Por Ramiro Guerra M. Abogado y cientista político.
¿Por qué, seguimos siendo unos de los países de mayor desigualdad? No el más pobre; lo es el África, aunque en nuestra región latinoamericana, Haití, es expresión de desigualdad y pobreza. Panamá ha tenido período de auge económico; gran crecimiento, pero qué ha ocurrido, que ese auge y crecimiento, no permea hacia abajo; a contrapelo de los de arriba, que han aumentado sus riquezas.Se nos dice, el problema es el atraso de la educación, donde se forman nuestros jóvenes. Es relativo y no explica el por qué somos el país con un bajo nivel de desarrollo y negativo en cuanto a brechas sociales.
El problema de fondo, somos un país, con enormes riquezas, pero ¿dónde está el muro que impide salir de esa realidad? Pienso que la hegemonía que históricamente, han tenido en la sociedad y el estado, grupos económicos que, dada la formación económico social, la han instrumentalizado para su beneficio. Como escribía un economista, tenemos una economía con el síndrome de cuello de botella. Un grupo pequeño y minoritario, cruza el cuello y la gran mayoría, se queda en lo ancho de la botella, con su realidad que da cuenta de pobreza, desigualdades y todo tipo de calamidades sociales. Claro, la educación es una variable, pero esta no entra a fondo, a las causas reales del por qué somos un país, que a pesar que en coyuntura ha expuesto tasas de crecimiento del PIB, no hay desarrollo.
Lo anterior, nos lleva a sostener o aludir cuanto incide el problema de la falta de voluntad, para tocar esa hegemonía, de tal suerte que la alta tasa de ganancia que, en ella se da, parte de ella se transfiera hacia sectores y regiones de cara a pivotear su desarrollo.
Dicho de otra manera, ha habido falta de voluntad política de, los gobiernos que hemos tenido, de reorientar esa hegemonía para políticas de desarrollo social y nacional.
Lo grave de lo anterior, que tenemos un sistema electoral, donde el prebendalismo (donaciones privadas cuantiosas) ponen grilletes a toda posibilidad emergente, de ejercer el poder, con grados, aunque relativos, de independencia frente a los actores sociales que detentan la hegemonía y el poder real.
Hay mucha manipulación en el discurso, en el sentido de que la educación es la panacea. Voy más lejos, considero, que el día que entremos de verdad, resolver esa contradicción de fondo que da curso a la desigualdad, el discurso de la reforma educativa, cobrará sentido y concresión. He pensado que, el sistema como actúa, le viene como anillo al dedo a esos grupos de poder económico excluyente. Mucha demagogia en torno al tema.
Las líneas editoriales de esos grupos que controlan el poder mediático, con cálculo, dolo y premeditación, nos entretienen con todo tipo de artificios y juegos artificiales. Manejan bien el diversionismo político y evaden las contradicciones de fondo, que explican causalmente nuestro atraso y desigualdades sociales.
La política tiene que puntualizar, lo ético y la equidad al igual que el protagonismo ciudadano, como factor de poder real en los temas del poder.
Dejemos de echar cuentos en torno a los fines a las cuales debe responder el discurso democrático y la política.
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