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La navidad, inolvidable y triste que marcó a una niña.

Amada Andrade E.
Educadora jubilada

 

Era la víspera de la Navidad, tuve un sueño, recuerdo era un domingo, tenía 10 años, desperté, fui donde la vecina que apodábamos Meña, y le pregunté que si quería que le fregara los trastes y me dijo que sí, pero que habían del mediodía y tarde del día anterior y le dije que no importaba, busque los cubos de agua y fregué los trastes. La paga fue de $0.10; luego acudí donde otra vecina e hice la misma operación. Teniendo en mi poder la suma de $0.20.

Le pedí permiso a mi mamá, para ir a Calidonia al lado del Capitolio (cine de la localidad), a comprar un chance que en esa época costaba $0.20, pero como niña curiosa me acerque a la vidriera de un almacén llamado Ofelia, vi una hermosa muñeca (parecida a un bb) que costaba en esa época B/2.95.

Esperé con mucho ansia la lotería dominical, que en esa época jugaba a las 11 de la mañana, mi mamá puso la radio (Grundig), para escuchar el sorteo. Cuando el locutor narra y dice la primera cifra es 5, saltaba y remaba de la emoción, cuando anunció la segunda cifra fue 4. No lo han de creer, mis saltos en la cama eran más altos que los de Saladino.

Me regañaron, recuerdo que me dijo muchacha loca, yo no tengo ese número. Le dije: mamá, mamá, me gané un pedacito de chance, en ese tiempo pagaba la fracción B/11.00, sentí que tenía una fortuna en la mano, se lo dí a mi mamá y le dije; solo quiero que me de B/ 3.00 dólares para comprar la muñeca, que vi en el almacén Ofelia, mi madre, guardó silencio.

El lunes cambió el chance y cómo niña inquieta le pedí para comprar la muñeca, me miro con cara de pocos amigo, dándome el dinero.

Iba como el » jibarito loca de contenta», compré la muñeca ( más grande que un bb), cuando llegó a la casa, contenta a enseñarle la muñeca, nunca me imaginé lo que me esperaba, tomó la correa y me dijo; ahora vamos a desayunar, a almorzar y cenar muñeca.

Recuerdo que mi mamá, me tenía como regalo para ese día unos patines, ya que el 25 de diciembre la recordada María Carter Pantalón, pasaba por todos los barrios a buscar a los niños para llevarlos a patinar al Balboa ( antigua zona del canal), ese día daban permiso en el lunch meat para que los niños compraran golosinas, no me dieron permiso para ir. Y como castigo tuve que jugar todo el día con la muñeca.

La verdad, nunca comprendí como niña, la razón tan grande, de la rejera que me dieron.

La narrativa es verídica y marcó mucha tristeza en mi corazón, que nunca he podido olvidar cada vez que llega la navidad.

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