El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por Carlos Ochoa E.
El capitalismo tiene apellido, salvaje, solidario, entre otros, el de nuestro Panamá, prefiero llamarlo salvaje y arcaico. Desde su origen, nació y creció amamantado del coloso del norte, un capitalismo parasitario, incapaz de luchar por su desarrollo propio, prefiere vivir del desarrollo ajeno. De allí que solo tengamos crecimiento económico y no desarrollo. Nuestra oligarquía o burguesía nacional, sigue anclada en el pasado, por eso todo lo que tenga olor a modernizar el sistema capitalista que ellos solo dominan, lo tildan de comunismo o socialismo.
Los países más desarrollados del mundo, no son comunistas, salvo China. Nuestra oligarquía tiene una mezcla de, salvajismo, mediocridad, mezquindad, es ruin y miserable, no solamente odia y desprecia al pueblo, a los que los enriquecen, se desprecia a sí misma, porque no cree en nuestro pueblo, quieran o no, también es la patria de ellos. Sus posiciones en los diálogos los pone al descubierto, solo creen es sus cajas registradoras, lo demás es cuentos de caminos y demagogia.
Por otro lado, tenemos a los administradores del Estado, los gobiernos, en este caso el gobierno, que debe, por ley, por moral y por principios, responder a los intereses del pueblo, y cuando digo pueblo me refiero a ese 80 por ciento de la población que sus ingresos no les alcanza para llevar una vida digna y decorosa, ese es el porcentaje de la población de las familias panameñas que viven con un ingreso mensual por debajo de mil dólares, incluido el 20 por ciento que vive en la miseria.
La Covid 19, dejo al descubierto lo irracional y brutal del sistema, y cuando todos o muchos pensábamos que el gobierno iba a enderezar entuertos, por poco no le echa más sal a la herida.
Los diálogos han puesto al descubierto otras atrocidades de la empresa privada en contra del pueblo, pero el gobierno con una pasmosidad inaudita, mira para otro lado y le sonríe a los responsables de la miseria del pueblo.
A más de la mitad del camino recorrido por la administración actual, no hay señales que se pondrá los pantalones largos y pondrá barreras de contención a la codicia y avaricia de la oligarquía, a los dueños del poder económico. En el otro escenario, el verdadero pueblo, los que poco o nada tienen, los viven el día a día, los que esperaban una luz de mejores días. Un alto porcentaje de ese verdadero y auténtico pueblo, ha arremetido contra los que salieron a la calle a protestar. Esos son los alienados, ellos no tienen la culpa. El sistema tiene su maquinaria alienadora que funcionando las 24 horas al día, prensa, radio y televisión, entre otros. El sistema afloja pero no suelta.
El autor es Profesor de geografía e historia y sociólogo
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