Por Ramiro Guerra M.
Jurista, escritor y cientista político.
Nos imaginamos, un barco en mar bravío, con la brújula dañada y una espesa niebla y densa oscuridad y como se dice popularmente, lo que DIOS quiera.
Así percibo mi patria, la nación; sumergida en un mar de incertidumbres, horizontes turbios y ausencia de voluntad y certeza para llegar a un puerto seguro.
La necesidad como concepto que debería traer un mejor ser, no da el salto para una existencia en libertad real. Existe una especie de cosificación in extremo del ser y su existencia.
Vivir en democracia y libertad, para salir de esos estados de necesidades, se ha constituido en una frase hueca, prostituida por lo que se denomina un post modernismo que eleva lo falsario y lo trivial a una especie de imperativo categórico.
El discurso como realidad de las incoherencias y lo demagógico, anula el concepto de masa crítica. Una especie de lesseferismo perverso, del reinado de la filosofía individualista, ha enclaustrado el sentido de la solidaridad. El nosotros y vosotros ausente en lo que debe ser el sentido del bien común o de la justicia social.
Dirigentes políticos ganados y cooptado por el pensamiento neoliberal de que el mercado es todo y el individuo la medida de toda la existencia humana.
Vivimos una realidad compleja, difícil; de letargo y pesimista.
La sociedad ha sido inducida a una suerte de masoquismo, de soportar toda suerte de inequidades.
Son tiempos de partos dolorosos. Lo utópico como el topo, no se resigna a esta suerte de tragedia.
Pensar con optimismo, abre nuevos horizontes.
Tarde y más temprano que tarde, la nave arribará a puerto seguro.
Son tiempos duros, pero nada de desesperar. Lo posible también actúa como una fuerza productiva.
Dios bendiga la patria
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