Por: Rafael Ruiloba.
Como es fama hay un zambapalo, una trifulca entre la comisión de gobierno de la Asamblea de diputados y los ínclitos y ubérrimos magistrados del tribunal electoral, una especie de Corte de los milagros electorales, dulce en favores, dueña de los votos de los panameños, maestros en las trapisondas del conteo de votos y el birlibirloque de negociaciones de recamara. El problema es que los diputados fuman debajo del agua, y son el centro neurológico de una democracia basura. Ende hay que buscar butaca. Este enfrentamiento se debe a que la corte de los milagros electorales, no quiere que los diputados cambien un ápice de las reformas electorales, pues ellos son los legisladores del sector, y aprovechan para recordar que ellos son quienes fabrican diputados y que los beneméritos no pueden cambian su proyecto de ley del embudo favorable a las minorías. Los diputados dicen que ellos son los legisladores y cambio y fuera, ellos proponen sus propias reformas electorales, como impedir que los medios de comunicación o las redes sociales acojan o promuevan denuncias que afecten al candidato del gobierno, sobre todo si se trata del inmaculado.El problema es que el berrinche evidencia que el sistema electoral panameño responde a un modelo de democracia donde el voto del pueblo, no significa nada. No hay segunda vuelta, los gobernantes no están obligados a cumplir promesas electorales y no hay revocatoria de mandato por no cumplirlas. La participación de pueblo en la democracia de minorías termina cuando termina la votación.
El problema aquí es que el berrinche de la corte de los milagros, pone en evidencia la intimidad de una democracia fantoche, al igual que la conducta garpante de los diputados que desean inmunizar al ungido para que nadie le recuerde su glorioso curriculum pandémico, pues nadie podrá criticar a los candidatos durante las elecciones , ni en los medios comprados , ni en las redes sociales. Serán dioses en el Olimpo electoral, inmunes a la crítica, protegidos por el dios Mammon, amados de Mut, por Yahvé y por el contralor de la Res Publica. al menos es lo que ellos creen. Por lo que la ley electoral, será la ley de Procusto, aquel personaje que acostaba a sus enemigos en una cama pequeña y si le sobresalían los pies se los cortaba para que ajustara a su medida. Lo que convierte la farsa electoral panameña, en una tragicomedia infame y proterva. Por lo que el Tribunal Electoral se pone los moños defendiendo su proyecto para que la farsa electoral de minorías no entre en crisis. Por eso los del tribunal que está contra la segunda vuelta, esa camarilla que cuenta votos dos veces, han pegado el grito al cielo, porque si dos elefantes se balanceaban en la cuerda de una araña, se rompe. Es mejor la farsa de minorías, a la ley de Procusto, que pone en peligro todo el sistema.
Por lo demás, a quien le importa si se impone el modelo electoral, para la farsa de minorías, propuesto por el Tribunal Electoral, o si se impone el modelo de Procusto, donde además de la farsa sin mayoría social, se impone la aberración. Lo que necesitamos en esa ley de marras es que la mayoría decida la legitimidad de los gobernantes.
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