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El arte de envejecer

En estos momentos de incertidumbre social, angustia vivencial y emociones encontradas, ofrezco para su lectura un pasaje de mi libro “El arte de envejecer”, disponible en la Librería Cultural Panameña, vía España, Perejil. Quizás resulte de provecho a quien se anime leerlo.

Por: Miguel Montiel Guevara

IX Parte

¿Y qué hay de la amistad, la lealtad y el agradecimiento? Son parecidos, pero no lo mismo. ¿Cuándo es uno y no lo otro? Definirlos no basta para saberlo. Hay que enfrentar situaciones vivenciales y tener que decidir.
Vivir circunstancias del amplio espectro de la vida cotidiana, familiar. Dilemas entre lealtad y agradecimiento. Encrucijada moral de muchos jueces y magistrados.

Lealtad a los principios, agradecimiento a los favores. ¿Y cuándo media el nexo familiar, la amistad? ¿Aquello de “la familia con razón o sin ella”? Conflicto de razón, voluntad y sentimiento. Remolino del espíritu. Al final cuestión de
imperativos categóricos que asumirán la paternidad de penas y alegrías.

Lealtad y agradecimiento van tomados de mano de la amistad desde la infancia y en el andar de años galvanizan el carácter. Seremos hombres de valía o canallas. Es necesario vivir con bizarría, asumir con hidalguía las altas y bajas que la buena o mala suerte nos depara, como enseña Víctor Hugo con su inmortal Jean Valjean. Ser o no ser hombres de respeto, llegar a la vejez con gallardía, porque al decir de Miguel de Montaigne <es incierto el lugar donde la muerte nos espera, esperémosla pues, en todas partes> y cuando llegue no sintamos vergüenza por los muchos, muchos años que hayamos vivido. Entrar a la vejez con la frente en alto, no importa las arrugas, ni estar acompañados de soledad. Para Nietzsche “la valía de un hombre se mide por la soledad que le es posible soportar”. ¿Y si no puede? Por eso pesan tanto más los afectos que los conceptos…las visitas de parientes y amigos en la vejez. Son reconstituyentes. Se puede morir de tanto llorar
en la soledad del silencio, deseando siquiera la compañía de un perro. La vida hay que saborearla hasta los huesos, hasta el postre de los recuerdos. Gustarla día tras día, sorbito a ¿sorbito como un buen vino tinto añejo más años que los que
tienes.

Envejecer con el deseo de vivir, tal el arte de envejecer. Con agenda abierta para el pensamiento crítico y autocrítico, validado por la experiencia, don de la vejez; “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Sabiduría y vejez juntas, regalo de la naturaleza para toda la humanidad. Antaño los ancianos de la tribu eran respetados y venerados.
Constituían consejos de ancianos a los que los jefes llevaban los asuntos más importantes de la comunidad. Y su opinión era considerada. En la crisis civilizatoria del mundo de hoy ya no son tan importantes, salvo quizás la excepción de Japón.

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