El arrabal santanero (Quinta parte)

¿Por qué escribes? Pregunta reiterativa a escritores. Porque si, pues si de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco, también de escritor todos tenemos un poco. Diría que está en nuestro genoma hacerlo, sin mencionar nada de las intenciones. Descubrimos que escribir es parte de nuestra naturaleza, aunque no seamos grandes escritores. Escribimos por el placer subliminal de hacerlo y reitero, sentir satisfacción emocional cognitiva publicar nuestros pensamientos, sin miedo al fantasma de la mediocridad.

¿Para quién escribes? Pregunta cajonera. Respuestas a la carta. “Para mí mismo”, “para el público” “para mis amigos”, “para nadie”, “yo no sé”. En este punto, el eco de la Universidad de Granada retumbó en mi cerebro y reactivó neuronas multipolares. Convertirse en lector es magia cognitiva. Va pareja con la de escribir. Pensar, razonar, “formular hipótesis cuya validación se establece confrontando sus representaciones mentales con las características del texto y con la intencionalidad del autor”. ¿Intencionalidad del autor? Vaya última frase. Inquisitiva, implica la pregunta ¿cuáles son tus intenciones?, complementaria de la pregunta inicial ¿por qué escribes? Ciertamente mis intenciones no son solo literarias, aunque este sea un ensayo literario. De golpe desbrozó la senda a seguir. La búsqueda de “nuevos lectores y nuevas formas de leer” demanda indefectiblemente esclarecer mis intenciones. ¿Por qué?

Porque “yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo.” Si. Por mi circunstancia orteguiana, verdad más allá de él mismo. Mi circunstancia… el arrabal santanero de la ciudad de Panamá… con su miseria, sus calles empedradas, escuelas, cantinas, iglesias, hileras de caserones de Gabo revestidas de tristeza y alegría, con la dignidad de la pobreza frente a la infame opulencia de la aristocracia del Casco Antiguo, por un lado y los gringos de la oprobiosa Zona del Canal, por el otro. Mi circunstancia arrabalera, madre de todas mis intenciones. Revestida de mítines anti-oligarcas en el parque de Santa Ana. Brújula de mi destino contra la desigualdad social y en la batalla de ideas, que aún no termina, iniciada mucho antes que yo naciera, vivida en mi adolescencia, mi juventud y los años militando en el Partido Comunista de Panamá que, aunque hoy no le quede ni un chisguete y ya no pertenezca a él, es un recuerdo del corazón…

¡Pusimos fin al enclave colonial yanqui de la Zona del Canal! Desiderátum de mi vida. Los cipayos gringófilos se burlaban de nuestra utopía libertaria. “Querer sacar a los gringos del Canal es como querer pescar la Luna o cazar el Sol, son sueños infantiles”. No sabían que vivir sin utopías es vivir sin amor, ¡y teníamos suficiente amor para regalar al universo entero! Meta cumplida tras larga lucha generacional de cien años enfrentando persecución, represión; derramando lágrimas y sangre. Con marchas, manifestaciones, mítines callejeros, gritando consignas. ¡Yanqui go home!, ¡Soberanía o muerte, venceremos!, emulando la voz revolucionaria cubana ¡Patria o muerte, venceremos! Cuba con Fidel, Vietnam con Ho Chi Minh, Panamá con Torrijos, solidariamente vencimos al imperialismo yanqui. Triunfo de América Latina y el Sudeste Asiático. Pero no fue el fin del salvajismo imperialista. Aún deparaba el futuro más sufrimiento a Panamá con la maldita invasión el 20 de diciembre de 1989 y al mundo entero padecer los excesos de la gula geopolítica de Yanquilandia. Avanzamos sí, pero la lucha continúa. Todavía hay senderos por andar, utopía terrenal que realizar, el socialismo con democracia; derechos de la humanidad. Dejo mi intencionalidad al desnudo…