Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Temiendo tal vez, perder el control, recordemos que uno de los terrores más grandes es perder el control, La Asamblea Nacional, y nuestras flamantes autoridades incluyendo a los de seguridad, han entrado en una fase de delirio enfermizo e impropio del normal funcionamiento de la razón que se plasma por la realización de actos extraños y destructivos, y así, en medio de una realidad dramática en que vive el país, sin “chen chen” y sin visualizar en el corto plazo un despegue de la economía o reactivación de la actividad económica, con una súbita bajada en los ingresos públicos, un crecimiento de las cifras de evasión a más de 7 mil millones anuales en la actualidad, lejos de comportase racionalmente, y actuar de conformidad con el trance histórico, de manera inexplicable, les ha dado por hacer lo contrario a lo que la razón y la sensatez aconsejan.
Lejos de transitar a través del sentido común que, aconseja amoldarse a las nuevas y dramáticas condiciones de una seria escasez, la locura les ha dado por promover a un presupuesto aumentado, es decir, cuyo sustento en los ingresos no es seguro, como si estuviéramos en tiempos normales, en abierto e impropio desafío a la realidad fáctica que aconsejaba la mayor prudencia.
Es probable que, los factores propios del ejercicio del poder, al margen de pisar tierra, es decir de ser realistas y racionales, los haya afectado, no en el sentido del gusto, sino en la visión realista de las cosas, y se les haya alterado la tangente y tal vez no logren encontrar el azimut que los devuelva al toque o vínculo con la realidad.
Hay que tener coraje para, en medio de semejante crisis por la que atravesamos, lejos de procurarse un ajuste ejemplar y de asignar a la salud, y alimentación del pueblo panameño, la mayoría de los escasos recursos del presupuesto nacional, haya quienes a contrapelo de la realidad, están pensando en aumentos jugosos de sueldos, y en millones de balboas en contratos para satisfacer a la clientela política, incluyendo a la propia Asamblea Nacional que puede manejarse con 50 millones de balboas, pero han aprobado cien millones por encima de la realidad fiscal y además hayan violentado la constitución política y la Ley y aprobaron el presupuesto llevándose de calle el Ordenamiento jurídico establecido.
Es también inadmisible que, en el momento de mayor auge de gastos de las Fuerzas de Defensa, en 1987, su mayor presupuesto anual alcanzó la cifra de 120 millones anuales y nadie objeta que había mucha seguridad en el país en esa época. Hoy, con serias falencias en materia de seguridad pública y nacional, el presupuesto casi alcanza la suma de 1,500 millones de balboas anuales, es decir, un incremento de 12.5 veces más, de los cuales un 87% corresponde a salarios, emolumentos y pagos de privilegios que desoyen la Constitución política vigente.
Todo esto, se ensaya en medio de una carestía y gazuza que, vive una gran parte de los compatriotas, muchos de los cuales ven disminuir sus ingresos frente al aumento de precios de la canasta básica y de productos de primera necesidad.
Hacerse los locos; es su derecho, pero más les vale regresar a la realidad y ajustarse los cinturones como corresponde a fin de evitar que; el pueblo enardecido, determine que, por causa de sus vivezas, se les instruye que deben quedarse en sus casas en forma definitiva, pues nos salen muy onerosos y nos vemos obligados a ahorrar tales recursos, porque observando prioridades, el que el pueblo coma y se garantice el servicio público básico de la salud, tiene prelación sobre cualquier otro gasto o inversión pública conforme lo establece la escala de Maslow y en fiel observancia de nuestra dramática realidad y en virtud de lo establecido por nuestro principal ordenamiento jurídico constitucional.
¡ Así de sencilla es la cosa!
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