MARIO CALVIT.|

Por: Pedro Rivera.

Hoy estuve en casa de Mario Calvit, apenas unos minutos después de su fallecimiento. Vivimos en la vecindad, y antes de que la pandemia cambiará nuestras vidas para siempre, nos veíamos con cierta regularidad.

Silvia, y el mismo Mario, cocineros por vocación nos invitaban a almorzar cada cierto tiempo, a Aida y a mí, casi casi como si se tratara de un mandato escrito en piedra.

Eran encuentros rituales como solo pueden darse entre hermanos y amigos que a lo largo de sus vidas compartieron los mismos sueños e idénticas utopías. Y, porqué no decirlo, las mismas decepciones.

Desde el balcón de su casa veíamos como el Ave Fénix de la patria, que remontó el vuelo al recuperar su integridad, regresaba poco a poco a su vieja condición de cenizas. De eso hablábamos, no sin rabia Mario Calvit es uno de los grandes pintores de Panamá, los pinceles eran extensiones de las manos y de su corazón, encabritados como sus caballos y sus paisajes.

Mario, forma parte de una generación de pintores que contribuyeron a crear al alma nacional, a darle a lo que somos identidad universal.