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Según los documentos, a mediados de febrero de 1974 el subdirector de la CIA, Vernon Walters, visitó en secreto Santiago, la capital chilena, para reunirse «cara a cara» con Pinochet. En un telegrama de Walters se puede leer que le transmitió al dictador chileno los saludos de los entonces presidente y secretario de Estado de EE.UU., Richard Nixon y Henry Kissinger, respectivamente, además de ofrecerle «su amistad y apoyo… y el deseo de ser útiles de forma discreta».
Pinochet aceptó la oferta estadounidense y pidió el apoyo de EE.UU. para el «periodo formativo» de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), que fue la policía secreta de la dictadura, así como en particular para su «hombre clave», el coronel Manuel Contreras, que debía dirigirla.
Tres semanas después, de acuerdo con los documentos, Contreras visitó el cuartel general de la CIA en el estado de Virginia, donde fue instruido acerca de los enfoques organizativos y de dirección para la creación de un servicio de inteligencia. Poco después, a mediados de 1975, la agencia estadounidense lo incorporó brevemente a su nómina bajo el cargo de «activo remunerado».
Los documentos desclasificados contienen también información sobre algunas de las operaciones de la DINA, incluyendo detenciones secretas y métodos de tortura e interrogación, que los informes de la CIA calificaron como «directamente sacados de la Inquisición española«.
Asimismo, se confirma que muchos de los prisioneros de los centros secretos de tortura del régimen de Pinochet fueron ejecutados y sus cuerpos desaparecidos, la mayoría de ellos arrojados al mar desde helicópteros propiedad de la DINA.
«No hay nada oculto que no haya de salir a la luz»