Los invitados de Quarry Heights
Por: Prof. Miguel Montiel Guevara
La traición es el acto más vil del ser humano. Esto no lo dijo Marx, ni Engels, ni Lenin. Fue Dante Alighieri, el inmortal poeta florentino, quien mejor que nadie en la historia de la literatura universal caracterizó la traición como el más vil de todos los actos humanos.
Mariano Roca De Tagores, Marqués de Molins, uno de los más profundos estudiosos de Dante nos dice que «siguiendo la doctrina evangélica, Dante concibe en La Divina Comedia la imposición de penas merecidas por los pecados en el sumo mal una escala gradual de acuerdo a la gravedad de las culpas mismas… Consecuentemente con esta doctrina Dante ha dividido el infierno en dos grandes secciones: Una menos terrible, para los que pecaron por la perversión de sus naturales instintos; otra inferior y más llena de horror, para los pecadores de pura malicia. Entre estos aflige menos a los que emplearon como instrumento la materia, la fuerza, la violencia; castiga con mayor dureza a los que se sir vieron para el mal del espíritu, el ingenio, el fraude. Entre estos últimos, a los fraudulentos o pérfidos abruma con mayores tormentos; y. coloca más próximos al autor de todo mal, Lucifer, a los traidores. (Subrayado mío)… En aquella región del infierno penan los que han hecho traición a su propia sangre, o a su patria o a su Dios».
Así pues, Dante coloca a les traidores junto al mismísimo Lucifer. Y entre todos los traidores califica como a los peores traidores a quienes traicionan a su sangre, a su patria, a su Dios.
Pues bien, los panameños nos preguntamos si Guillermo Endara Galimany, Ricardo Arias Calderón y Guillermo Ford no se condenaron para toda la eternidad al Infierno de Dante cuando el día 19 de diciembre de 1989, entre las seis y las siete de la tarde, cinco horas antes dela invasión se convirtieron en los invitados a cenar en Quarry Heights con el Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos y en esa base yanqui fueron informados de que su país, su patria, Panamá, sería invadida militarmente y no protestaron, no dijeron ni hicieron nada contra ese acto de genocidio contra su propia nación, sino que muy por el contrario, guardaron silencio cómplice y avalaron la invasión que causó la muerte de miles de panameños.
Dice Dante: «En el centro de la tierra yace el arcángel caído… su cabeza tiene tres caras. Por cada una de las bocas tritura a un pecador: a Bruto, traidor a su sangre, a Casio, traidor al Imperio; a Judas, traidor a Jesús». La máxima pena para la máxima de las vilezas humanas: la traición. Allá irán a penar eternamente las almas de los invitados de Quarry Heights por su complicidad en la invasión de Panamá.
El juramento que hicieron en la base norte americana de Quarry Heights sobre los cadáveres de miles de panameños es el más abominable acto que haya cometido jamás un panameño.
En el caso del señor Endara Galimany y su hija Marcela lo horrendo de la traición lo rubrican con sendas fotos en que ambos están reídos de oreja a oreja rodeados de soldados yanquis con el safarrancho del combate con que masacraron a inocentes panameños.
Cada uno irá a hacerle compañía a aquellos traidores en las bocas de Lucifer. Porque la corrupción de Noriega no justificará jamás la traición a la Patria que significó la cena en Quarry Heights. Para Noriega y otros como él reservó también Dante un lugar en el Infierno. «En el séptimo anillo del octavo círculo penan los la drones de la república, en el octavo anillo reciben, quemados en hornillas, su merecido castigo los astutos y falsos consejeros».
Pero con todo su horror, Dante no concibió para estos pecadores la máxima pena porque sus pecados, aunque abominables, no eran los peores. Como dije antes, Dante reservó la máxima pena del Infierno para la máxima vileza humana: la traición. Así que, en el vértice del cono del Infierno, allá en el noveno y último círculo del Averno, en el centro de la tierra, donde está la tumba de Lucifer, serán triturados por él los que solicitaron la invasión de Panamá traicionando así a su Patria, a su sangre y a ese Dios del que se dicen creyentes. Pero, no diré como Hamlet que, «ahora sólo me resta el silencio», después de vengar con la espada la traición de su tío, si no como dijo José de Jesús Martínez:
¡Malditos sean los que solicitaron la invasión de Panamá!
¡ Malditos! ¡ Malditos sean!
(Artículo publicado hace 34 años)
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