Para comenzar es conveniente recordar que Panamá tiene un muy elevado coeficiente de importaciones, el cual equivale al 43.2% de PIB. Esto significa que, por esta vía, nuestra economía tiende a reproducir los procesos inflacionarios del exterior. Entre los productos importados se encuentran elementos claves para el movimiento del índice de precios al consumidor como son los combustibles y los alimentos, que ya antes de los hechos de Ucrania venían mostrando una tendencia inflacionaria.
Prácticamente todos los analistas coinciden en que un efecto del conflicto bajo análisis será la elevación de los precios del petróleo y del gas licuado. Este fenómeno se puede hacer especialmente fuerte si, como señala Nouriel Roubini, en una respuesta retardataria a las sanciones de los países occidentales Rusia decide recortar su producción de petróleo.
El uso de las reservas petroleras de Estados Unidos sería insuficiente para revertir este efecto, mientras que si este país logra que algunos de su aliados decidan elevar su producción, los efectos sobre la oferta no serían inmediatos.
Ucrania, conocida como el granero de Europa, genera el 16.0% de la producción mundial de granos, siendo la tercera abastecedora de trigo a nivel mundial. También es la primera exportadora global de girasol y la segunda de cebada. Esto significa que la disrupción generada por la guerra en ese país necesariamente va a generar un nuevo incremento en los precios internacionales de los alimentos.
Para entender los efectos de todo lo anterior sobre nuestra economía es importante tener en cuenta dos elementos adicionales. En primer lugar, en condiciones de posibles desabastecimientos tanto de petróleo como de bienes alimenticios, la respuesta de los agentes económicos será la de constituir reservas, las que elevarán la demanda y, por tanto, los precios. En segundo lugar, la inflación ya existente, que ahora aparecerá como más persistente amenaza con elevar las expectativas inflacionarios que podrían dar lugar a una espiral de precios y una reducción de la confianza de los consumidores y los inversionistas.
Dado el claro carácter geopolítico del conflicto no se debe descartar la posibilidad de que el mismo genere nuevas disrupciones en las cadenas internacionales de suministro, en una economía mundial que aún no termina de resolver las provocadas por el COVID – 19. Más aun, en la medida en que, en lugar de avanzar hacia un mundo multipolar, el mismo se dirija a una separación de bloques de influencia, esta situación se agravaría. Se trata de una situación que obviamente no es la mejor para las posibilidades de optimizar los beneficios de nuestra posición geográfica.
Por otro lado, es importante tener en cuenta los impactos de la situación y de las sanciones sobre Rusia en la estabilidad del sistema financiero global. Es conocido que bancos de Alemania, Francia e Italia han prestado miles de millones de dólares a clientes rusos, entre los que se destacan los institucionales, por lo que dichas sanciones, tal como ha señalado el Banco Central Europeo, podrían poner en peligro la posición financiera de estos bancos europeos.
Finalmente se puede señalar que, si los bancos centrales deciden combatir la inflación elevando significativamente las tasas de interés, se corre el riesgo de paralizar la recuperación global. Esto en Panamá significaría tasas de intereses más elevadas y un efecto negativo en la demanda externa, en momentos que hace falta elevar los niveles de empleo.
Es hora que el gobierno presente un plan para enfrentar la situación.
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