Por: Eduardo A. Reyes Vargas
Plan o sistema ideal de gobierno en el que se concibe una sociedad perfecta y justa, donde todo discurre sin conflictos y en armonía., es lo que define la utopía.
Democracia, término referido para designar a una de las formas de gobierno en que puede ejercerse el poder político del y para el pueblo.
Esa simbiosis de ambos conceptos, utopía y democracia, sin duda alguna lo entiendo, da lugar a debates.
Pero pasan siglos y siglos y nacen nuevas esperanzas de llegar a ella.
Sin embargo solo llegamos a ese final de la utopía.
Quizás Marcuse nos los advirtió en su famosa obra.
No han importado los movimientos con signos de derecha o izquierda que han logrado una total desilusión en sus pueblos.
Las democracias han vendido al igual que las no democracias, que basta y sobra elegir, denunciar y tener algunos mezquinos derechos para constituirnos en democracias verdaderas.
De nada vale a los pueblos acudir a seleccionar sus representantes en los gobiernos si los mismos dan la espalda a sus electores y no existen mecanismos objetivos y reales de revocatorias de mandatos. Todo queda en letra muerta.
Conocido es que las denuncias sobre abusos a derechos humanos debidamente sustentadas son captadas y la justicia no hace lo que debe hacer, que es sancionar al culpable.
Expresar que hay libertad de información y expresión es otra falsedad, pues quienes son los dueños de los medios de comunicación limitan las mismas. Y lo peor solo sirve a sus ambiciones personales. HAY POR SUERTE EXCEPCIONES.
Sirven de trampolín creando supuestos “expertos” en todas las materias a los que dan cabida a menudo en programas de opinión y en el mañana son los candidatos electos, pues llevan años en su publicidad disimulada, pero representado singulares intereses.
Ante tanta desilusión y farsas aparecen los famosos populismos con brújula política distintas, que en su mayoría caen en los placeres del poder y hasta allí llegó la esperanza.
Nuestros pueblos carecen de educación cívica que supere los clientelismos para que sepamos seleccionar a nuestros gobernantes, que en definitiva nos den como respuesta la democracia utópica anhelada.
Como médico y con el deber de ser agente de cambio, ante las debilidades de nuestros sistemas de salud y otras tantas inequidades nos atrevemos a plantear este tipo de reflexión.
¿Que nos espera?
Seguimos en nuestro Equus ferus caballus, Rocinante.
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