Por Ramíro Guerra M.
Abogado y cientista político
Octubre de 2022.
En ese escenario histórico, se contaba con la presencia de una pujante clase media y popular, que hacia la diferencia, teniendo como eje de su acción programática, la solución del conflicto nación – imperialismo y la democratización del país.
La época descrita fue la de la patria mediatizada por un poder económico y político, que hizo de la política su principal palanca de apropiación de dineros y recursos de la nación y del pueblo. La democracia expresión de lo absurdo, una caricatura y dominante clientelismo, y eso pasaba como democracia representativa liberal, evidentemente signada por el control corporativista y directo del estado.
Todo este mosaico de contradicciones, dado el golpe castrense y previa soluciones y definiciones internas, abrió curso a la aparición del sujeto que le daría otro rumbo de calidad, otro norte a la nación y a la dirección del estado. Trazándose como objetivo la liberación nacional, lo popular y un concepto de democracia de arriba hacia abajo y de estos hacia arriba. El progresismo militar en su esplendor. Su rostro en la persona del general Omar Torrijos Herrera.
Similitudes parecidas con los tiempos actuales, talvez pero, lo real y concreto, hoy estamos sumergidos en una grave degradación de lo ético en la política; una suerte en grado de negación del buen obrar y actuar, han dado curso a una forma de política pragmática , utilitarista, del como hacer dinero desde el control del estado.
Un pragmatismo cuyos interlocutores han hecho del cinismo su modo de hacer y actuar. Discursos lejos de contextos programáticos e ideológicos.
La dominación, como en los tiempos del reinado oligarca, ya no es tan directa y grosera. Los resortes del poder económico, actúan de forma más sofisticada; no necesitan estar de manera presencial; también aprendieron lo que para ello fue una experiencia amarga, perder el control del estado.
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