Juan Jované
Derrame de fluidos en Minera Panamá.
Los problemas ambientales son reconocidos hoy, salvo en el caso de algunos negacionistas interesados, como un problema fundamental para asegurar la vida tal como la conocemos en el planeta. Comprender la magnitud de este problema y establecer las necesarias medidas para enfrentarlo debe entenderse como una prioridad para la humanidad.Esto resulta importante para el actual debate nacional, habida cuenta que el estilo de desarrollo del país muestra, para decirlo en las palabras de Rubén Mario Lo Voló, “una inercia que tiende a erosionar sus propias bases de sostenibilidad.” Algunos indicadores así lo demuestran.
En 1990 nuestro país todavía resultaba superavitario en términos del método de la huella ecológica, debido que a esta le correspondían 5,394,606.5 hectáreas globales, mientras que la biocapacidad del país era de 11,131,244.6 hectáreas globales. En el 2018 esta situación se había revertido, de manera que Panamá mostró un déficit ambiental equivalente a 1,709.311.0 hectáreas globales.
No queda duda que la causa principal de este cambio se encuentra en la emisión de carbón al ambiente. Es así que mientras en 1990 esta causa explicaba solo el 14.7% de la huella ecológica, en el 2000 era el origen del 24.8% de dicha huella. A partir de ese año la situación se acelera, por lo que en el 2018 las emisiones de carbón al ambiente fueron responsables del 57.0% de la huella ecológica.
Esta situación también se expresa en las estadísticas con valores absolutos. Estas muestran que entre el 2000 y el 2019 el volumen de emisiones de bióxido de carbono en Panamá pasó de 5,280 Ktm a 13,340 Ktm. Esto representa un impresionante incremento de 152.7 por ciento. Un análisis econométrico permite afirmar que la elasticidad de las emisiones de bióxido de carbono a la atmósfera en relación al PIB es positiva, mostrando un valor de 0.533. También es claro que la tasa de crecimiento de las emisiones de bióxido de carbono superó ampliamente a la de la población, de manera que la emisión per cápita entre el 2000 y el 2019 se elevó de 1.742 Kg a 3.141 kg, lo que significó un incremento de 80.3%.
Si nos enfocamos en el tema de la seguridad alimentaria es evidente que el cambio climático viene afectando desde ya hace algún tiempo las posibilidades de nuestro país. Un trabajo realizado con el auspicio de la CEPAL, titulado “Panamá: Efectos del Cambio Climático Sobre la Agricultura (2010)” mostró que en el 2005 la temperatura media fue de 25.3 grados centígrados, superior en 20.5% a la relacionada con la producción óptima. También concluyó que la precipitación observada fue 11.4% inferior a la necesaria para una producción +optima. Se puede agregar que la ausencia de una política de agroecología ha significado el creciente uso de contaminantes químicos. Es así que entre el 2000 y el 2019 la importación de abonos químicos se elevó en 212.6%. El crecimiento de la importación de pesticidas fue explosivo al pasar entre el 2000 y el 2019 de 835.0 Tm a 8,517.8 Tm. Además, en Panamá se comercializan 64 plaguicidas peligrosos para la salud.
Un importante indicador adicional se refiere a la desforestación. De acuerdo a datos recopilados por la CEPAL entre 1990 y el 2018, el porcentaje de la superficie boscosa en relación a la total se redujo de 61.98% en el primero de estos años y a 56.8% en el 2018. Esto significó una reducción de 8.6% en este indicador.
Los indicadores presentados, pese a que no agotan la problemática, demuestran la profundidad del problema y la necesidad de abordarlo. Desafortunadamente el tema no fue parte de la agenda de la Mesa Única del Diálogo.
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