Por: Padre Teófilo Rodríguez
Paz y Alegría…
Ante los acontecimientos que se desarrollan en la provincia de Colón, en vísperas de los días patrios y del Bicentenario de la República en noviembre, es oportuno que se haga justicia a Colón.
La Provincia de Colón, no se circunscribe a las 16 calles de la ciudad. Antes de que surgiera la ciudad, la historia de esta provincia está marcada de dolor, abusos, corrupción y rebeliones.
Movido en mi condición de Pastor, no puedo permanecer indiferente ante lo que nos está tocando vivir. Mi reflexión no es un análisis sociológico ni político ni económico. Es un aporte Pastoral. Soy oriundo y con orgullo de Colón. Y he sido testigo del deterioro de la ciudad y del poco desarrollo de sus hermosas y ricas costas. Pero, esto ha sido a lo largo de siglos una tierra de servicios a interés foráneos. Recordemos lo que fue la otrora ciudad de Portobelo, no hay forma de cuantificar cuánta cantidad de oro y plata se embarcó de su puerto a España, en tiempo de la colonia. Así mismo, la codicia de los enemigos del imperio español, que convierten estas tierras en zona de interés y de constante conflictos bélicos. Sumado a esto, habría que recordar, las miles manos de obra esclavas que fueron arrancados de sus tierras africanas, para asentarse en las regiones colonizadas. De allí saldrían en diversos sitios de la Panamá Colonial, brotes de rebelión de líderes cimarrones, que huyendo de sus captores, formaron los conocidos Palenques.
Localidades en la Costa Arriba como Portobelo, Nombre de Dios, Palenque, entre otras, aún conservan en la tradición del juego congo estas remembranzas, y son parte de nuestra historia, que hasta hace pocos años se reconoció como Patrimonio Cultural Universal.
La otra parte de la historia fue también la fiebre del oro en California, antes de la construcción del Canal. Se vio la necesidad de una vía de transporte del Atlántico al Pacífico. Y así surgió, el primer ferrocarril del Istmo, que hizo posible el surgimiento de una nueva ciudad, que después llevaría el nombre del Almirante Cristóbal Colón, quien en su primer viaje transitaba por nuestras costas.
El finado sociológico Raúl Leis, nacido en Colón, compuso una obra que exactamente, a mi juicio, es la mejor definición de Colón: “Una isla de riqueza, en un mar de Pobreza”.
Desde la construcción del ferrocarril y luego del Canal, pasando por la época de bonanza, de la guerra y la posguerra, Colón fue conocida como “La tacita de oro”, la ciudad mejor trazada de la República.
A partir de la construcción de la carretera Transístmica, empieza el deterioro económico, pero antes, con la cantidad de clubes nocturnos y la cantidad de cantinas, se iniciaría el declive moral. Aún así, Colón nunca dejó de apostar al Gobierno Central de turno.
De los miles de dólares que generan de la refinería, de los puertos, de la Zona Libre, Colón nunca ha recibido lo que en justicia le corresponde; y actualmente, la explotación de la minería en Donoso, que se negocia a espalda del pueblo, se desconoce los beneficios para la provincia.
Los que pertenecemos a la época de los 60 y 70, recordamos que nuestra ciudad era una de las más bellas y limpia del continente. Se podía caminar por cualquier callejón desde Calle Primera hasta Calle 16 sin peligro y sin malos olores. No existía los ghettos que limitara tú movilización en cualquier lugar.
¿Cómo llegamos a donde estamos?
Por las tres pobrezas que surgieron en Colón después de la Segunda Guerra Mundial. La pobreza moral, las familias disfuncionales, pero que a pesar de todo existía el respeto por la autoridad de los mayores, aún cuando no fueran parientes directo. Luego vendría, en aumento, un mayor números de hijos sin la crianza de sus padres, y su nueva familia serían las conocidas pandillas. Jóvenes con profundas heridas emocionales y resentidos sociales han sido abono para los carteles de la drogas y de un fenómeno, hasta hace poco conocido en Colón, como es el sicariato. Esta descomposición social, también llegó acompañada de una pobreza material: Falta de oportunidades de trabajo y de preparación académica propia de una ciudad de múltiples servicios.
Aún así, la mayoría de los profesionales, deportistas, artistas académicos que hubo y hay, que nacieron en Colón, vienen de hogares humildes y de sólidos valores. Y luego la tercera pobreza: Estructural y física. Otrora ciudad conocida como “Tacita de oro”, no tiene estadio para una provincia de tierra de campeones y deportistas innatos, y los hospitales están en malas condiciones. Es una ciudad que pareciera sacada de las ruinas de un conflicto bélico, incluyendo nuestra hermosa Catedral.
Es por ello que no nos resignamos a aceptar como hombres de Fe que todo está perdido en Colón, no solo porque lo señala la mitología griega del ave Fénix que resurge de las cenizas. Sino porque como creyentes, Dios puede hacer siempre cosas nuevas. Él es el Dios de la Vida, no de la muerte. Así contempló el profeta Ezequiel la visión de los huesos secos (Ezequiel, Capítulo 37). Y pregunta ante ese promontorio: ¿Crees tú que esos hueso pueden resucitar? La respuesta que da el mismo Dios, se puede aplicar a Colón, y espero que llegará el día, en que se cumpla su promesa.
Todos los gobiernos, desde la fundación de la República, tiene una deuda con la Provincia de Colón. Es una deuda de justicia social y la restitución justa de lo que por años a aportado al fisco nacional. Sin olvidar que hasta hace pocos años se reconoció históricamente que la gesta separatista de 1903 se definió oficialmente el 5 de noviembre en la ciudad de Colón.
Que el Cristo Negro, inculturado a la raza de la mayoría de los afrodescendientes que conformamos la población colonense, nos ayude a la Resurrección de un nuevo Colón.
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