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Editorial

Como arriera sin pestaña

 

El presidente de la república, José Raúl Mulino, ha comparecido a la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas y lejos de preservar la condición de nuestra neutralidad y especialmente cuando dentro de tres meses seremos parte del Consejo de Seguridad de esa organización, lejos de un comportamiento coherente con esa próxima responsabilidad del país, le presidente le dá rienda suelta a sus querencias ideológicas y a la ya proverbial genuflexión que tanto daño le ha hecho a la patria panameña.

Resulta que decide reunirse con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, a quien desde hace rato se le venció su periodo constitucional y se sirve de la situación de guerra que vive su país para mantenerse arbitrariamente en el poder  con el beneplácito de occidente que, en otras latitudes exige elecciones en el término de cada mandato, dejando al descubierto otro hecho más que confirma el doble estándar con que este grupo de naciones miran la distintas situaciones en el mundo.

Panamá tiene en razón de nuestra Constitución el deber de mantener una postura neutral y coherente con nuestro ordenamiento que dice en el ARTICULO 315. “El Canal de Panamá constituye un patrimonio inalienable de la Nación panameña; permanecerá abierto al tránsito pacifico e ininterrumpido de las naves de todas las naciones y su uso estará sujeto a los requisitos y condiciones que establezcan esta Constitución, la Ley y su Administración”.

Ante este texto que, es muy claro, no se puede entender que estemos respaldando a una de las partes en conflicto, comprometiendo nuestro ordenamiento constitucional y exponiendo al país y convertirlo alegremente en un objetivo militar de represalia por la otra parte que, además, tiene la capacidad y potencia militar que nosotros no tenemos como emparejar siquiera y especialmente descalificarnos en el Consejo de Seguridad antes de ocupar el puesto en los próximos meses.

La Carta fundamental de la ONU, como de su Consejo de Seguridad exigen de sus miembros, un comportamiento respetuoso de esos principios y, en el desempeño de sus funciones se exige imparcialidad, independencia y de ningún modo ser parte de los conflictos que se pretenden resolver para establecer una paz duradera.

Nuestra política exterior, indefectiblemente debe responder al interés nacional de los panameños empezando por el respeto a nuestro ordenamiento jurídico constitucional y en modo alguno a la aquiescencia de nadie en particular, aunque sea el mandatario de la nación.

Es evidente que no tenemos una política internacional coherente, sensata y lo que hacemos es el hazme reír del mundo, además de confirmar que, andamos en política internacional como a lo interno, como arrieras sin pestañas.

¡Así de sencilla es la cosa!

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