Por: José Dídimo Escobar Samaniego
En el patio de mi casa, tengo un árbol de Guayacán. Lo sembré hace como veinte años atrás y ha floreado varias veces, no como algunos otros, con exuberante y ampulosa floración, sino que modestamente presenta flores, como peleando entre otros grandes árboles que lo tapan y no permiten que pueda tener acceso solitario al sol.Así ha venido a ocurrir nuestra vida y la de muchos. Nada nos ha sido fácil, pero las dificultades no son óbice para que no se cumpla en nosotros el propósito para el cual nacimos.
Mi árbol, que es también de la humanidad entera, ha venido floreando intempestivamente, pero como por plazos. No pudiendo hacerlo abruptamente y de inmediato, lo hace por intervalos. Pero en fin como cumpliendo una tarea, que, sin abandonarla, no la culmina y tiene propuesto hacer que, en cada final de la más mínima ramita, debe florecer aquel amarillo tan intenso, como efímero.
Y a propósito de efímero, me contó un amigo que fue alumno de Susana Richa de Torrijos en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá, en una clase de gramática, la insigne profesora puso una lista de palabras, la cual los estudiantes debían buscar el significado para elevar el vocabulario del aula y entre ellas la palabra efímero. Había un estudiante chilibreño que, se acercó a la profesora y le preguntó que significaba la palabra efímero y la profesora le contestó – algo pasajero. La profesora para estar segura de que el estudiante había comprendido bien el significado de la palabra, le pidió que hiciera una oración con la palabra efímero. El estudiante de forma inmediata dijo: “Hace un rato venía yo en el bus de Panamá-Colón, acompañado de cuarenta efímeros”.
La profesora cambió de color, se sentó en su pupitre y no pudo evitar una risa de pena, por la construcción ocurrente del estudiante, sobre el contenido de la palabra efímero, que se corresponde con el tiempo glorioso de la floración de vuestro Guayacán.
Así es nuestra vida terrenal, para nada perenne, sino efímera. De Nada vale tanto orgullo, vanidad, altivez. Nada trajimos a este mundo y con toda certeza, nada nos podremos llevar. Nos conviene en todo caso, ser humildes, regocijados con el solo privilegio de respirar y poder darle Gracias a aquel Ser que nos dispensó el soplo de la vida.
¡Así de sencilla es la cosa!
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