De cómo desde el Palacio de las Garzas se ocultó el 9 de Enero y su significado histórico
Por Sergio Sánchez Silvera
Periodista
Los casos de José Domingo Espinar y Victoriano Lorenzo son ejemplos ineludibles de dos patriotas cuyos actos heroicos fueron ocultados y distorsionados para que no fueran conocidos por las generaciones sucesivas. El Incidente de la Tajada de Sandía, de 1856, fue otro hecho en la consolidación soberana que trató de ser ocultado maliciosamente en su significado y magnitud. No son los únicos casos suscitados, pero bastan para demostrar el punto.
El 9 de Enero de 1964, más cercano en el tiempo y que se dio cuando habían en este país los medios tecnológicos para el adecuado tratamiento histórico, arrastra consigo una serie de distorsiones y deseos de ocultamiento. Trae consigo, de igual manera, una mitología creada específicamente para tergiversar acontecimientos, y que el pueblo no aparezca como protagonista, sino como un espectador impávido en esa gloriosa gesta. Tres mitos relativos a los hechos fueron examinados.
El primer mito ha sido en parte superado, pero a largo tiempo fue una cortina que hizo centrar los acontecimientos del 9 de Enero exclusivamente en el Instituto Nacional. Este primer mito señalaba que Ascanio Arosemena, al momento de caer mortalmente herido en la heroica fecha, era estudiante del Instituto Nacional. Esto trajo como consecuencia que dentro y fuera de este país se pensase que el 9 de Enero se dio solamente con la participación estudiantil y, que los jóvenes del Instituto Nacional fueron los únicos protagonistas.
Es innegable la importancia y protagonismo del Instituto en el desenlace de los acontecimientos, a tal grado que es imposible hablar de aquella gesta sin destacar la valiosa y honrosa participación institutora. Tampoco le quitaba beligerancia, el hecho de que Ascanio, el primer mártir, no hubiese sido institutor. Lo que sí es una falacia, es sostener que todo se centró en los estudiantes del Instituto. Otros planteles contribuyeron con dinamismo, rebeldía y coraje. Corresponde a los historiadores, la aclaración de cómo se cimentó e impulsó este primer mito.
El segundo mito, como se menciona en el párrafo anterior, consiste en afirmar que sólo hubo participación de estudiantes del Instituto Nacional en esas acciones. El argumento esgrimido niega la participación de la población de las ciudades de Panamá y Colón quienes, que se lanzó a las calles durante los días 9, 10, 11, y 12 de Enero. Aquí no es necesaria una argumentación adicional, pues las fotos de los heridos y muertos son testimonios irrebatibles de lo que aconteció. Pero, nunca se ha hecho una labor educativa que ponga en claro para las nuevas generaciones esos hechos.
Cabe destacar, que los estudiantes universitarios tuvieron destacada participación en esas fechas, así como los alumnos de las secundarias nocturnas que existían ese año. Lugar preponderante corresponde al Instituto Moderno, escuela secundaria nocturna particular que funcionaba en las instalaciones del mismo Instituto Nacional. Por ello, fueron la primera cuerda en vibrar aquella tarde. Participaron, además, el Instituto Istmeño, el Eusebio Morales, el Instituto nocturno Nicolás Victoria Jaén, y el colegio técnico nocturno Tomas Gabriel Duque, escuelas nocturnas particulares, que aportaron significativa cantidad de estudiantes para alcanzar una masa crítica que dio gran volumen a los hechos de esa fecha.
Muchas más aristas podrían destacarse al respecto, pero también en la distorsionada visión de los acontecimientos queda envuelta la negación del papel que jugó como protagonista y precursor principal la gloriosa Federación de Estudiantes de Panamá (FEP). Algunos han querido negar la acumulación de fervor patriótico en la lucha por la soberanía en cabezada por la FEP, para la liquidación de la quinta frontera en territorio panameño.
El tercer mito, muy arraigado en todo el país, es que en los días 9, 10 11 y 12 sólo participaron las ciudades de Panamá y Colón. Este mito fue creado deliberadamente para negar el patriotismo del resto del país. Lo cierto es que todo panameño reverberó con la reafirmación de la soberanía y el patriotismo en esa fecha, más organizado en algunas áreas del interior que en otras. Lo que ocurrió, es que los norteamericanos devolvieron a las comunidades a gran cantidad de ciudadanos desde la garita “Arraizona” del ejército de Estados Unidos en Arraiján (único punto de comunicación carretero del interior del país con la ciudad de Panamá). Algunos llegaron allí portando armas y otros sólo su patriotismo y el deseo de defender la soberanía. Los hechos acontecidos en las ciudades de Santiago, Almirante, Puerto Armuelles, David, Penonomé y diversas localidades, están por escribirse.
Lo que aquí se afirma, es fácilmente comprobable. Quienes intervinieron para que este mito se arraigara, son los mismos que propagaron la tesis de que no somos un solo país. Son aquellos que creían que, ocultando la magna gesta, los hechos de rebeldía serían olvidados. No obstante, esa tesis ha sido derrotada, y la historia los pondrá en evidencia y los juzgará como apátridas.
Aquí, Marco Aurelio Robles estrechándole la mano al embajador norteamericano de la época. La clase oligárquica temía incomodar a su aliado, de mod que salió a relucir una genuflexión vergonzosa y por eso cambiaron el calendario escolar para que la juventud panameña no estuviera en clases y así no conmemorara fervorosamente esta fecha histórica de nuestro patriotismo.
El ocultamiento más vergonzante y doloroso provino del Ejecutivo Nacional. Este atentado contra la historia y la nacionalidad fue urdido en los salones de la Presidencia de la República, y es explicado a continuación:
Desde los tiempos de la Secretaría de Instrucción Pública (así se nombraba en los primeros años de la República, el actual Ministerio de Educación), el calendario de clases en planteles oficiales y particulares era de mayo, a enero del año siguiente. Ello fue respetado en el período lectivo, hasta 1965. Cada año, el Ministerio de Educación emitía un decreto que señalaba el día de inicio de clases y el final del período, en enero del año siguiente.
Muchos jóvenes han preguntado por qué el Instituto Nacional estaba en clases el 9 de Enero de 1964. Esa pregunta tiene un sentido lógico, pues desde 1965 el período escolar termina en diciembre. Todos los que nacieron a partir de 1958, nunca fueron a la escuela en enero. Estas son las pruebas que testimonian esa afirmación:
La gaceta oficial 14,862, de 23 de abril de 1964, fijó el año escolar 1963-1964, que comenzó el lunes 6 de mayo de 1963 y terminó el 31 de enero de 1964. Firmaron ese decreto el presidente Roberto F. Chiari y el ministro de Educación, Alfredo Ramírez.
El año escolar 1964 fue fijado del 20 de mayo al 19 de febrero de 1965, a través de la Gaceta Oficial 15,129 de 15 de abril de 1964. Suscribieron el decreto el presidente Roberto F. Chiari y el ministro de Educación, Manuel Solís Palma. La conciencia nacionalista exacerbada el 9 de Enero de 1964 hizo que la misma fecha, un año después (1965), fuese apoteósicamente celebrada, resaltando los hechos del año anterior. Panamá vibró con el nacionalismo en cada radioemisora y televisora, en cada medio de comunicación y en cada escuela del país se dio un acto de reafirmación soberana.
La conmemoración del 9 de Enero de 1965 alarmó y causo gran temor al Presidente Robles y su gabinete quienes decidieron por sí y ante sí ocultar el 9 de Enero como fecha de celebración nacionalista, y evitar que fuese recordada y enaltecida en escuelas y colegios, por lo que decidieron evitar que los estudiantes tuvieran facilidades para conmemorar la heroica efemérides. El medio ideal que encontraron, fue que no hubiese alumnos en las escuelas en esa fecha, por lo que cambiaron el ciclo escolar de forma que terminase en diciembre. Sin estudiantes en las escuelas, en el mes de enero, el fervor de la juventud disminuiría y la fecha se olvidaría.
La gaceta oficial N° 15,366 de 15 de abril de 1965, fijó el año lectivo desde el 11 de mayo de 1965, al 24 de diciembre del mismo año (por primera vez terminaba el período escolar en diciembre). Firmaron el decreto para aprobar ese cambio el presidente Marco A. Robles y el ministro de Educación, Eduardo Ritter Aislán.
Este escrito es una aproximación a sucesos que han sido ocultados o distorsionados a lo largo del tiempo. Es necesario poner las cosas en su debida perspectiva histórica. Hay que seguir trabajando para que el velo de olvido, lanzado sobre el 9 de Enero caiga y, con él, los que nunca han sido panameños. Sin duda, los acontecimientos de la fecha cambiaron el rumbo del país.
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