Por: José Dídimo Escobar Samaniego
La dramática circunstancias que vivimos debe empezar por reconocer el dolor de muchas familias nuestras que han perdido no solo a sus seres queridos por la pandemia, sino sus trabajos, su libertad, y la posibilidad de vivir como estábamos acostumbrados, sin mayores restricciones de movilidad.
El presidente de la República, debe pasar revista auto críticamente a la situación fiscal que tenemos, porque no podemos seguir viviendo al margen de la realidad dramática, manteniendo un ritmo de gastos del Estado como si hubiera crecimiento económico más que normal.
Son insostenibles los privilegios que aún se mantienen, y que se le niegue auxilios a gente pobre, pero se mantenga una suma en personal de seguridad para que cuiden a expresidentes que tuvieron el privilegio de mandar en el país y no lo hicieron bien, y como castigo tengamos que cuidarlos a nuestras expensas hasta que abandonen este este mundo por millones de balboas. Satisfechos deben sentirse de haber ocupado el primer sitial del Estado sin merecerlo.
Hace un año, el presidente Cortizo nos dijo que, el expresidente Varela, violando flagrantemente la Ley de Responsabilidad Fiscal, dejó un déficit fiscal de B/. 2,317 millones del presupuesto de 2019. Dejaron deliberadamente de pagar cuentas de administraciones anteriores con proveedores y contratistas por la suma de B/. 1,836 millones y además tuvieron que redimir bonos emitidos por administraciones pasadas, por un valor de B/. 1,155 millones en el mes de enero. Además, olvidó señalar Cortizo que, el presupuesto aprobado por el anterior gobierno para su ejercicio en 2019, estimó ingresos inexistentes por casi 1,200 millones de balboas, pero en este año, ante esta denuncia, no hemos visto, sin embargo, ninguna denuncia o querella en la que la justicia panameña pudiera escrutar, investigar, imputar, juzgar y condenar los delitos denunciados. Señalar los hechos y no hacer nada al respecto, es en cierto modo una cohonestación del mismo.
Nos reveló el presidente, el año pasado que, para remediar dichos males, se han contratado préstamos más emisiones de bonos, solo para pagar esas deudas, causandonos a los panameños un serio perjuicio y daño material impresionante, mientras que los autores de dichos actos, no obstante, no han sido convocados por los organismos pertinentes a fin de deslindar responsabilidades, habidas cuentas de que, conforme elementales principios de justicia, quien causa un daño, está en la obligación de repararlos, junto a los perjuicios, como efecto de la responsabilidad civil, por lo cual la sociedad panameña, debe ser resarcida en su totalidad de los daños y perjuicios que nos han causado y que hoy tenemos que asumir como una deuda que nos prorrateamos entre todos los panameños, y esa deuda que ha incrementado nuestra dependencia y disminuido nuestra soberanía, impide igualmente que, puedan ser atendidos adecuadamente, problemas vitales en la sociedad panameña, y sobre todo en medio de la circunstancia en la que estamos y en la que los más pobres, sufren doblemente la pobreza y el desamparo. El principio de la reparación integral del daño, es uno esencial en la responsabilidad civil vigente en casi todas las naciones civilizadas. Su contenido impone que la medida de la reparación corresponda con la entidad del daño causado, dejando fuera cualquiera otra consideración. No puede ser que, quienes hicieron tropelías y no se atuvieron o respetaron las disposiciones legales vigentes y actuaron alevosamente en nuestro desmedro, se pretendan exonerados de responsabilidad penal y civil como corresponde, porque los ciudadanos, no estamos, ni tampoco nuestro gobierno, para salir como bomberos a apagar fuegos causados por la irresponsabilidad de quienes el pueblo les otorgó el mandato, del cual tenían que rendir cuentas, y no solo han administrado la cosa pública con desdén y en abierto desafío a la norma constitucional y legal, sino que prefirieron ocultar, como los gatos.
El pueblo panameño no está en disposición de asumir sin subrogación, la obligación de pagar a un alto costo los desmanes de quienes, violando la Ley y la Constitución, no asumieron el poder para proteger en su vida, honra y bienes a los nacionales dondequiera se encontraren, sino que abusaron del poder y violaron la Ley causandonos un serio perjuicio que, hace un año atrás fue señalado por el presidente de la República en su mensaje a la nación. Se trata de la definición de un daño concreto por la suma de B/. 5,308 millones, que no pueden quedar como un borrón y aquí no ha pasado nada.
El problema es que, en vez de procesar a los expresidentes por sus acciones dolosas, que le infringieron serios daños a los fondos y patrimonio del Estado, el gobierno ha seguido endeudándose a pasos agigantados, y con ello le arrebatamos el futuro a nuestros hijos y nietos y los condenamos a vivir como parias en nuestro propio país.
No tengo noticias, que mientras el estado zozobra en sus fianzas, hayan sido destruidas la enorme cantidad de botellas y hasta garrafones que impecablemente le siguen chupando la sangre financiera al país, sin que el estado pueda recibir a cambio, alguna contraprestación.
La Asamblea Nacional sigue con un presupuesto ce contratos de gente que solo le sirve al propósito clientelista de los diputados, hecho que manifiesta un absoluto desprecio por la sociedad que dicen representar.
El Órgano Judicial continúa inmerso en el descrédito público. La corrupción se encargó de envilecerlos, y la ausencia de justicia en el país es; la causa principal de la violencia, en que estamos inmersos.
El país carga una pesada y bastante peligrosa deuda externa pública, (ronda ahora los cuarenta y cinco mil millones de dólares), comprometida de forma ligera y licenciosa y mucha de la cual está en bolsillos privados, como resultado de todas las maquinaciones de la corrupción más grande que conoce nuestra historia, de modo que hace parecer como monjes a quienes administraron el país, antes de la invasión norteamericana del 20 de diciembre de 1989. No está mal que paguemos deuda, no es de gente decente, negarse a pagar, pero averigüemos primero la legitimidad de esas deudas y también nuestro derecho a subrogarnos las acciones pertinentes para cobrarnos lo que nos birlaron. Además, en el país tienen prioridad, antes que el pago de deuda, está la vida, la honra, dignidad y bienes de los panameños, que hoy precisamente está en peligro.
Con la única parte del discurso con la que no compartí con el Señor presidente Cortizo en aquel momento, fué cuando asignó en sus planes una ayuda, mil quinientos millones de balboas a la banca privada, para su propio provecho. No estuve de acuerdo, por tres razones fundamentales.
1.- La Banca es un negocio no productivo, si bien un servicio necesario, pero en las circunstancias actuales, no están en peligro, sino de dejar de ganar, pero no perder.
2.- A pesar de que siempre los panameños hemos defendido al Centro financiero internacional basado en Panamá, las políticas crediticias y de fomento del desarrollo económico del país, La Banca local no se compadece, ni son solidarias, y muchas veces cuando el valor del dinero, como ahora está en casi cero, en la FED, es decir la Reserva Federal, no obstante, el precio de ese dinero en Panamá, no se corresponde con el buen trato, la defensa y hospitalidad de la República de Panamá que Panamá les brinda, o es que su presencia para que hagan su negocio y se lleven nuestros frutos, además de su protección, debemos darles las gracias porque nos esquilmen.
3.- Omar Efraín Torrijos, nos lo dijo con mucha claridad y ahora esa instrucción adquiere especial relevancia: “Hay que ayudar a los pobres, porque los ricos se ayudan solos”. No puede ser que con los exiguos recursos con que cuenta la república, significativa parte, los pobres y la clase media tenga que donársela a los que más tienen, cuando debe ser al revés, que los que más tengan deban asumir una mayor obligación con los que menos tienen.
Si a mí me tocara asignar sumas para reactivar la economía nacional, metería todos los recursos al sector agropecuario, a la pequeña y mediana empresa que, juntos me garantizan cientos de miles de empleos y con la Gracia de Dios, el levantamiento de nuestra economía.
Por lo demás, espero con optimismo cauteloso, un discurso orientador, que genere confianza a todos los panameños y no solo a los que siempre les ha ido bien, aún en medio de la pandemia que, casi todos sufrimos.
¡Así de sencilla es la cosa!
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