Eduardo A. Reyes Vargas
A través de nuestra militancia política, asociada a la social democracia original, conocí a un número significativo de compañeros que enarbolaban principios ideológicos tales como el marxismo, el socialismo, la ya mencionada social democracia y social cristianismo.
Algunos de ellos miembros de Partidos políticos sustentados en dichos principios.
En el devenir algunos de éstos compañeros motivaron a otros ciudadanos a formar parte de estas líneas ideológicas donde algunos dieron su vida por dichas ideas.
Sin embargo a través de los años una cantidad no despreciable de estos seguidores del marxismo, de la social democracia etc. al alcanzar posiciones de poder tales como presidencias, diputaciones , Ministerios y otras posiciones intermedias se transformaron en protagonistas de políticas neoliberales o muy similares a ella e Inclusive levantaron sospechas de acercarse al tutor del norte como colaboradores.
¿Mi pregunta ha sido y es?
¿ Eran convencidos de sus principios o solo eran productos de traumas psicosociales o escaladores que desecharon su militancia denominada progresista al saborear las ventajas y comodidades del poder político?
Lo más dolorosos es que asumieron posiciones ideológicas que dijeron combatir y aún a través de poca vergüenza aún enarbolan fraseología y vocabulario progresistas y dicen ser luz de las transformaciones, que ellos traicionaron y obstaculizaron.
Si en el devenir de sus existencias se defraudaron de revoluciones que inicialmente decían ser progresistas, lo correcto y honesto era abdicar a sus ideas originales públicamente y ya confesados públicamente asumir sus nuevas posiciones.
La historia pasada está llena de estos ejemplos como el sr Vargas Llosa entre otros.
Prefiero que cada uno que haya sido espectador de esta involución ideológica los califique.
Seguidores de Fouché, vulgares trepadores, desleal, pérfidos, falsarios, impostor etc.??
Hoy han hecho gran daño a los que sinceramente profesan y practican ideologías progresistas pues han levantado con su conducta desleal una incredulidad en la ciudadanía, exponiéndonos a un difícil camino para hacer de Panamá un país con una real democracia social.
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