¡Bolivariano por Siempre!
Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Era el mes de junio de 1976, cuando Panamá, se preparaba la celebración del sesquicentenario del Congreso anfictiónico de Panamá que, en 1815, nueve años antes del hecho, Simón Bolívar lo había convocado a través de la famosa Carta de Jamaica que decía textualmente:«Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo en una sola nación con un solo vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene su origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse; […] ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración…» Simón Bolívar, Carta de Jamaica, Kingston, 6 de septiembre de 1815
Un año antes, en 1975, había viajado a Caracas, invitado por Eladio Hernández, presidente de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central de Venezuela y visité junto a él, Maracay, Carabobo, Valencia, Mérida, San Cristóbal y Trujillo pidiendo el respaldo y la solidaridad de los jóvenes y estudiantes venezolanos con la causa panameña por la soberanía en el Canal, dado que habían iniciado las negociaciones, basadas en los siete puntos del acuerdo Tack-Kissinger de 1974.
Por esos días, era el subsecretario General y Secretario Ejecutivo de la Gloriosa Federación de Estudiantes de Panamá, que presidía Roberto Gómez (QEPD). En esa visita quedé impresionado con las ideas Bolivarianas, y un año más tarde gané el concurso provincial de oratoria, como estudiante del Colegio Manuel María Tejada Roca de Las Tablas, esbozando el pensamiento de Bolívar con el cual me sentí especialmente identificado. En el año 2000, tuve la oportunidad de visitar la Quinta de Alejandrino en Santa Marta, Colombia, lugar donde murió el Libertador, traicionado él y su causa por quienes siempre han tenido una conciencia y espíritu cipayo.
Omar Torrijos Herrera era Bolivariano, los patriotas panameños, todos han sido bolivarianos y yo también soy Bolivariano, y pienso que tanta distinción que nos hizo Bolívar, y aún nos profetizó como la capital de ese mundo armónico y fraterno, que debe ser Latinoamérica, está aún por materializarse y le toca a las generaciones presentes, por necesidad histórica, fraguar esa natural y magnífica alianza que aún espera y sin la cual nuestros pueblos no podrán ejercer la libertad por la que tanto se peleó y que no se ha podido concretar porque las oligarquías nacionales no lo han permitido, por ahora.
Nunca he sido miembro de la Sociedad Bolivariana, que muchas veces anda, satinada y aún despistada, cuando no, metiendo la daga calada en la memoria de nuestro Héroe Libertario, que habiendo muerto traicionado, muchos somos los que no consentimos en que el pérfido manto del olvido, lo cubra.
Desde ahora, el pueblo panameño debe organizar el 200 aniversario de ese histórico Congreso Anfictiónico, que será dentro de cuatro años y que debe dar vigencia a lo que ha permanecido en el tiempo, por su propia virtud y por la Gracia de Dios. Que nos nos ocurra con el Bicentenario del Congreso anfictiónico, lo que el Bicentenario de la independencia, que pasó con muchas penas y pocas glorias.
Para Amar la Libertad como para defenderla, hay que sentirla en las entrañas. Dios nos creó libres, pero surgió la sojuzgación de los más débiles por los más fuertes, que derivó en el sometimiento, del cual es preciso que salgamos, porque las cadenas que nos han querido imponer, no son el atavío con el cual debemos andar vestidos, sino con la túnica de la libertad surgida de la Verdad. De eso se trata, la dignidad por la que hemos empeñado el esfuerzo y lucha de nuestra humilde e insignificante existencia.
Que volvamos a recuperar la dignidad del país, que no sigamos manteniendo una política exterior sometida, genuflexa y que olvida nuestros orígenes, a nuestros héroes y mártires y ahora hace homenaje de lealtad a los héroes del Potomac, desde donde salieron las cadenas de la doctrina Monroe y todas las limitaciones a nuestra independencia.
Que nos acusen de lo que quieran, nuestros adversarios gratuitos, pero que nunca habite en nosotros la ingratitud, de no saber valorar a los que dejaron los retazos de sus vidas, sus pellejos y regaron con su propia sangre, nuestra tierra, para que, pudiésemos gozar del bien de la libertad.
¡Por un País decente y una patria para todos!
¡Así de sencilla es la cosa!
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