El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por: Dr. Abdiel Rodríguez Reyes
Doctor en Filosofía
Muchos piensan que hablar de colonización e imperialismo es anacrónico, sin embargo, aún es una tarea pendiente la descolonización, en distintos planos: político, económico e incluso epistemológico y, es válido planteárselo ante la afrenta del trumpismo. Es muy abstruso hablar de defender al país ante la arremetida imperial, sin una posición descolonial y anti imperial. Desde la configuración del moderno sistema mundial en el siglo XVI, se impusieron dispositivos coloniales, al unísono con la colonialidad como patrón de dominación y propiamente la explotación capitalista. No hemos sido ajenos a esta realidad histórica.
Nos independizamos de España en 1821, de allí, nos unimos a Colombia hasta 1903, cuando por segunda vez nos independizamos, pero, con el imperialismo incrustado en nuestra espina dorsal, a través de un enclave colonial de 1432 km2. Hemos estado bajo la dinámica de la Doctrina Monroe y posteriormente como dijese el general Omar Torrijos, bajo el paragua del Pentágono. Luego de diversas luchas por la plena soberanía de nuestro territorio, desde las luchas estudiantiles de la década del cincuenta, como bien lo describe nuestro maestro Carlos Chuez en su libro Lucha por la soberanía y la democracia en Panamá, hasta 1964, logramos recuperar, a través del Tratado Torrijos-Carter en 1977 la Zona del Canal, lo cual se hizo efectivo en 1999. Hoy la lucha continua bajo el asedio del trumpismo en el contexto de la crisis de hegemonía de los Estados Unidos.
Para el caso panameño, el imperialismo quiere poner en práctica “la llamada enmienda De Concini, que otorga, más allá del año dos mil, derecho a Estados Unidos a intervenir el Istmo”, como lo plantea constantemente el presidente Donald Trump, quien no puede asegurar el descarte de la vía militar; pero, como bien lo planteó Víctor Ávila en Panamá: luchas sociales y afirmación nacional, hay un elemento insoslayable, “el principio de no intervención en los asuntos internos de los estados, consagrado en las Cartas de la ONU y de la OEA”. Adicional a estos aspectos formarles muchas veces desdeñados por el imperialismo, es importante tener una conciencia de afirmación nacional, antiimperial y descolonial, lo cual implica entre otros aspectos, un nuevo proyecto político, de unidad de las fuerzas vivas, populares y democráticas del país.
Con el general Torrijos se ganó una batalla vía diplomática importantísima para lograr nuestra soberanía. Lo fundamental será nuestra plena autodeterminación y, en eso coinciden pensadores como Ornel Urriola en Dialéctica de la nación panameña y, también, Ávila en la obra ya citada. Un nuevo proyecto nacional no se conseguirá con la élite política tradicional. De allí la importancia de la formación política constante para la configuración de un nuevo bloque histórico capaz de articular políticamente las tareas pendientes. Entre apropiarnos de nuestro pasado popular y diseñar nuestro futuro democráticamente.
Como bien lo planteó Miguel Montiel Guevara en El canal: contradicción dialéctica de la nación panameña, “los panameños debemos estar hoy más unidos que nunca. Se avecina el momento culminante de nuestra historia republicana, al consolidarnos como una nación consciente de su pasado, consciente de su conformación racial y cultural acrisolada”. Esto recobra vigencia ante las temerarias pretensiones imperiales. Por más que atenten con nuestra historia, de hacernos olvidar nuestro pasado de lucha popular, anti imperial y descolonial, la historia no se detendrá, aunque haya obstáculos y su despliegue sea zigzagueante, es fundamental captar sus movimientos.
Adicional de la política imperial dominante, nuestra elite política tradicional evoca una falsa unidad y nacionalismo abstracto para sus particulares intereses. Estamos en un país que navega entre la corrupción y las desigualdades. Un nuevo proyecto político habrá de ser anti imperial y descolonial, de cuño propio e interconectado globalmente, cuyo derrotero sea garantizar el postergable bienestar social y ambiental para las mayorías.
