Esa clase social que nos gobierna, post invasión, llámese oligarquía, burguesía, capitalistas o “rabiblancos”, agrupados en el Consejo Nacional de la Empresa Privada, Cámara Panameña de Comercio e Industrias, Cámara panameña de la Construcción, Sindicato de Industriales de Panamá, entre otros gremios de empresarios, son los mismos que festinan y festejan en el Club Unión la miseria del pueblo panameño.
Por Carlos Ochoa E.
Cuando escribo estas líneas se cumplen 35 años de la criminal e injustificada invasión de Estados Unidos, acto criminal que bien puede llamarse, un crimen de lesa humanidad, Dicho esto, los que tengan menos de 40 años, no tienen el menor recuerdo de dicho acto criminal. La «justificación” era capturar a Manuel Antonio Noriega, Jefe de las Fuerzas de Defensa y antiguo aliado de los Estados Unidos y “restablecer la democracia”, democracia tutelada por el imperialismo norteamericano, que nunca ha resuelto los graves problemas de ningún país del mundo.
Hay que recordar que durante el gobierno de los militares, hasta 1978, los partidos políticos fueron proscriptos, declarados fuera de ley, todos ellos liderizados por la oligarquía criolla, que como clase social dominante, se oponía a las negociaciones de los Tratados-Torrijos Carter, para que Panamá recuperara la Soberanía sobre la franja canalera (Zonal del Canal) y los recursos económicos derivados de ella. Es necesario aclarar, que durante el gobierno de los militares, la oligarquía criolla nunca perdió el poder económico, fué mermado sí, pero lo único que perdió fue el poder político, administrar el Estado.
También hay que recordar que luego del triunfo de la revolución cubana en 1959 y su declaración de un gobierno socialista en 1962, lleva a los Estados Unidos a cambiar de estrategia de dominación a los países latinoamericanos, así durante las décadas de 1960-1970, el imperialismo cambió la política del “garrote” a la política del “buen vecino” la misma jeringa con otro pitongo, en ese contexto nace la “Alianza para el Progreso” y aparecen los organismos internacionales de empréstitos, BID, FMI, entre otros, en ese escenario aparecen las denominadas políticas neoliberales; un nuevo liberalismo, según sus defensores, un capitalismo menos salvaje que el existente hasta ese momento.
Para entender mejor la política de Estados Unidos para América Latina, se hace necesario leer y analizar dos documentos redactados por la CIA a inicios de la década de 1980, conocidos como Santa Fe 1 y Santa Fe 2, además hay que reconocer que Estados Unidos, per se, ha considerado a América Latina como su traspatio, de allí que todo gobierno que no le sea afín a sus intereses hegemónicos, lo acusan de comunista, dictatorial, antidemocrático, de apadrinar el narcotráfico o de corrupto. Olvidan que la droga se paga en dólares y casi toda, el más alto porcentaje, viaja a los Estados Unidos y otros países desarrollados
La política nacionalista e independiente de los militares encabezada por Omar Torrijos Herrera, era una piedra en el zapato y un mal ejemplo para otros países, también un obstáculo para imponer las políticas neoliberales; dentro de ese contexto se lleva a cabo la invasión a Panamá, para poner gobiernos dóciles y serviles a sus intereses.
Después de la invasión a Panamá, 1989, han pasado seis gobiernos, donde en teoría, tres eran social demócratas, que debieron por lo menos exigirle a los Estados Unidos una indemnización por los miles de panameños muertos y por los daños, morales, económicos sociales y políticos causados a nuestro país, pero nada, ni siquiera pidieron una disculpa que como país digno y soberano merecemos, de momento creo que estamos en Puerto Rico.
Esa clase social que nos gobierna, post invasión, llámese oligarquía, burguesía, capitalistas o “rabiblancos”, agrupados en el Consejo Nacional de la Empresa Privada, Cámara Panameña de Comercio e Industrias, Cámara panameña de la Construcción, Sindicato de Industriales de Panamá, entre otros gremios de empresarios, son los mismos que festinan y festejan en el Club Unión la miseria del pueblo panameño.
Son los mismos que se opusieron a los Tratados Torrijos-Carter, con el “slogan” que no se comía soberanía, hoy son los que disfrutan los beneficios del Canal de Panamá, son los mismos que pidieron la invasión, so pretexto que no había democracia, solo porque ellos no tenían en sus manos el poder político, es decir, si ellos no están al frente del Estado, entonces no hay democracia, y por eso, son los mismos que pedían a gritos que se aprobara el leonino contrato con Minera Panamá, y son los mismos que están pidiendo que los diputados de la Actual Asamblea Nacional, aprueben las nefastas reformas a la Ley del Seguro Social, donde al final de cuentas y de cuentos, serán ellos, igualmente los grandes ganadores y los asegurados y los panameños en general los grandes perdedores.
Tienen en suspenso y en ascuas al pueblo, pero los vientos que soplan y las aguas que se agitan, quieren, aunque digan que no, darnos un madrugonazo, de que sirve tanta consulta, sino son tomadas en cuenta, so pretexto que no son sustentables y sostenibles. El problema del Seguro Social no es solamente falta de dinero, es la pésima administración, per se, a ello lógicamente hay que agregar la evasión y la elusión de la cuota obrero patronal, la falta de voluntad y estrategia para los informales y otros trabajadores puedan cotizar.
No hay que muy lejos, por mezquindad, codicia y avaricia, no han elaborado una estrategia para allanar la brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que no tienen nada, más de un millón de panameños viven en extrema pobreza. Son ellos los que se oponen al sistema solidario, porque la única solidaridad que conocen es la de ellos con sus cajas registradoras. No ser solidario es desconocer o no creer en las sagradas escrituras.
El autor es Sociólogo y Profesor de Geografía e Historia
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