlos.
Es fácil disponer de lo ajeno y regalar nuestras buenas vibras para ser solidarios con causas justas.
Expresamos simpatía con las causas nobles y los casos de justicia, siempre que no nos afecte, o nos afecte poco en lo personal.
Los panameños no escapamos de dicha tendencia. Sin embargo, obviamente hay excepciones. Sobre todo ante causas que se convierten en asunto de interés nacional, porque de una manera más racional y emocional entendemos que directa o indirectamente nos afectan en lo colectivo y en lo individual, como el tema del medio ambiente (la minera), la soberanía, la patria, la libertad y la corrupción.
Ante estas causas, el panameño se crece y es capaz de marchar juntos y poner en riesgo su integridad y vida. Así lo atestigua la historia patria.
3.Experiencia de esta tendencia en el aula de clases . En los años de docencia universitaria hemos realizado un ensayo social, en el que nos hacemos pasar por distintos profesionales, v. gr. ingeniero, matemático, contador, etc.; menos por abogado. Incluso hemos sido osados, al pasarnos por mecánico.
Todo para decirle a los estudiantes que no somos la persona idónea para dictar el curso de Derecho, dado que no cumplimos con lo básico para enseñarle la asignatura. De esta manera les hacemos ver, que le vamos a violar su derecho a la enseñanza como estudiante universitario. Les pedimos su ayuda personal y colectiva para violarlo con sus apoyos.
El resultado ha sido siempre que aceptan y nos respaldan. Han llegado a justificar la situación, diciendo que todos tenemos derecho a trabajar y a vivir. Aunque admitimos públicamente nuestra ignorancia sobre el tema, son generosos al regalar tiempo de ausencia para que revise el material. Tiempo que ellos prometen aprovechar para conocer sobre la asignatura.
Pero estamos seguro que este aparente acuerdo se mantiene, mientras no haya fracaso. Tan pronto alguien o varios obtengan la calificación de F., el veranillo llega a su final. Se acordarán que no somos idóneo.
Mientras entiendan que nuestra propuesta no les afectará sus calificaciones individuales, no sienten la necesidad de rechazar colectivamente tal injusticia.
Este ensayo social lo hemos aplicado en distintas facultades, en distintos años académicos y en distintos niveles de enseñanza universitaria, así como en distintas universidades. El resultado ha sido el mismo. El factor común es la tendencia de nuestra cultura, de no enfrentar individual y colectivamente las injusticias, mientras ellas nos permitan en lo personal funcionar y obtener logros.
Se dirá que esta tendencia es de la humanidad, porque se encuentra presente en otras culturas. Solo que hay pueblos que han comprendido el mal que ella conlleva, por lo que cuentan con grupos organizados que enfrentan y reaccionan ante ellas. Hacen falta más de esas personas y grupos.
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