Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Me enviaron un afiche con el mensaje sugestivo “Cómo Ganar una elección”, y reflexionando sobre el tema consideré que hay tres maneras de ganar elecciones:
1.- Usted puede ganar una elección envileciendo a la gente para luego comprarla. Eso se llama clientelismo. Ello requiere un alma de batracio y de reptil juntas y mucho dinero. Eso garantiza la toma del poder, pero también la destrucción de todo concepto civilizado y de decencia de la sociedad. Ese mecanismo sólo le sirve a quienes le dan rienda suelta a su avaricia, no tienen miramiento alguno en convertir al país en una laguna llena de lodo fétido y nauseabundo.
2.- Otra manera de ganar elecciones, su muestra, nos la han dado muchos ejemplos en Latinoamérica y en otras latitudes. Usted nombra un árbitro que trabaja para usted y le entrega la victoria, aunque usted pierda. Es decir, el árbitro no es tal, porque es parte.
3.- La única manera edificante de ganar unas elecciones es organizarse con la mayor responsabilidad, presentar un proyecto político económico y social que; definiendo con claridad en dónde estamos, determine con suficiente lógica, hacia dónde debemos ir y cómo podríamos hacerlo. Establecer una frecuencia con el pueblo que nos permita ser vistos como la solución a los males nacionales que nos tienen postrados, empoderar a los ciudadanos, abrir espacios a los jóvenes para que ellos empiecen a edificar su propia casa y sus sueños, presentar candidatos con testimonio, no vinculados a la corrupción, para poder ganar la confianza ciudadana y no participar de ningún acto que vulnera la conciencia nacional y los valores morales y éticos que debemos rescatar. Hay que estar claros en que nadie puede dar lo que no tiene.
Esta tercera forma es la correcta, pero no es precisamente el camino que le agrade a quienes los mueve especialmente el motor de la avaricia.
Ser decente; es un deber general, pero hemos llegado a la realidad, de ser un bien tan escaso que; serlo, te hace virtuoso pero extraño.
Nuestra clase política envuelta en la vorágine de la corrupción y gobernada por los poderes fácticos del país, con toda certeza, está tan contaminada del virus del chanchullo, que es incapaz de poder operar la reingeniería que se requiere, que es una auténtica metamorfosis, porque es muy difícil que un animal felino que caza presa de su propio reino para comer, se vuelva de repente vegetariano.
El país requiere con desesperación, que ocurra un milagro. Es necesario que lo que muerto está y aún hiede, venga a la vida, como ocurrió cuando Jesús, fue delante de la tumba de su amigo Lázaro. Acá tiene que resucitar la esperanza y sólo los que tiene Fe pueden realizar tal empresa, porque para el que tiene Fe, todo le es posible.
¡Así de sencilla es la cosa!
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