Cuando se habla sin conectar la lengua al cerebro.   

Por Ramiro Guerra.       Abogado y cientista político.         

Organismos internacionales, dieron a conocer los graves problemas de hambre, desnutrición, informalidad, de obesidad, todo un síndrome que habilita hacia tener una población enferma. Nuestros centros de salud, diariamente saturados de gente en busca de atención. No puede haber atención primaria, con una población malamente alimentada.

Las destempladas declaraciones del ministro de desarrollo agropecuario, demuestran que muy poco o casi nada sabe de la realidad que vive el panameño, sobre todo los de abajo, el panameño a pie.   Lo anterior ocurre, cuando funcionarios que pagamos todos los panameños, se inventan su propia realidad virtual, pecado que comete todo el gobierno.

Con justa razón el pueblo ha reaccionado airado y molesto.   El ministro Valderrama, fue irreverente y nada de sensatez. Y peor, cuando trató de corregir, metió más la pata.

Por supuesto que apoyamos al productor nacional, pero es que, los incrementos de precios al consumidor, poco o nada le toca al que se esfuerza para producirlos, sino que, por falta de una necesaria corrección a las grandes distorsiones del mercado, con políticas adecuadas, son los intermediarios y los importadores, que no agregan ningún valor, sino costos que van a su utilidad, los que siempre se han llevado la mejor tajada, lo que viene a concluir como un mensaje hueco y sin sustancia la tan cacareada ”defensa”  a nuestros productores por parte del gobierno que al final terminan frustrados y nosotros los consumidores, abusados.

Desde los tiempos de Torrijos, El IMA se encargaba de comercializar a través de las famosas Ferias Libres, a bajos precios para el consumidor y sin intermediarios, productos producidos en el país que, ayudaban a que nuestra gente se alimentara mejor y a precios justos.  Ahora solo pagan unos jamones caros que benefician a dos gatos que monopolizan el negocio y luego los reparten como parte de la campaña clientelista que adelantan.

La arrogancia, la soberbia, no se compagina con la humildad. Bien merecida la reprensión del pueblo al Señor ministro.

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