Jaime Flores Cedeño
Profesor de Filosofía e Historia
La fundación de la ciudad de Panamá, que cumplió hace poco 505 años, tuvo entre sus antecedentes profundas rivalidades entre los españoles que desembocaron en crímenes como el sucedido en contra de Vasco Núñez de Balboa, quien sería decapitado en Acla en enero de 1519, por el Gobernador Pedrarias Dávila. Balboa, no era un inmaculado como algunos historiadores han querido santificar. Se le ha responsabilizado por la desaparición en alta mar de Diego de Nicuesa y el trato despiadado hacia la población indígena al momento de su llegada a Santa María la Antigua del Darién.
Los españoles cuando arribaron a Tierra Firme traían consigo experiencias de conquista y crueldad aplicadas en el Caribe, las cuales produjeron épicas rebeliones por parte de los indígenas en la última década del siglo XV, como las escenificadas por los líderes: Caonabo, Anacaona, Hatuey y Enriquillo.
Un aspecto importante a destacar es, que los españoles tenían el objetivo de hacerse ricos de forma rápida por medio del saqueo de las riquezas minerales que poseían los aborígenes. Para cumplir con este propósito pusieron en práctica métodos horrendos de esclavitud utilizados en Europa, donde el esclavo era destruido en pocos años física y mentalmente, todo ello bajo el aval del clero católico que bajo preceptos aristotélicos justificaban estos actos de opresión.
La fundación de la nueva urbe ubicada en las riberas del Mar del Sur, estaba planteada dentro de un enfoque de conquista y colonización que extendería los dominios de la Corona española hacia Centro y Sudamérica. Ejemplo fue la incursión de Pizarro, Almagro y los trece de la fama, “dignos” habitantes de la ciudad de Panamá, que llegaron a las tierras incaicas a cometer toda clase de despojo y genocidio, siendo uno de los primeros sacrificados el propio Atahualpa, Emperador Inca.
“Las luchas libertarias de los pueblos autóctonos y cimarrones en el Istmo representan una historia de dignidad y valor, que no podemos olvidar, a pesar del intento de algunos sectores de las élites panameñas direccionada a que olvidemos nuestro pasado, que constituye la base del ser panameño”.
En las décadas posteriores de establecida la ciudad se fortalecieron las prácticas de esclavitud en el Istmo que trajo consigo un sinnúmero de rebeliones indígenas La historiografía menciona entre otros a: Urracá, París, Natá, Ponca, Pacora, Tararequi y Natá. Este tema fue estudiado, hace algunos años, por la doctora Susana Richa de Torrijos, en un ensayo titulado: “Personajes históricos de Panamá la Vieja”, el cual merece nuestro reconocimiento.
Las sublevaciones y su consecuente represión diezmaron a la población indígena, aunado al trabajo agrícola, y en las minas, donde morían en un lapso menor de un lustro. Esta situación provocó la traída masiva de negros procedentes de África, a solicitud de Fray Bartolomé de las Casas, quien años más tarde se arrepintió de haberlo sugerido. No obstante, las rebeliones indígenas no cesarán en el Caribe, ni el Istmo, que tenía como centro de operaciones la ciudad de Panamá, sitio de residencia de las autoridades coloniales.
El Gran Combatiente de la Resistencia: Ubarraga Mania Tugrí
Los cimarrones también escenificaron grandes rebeliones que tuvieron resonancia en España. Un amplio número de esclavos escapaba de la ciudad de Panamá hacia las montañas para formar palenques y trincheras de combate. Al respecto, cabe señalar, que el Oidor Criado de Castilla, estimaba que para el año 1575, en el Istmo podía haber 8,629 negros, y de estos, 1,600, estarían ubicados en la ciudad.
Bayano, legendario Guerrero
Uno de estos esclavos que se rebelaron en contra del sistema imperante fue Bayano, descrito por Luis A. Diez Castillo, en su obra: “Los cimarrones y los negros antillanos en Panamá”, como: “Un acucioso y hábil cimarrón que trabajaba como esclavo en la residencia del Presidente de la Audiencia de Panamá”. Bayano, agrupó a centenares de esclavos los cuales propinaron significativas derrotas a los españoles bajo la táctica de sorprender al enemigo y por medio de ataques nocturnos.
El autor dominicano Juan Bosh en su libro titulado: “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, decía, que Bayano y sus seguidores: “Dieron mucho que hacer a las autoridades de Panamá, puesto que atacaban los puntos estratégicos del camino que comunicaba Panamá con Nombre de Dios, esto es, la ruta del mar Pacífico al Caribe, por donde se movían las cargas de oro del Perú que se enviaban a España”.
Hubo otros cimarrones que pasaron a la historia por su espíritu guerrero y forman parte de esa estela de héroes que la historia oficial se resiste a reivindicar en su justa dimensión, nos referimos a: Felipillo, Luis de Mozambique y Antón Mandinga.
En la conmemoración de los 505 años de fundación de la ciudad de Panamá, resulta importante no olvidar la heroicidad de los indígenas y cimarrones, los cuales pelearon hasta ofrendar sus vidas en aras de obtener la libertad. En esta línea de pensamiento, recordamos, que, al celebrarse el quinto centenario de la urbe en el año 2019, hubo conferencias de “letrados” que se dedicaron a endiosar a los conquistadores cuyas espadas estuvieron manchadas con sangre de inocentes.
Este discurso apologético no es casual, dado que va dirigido a fortalecer el concepto de historia romántica y, proespañola, que los gobiernos oligárquicos impusieron en los textos oficiales desde inicios de la República.
Las luchas libertarias de los pueblos autóctonos y cimarrones en el Istmo representan una historia de dignidad y valor, que no podemos olvidar, a pesar del intento de algunos sectores de las élites panameñas direccionada a que olvidemos nuestro pasado, que constituye la base del ser panameño.
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