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El “Che” Guevara en Praga

(Especial para El Periódico)

 

En memoria de mi amigo José Gómez Abad ”Diosdado” protagonista destacado,  de esta historia junto al Che.

 El 21 de noviembre de 1965 cuatro días antes de la instauración del control absoluto de Mobutu en Leopoldville, la capital congolesa; la Columna Internacionalista de más de un centenar de combatientes encabezada por el Che,  emprendió la retirada del Congo y cruzó el lago Tanganica hacia Tanzania. Después de tres meses de permanencia en aquel país africano, el Che decidió trasladarse a Praga, capital de la antigua República Socialista de Checoslovaquia, y permanecer allí mientras se creaban las condiciones para reorientar su estrategia revolucionaria. En el pensamiento del Che estaba como destino Bolivia, para terminar finalmente en su país, la Argentina. 

Antes de realizar el viaje a Praga desde Cuba viaja Dr. Luis Carlos García Gutiérrez  “Fisín” odontólogo, integrante de los servicios de inteligencia cubanos, para cambiarle su apariencia física. Le confeccionó una prótesis dental superior e inferior superpuesta a su dentadura, un chaleco para encorvarlo y no apareciera tan erecto. También unos elevadores interiores en los zapatos para aumentarle la estatura, y eliminarle el pico o remolino del cabello en la cabeza.  La vestimenta era de traje y corbata, anteojos  y un sombrero. José Gómez Abad autor del libro “De cómo el Che burlo a la CIA” nos relata la salida de Tanzania rumbo a Checoslovaquia: “En el mes de marzo de 1966, en horas de la noche, y en compañía de Ulises Estrada, el Che utiliza un pasaporte cubano, para viajar de Tanzania a Praga, con escala en El Cairo y en Yugoslavia. Este traslado del comandante Guevara con enmascaramiento, no fue tampoco detectado por los Servicios de Inteligencia de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN). Una vez más eran burlados, perdiéndole el rastro. En su enmascaramiento físico el Che utilizó espejuelos, no así en el pasaporte, pues en aquella época, para expedir un pasaporte cubano, se exigía que la fotografía fuese sin espejuelos.  Estas medidas de seguridad adoptadas con el Che no eran exageradas, pues se sospechaba que la CIA tuviese indicios de la permanencia de él en África y, en especial, en el Congo.”.

LOS PRIMEROS TIEMPOS CON ULISES ESTRADA

Al llegar  a Checoslovaquia fueron recibidos por José Luis Ojalvo, representante cubano en este país quien los alojó en un pequeño apartamento del centro de la Capital. La entrada de ambos revolucionarios fue secreta. Guevara no quería que los servicios de inteligencia checos supieran de su presencia. Creía que si los checos conocían su estancia se enteraría la CIA. Con el triunfo de la revolución Cuba consigue que el gobierno Checo le conceda algunas casas de seguridad, con el fin de ser utilizadas por los miembros de gobierno cubano, que se trasladan a Europa y necesiten hacer escalas operativas en Praga. En esta larga permanencia de cuatro meses en Checoslovaquia, Guevara logra rearmar sus planes revolucionarios, después de la frustrante experiencia en el Congo. Ulises Estrada nos cuenta su llegada  a este país: “En Praga nos atendió el compañero José Luis Ojalbo, nuestro contacto con los órganos de la Seguridad checa, quien nos alojó en un pequeño apartamento situado en una azotea que le habían entregado los checos para el tránsito de los revolucionarios que clandestinamente viajaban a y desde Cuba. El apartamento constaba de un cuarto con dos camas, una mesita, una cocinita y un pequeño baño, que era utilizado por compañeros de menores responsabilidades políticas, por lo que no era lógico sospechar que allí se encontraba el Che. Durante los primeros dos días me hice cargo de la limpieza, de hacer el café, preparar el agua caliente para la hierba mate que él tomaba, y de cocinar los alimentos ligeros. Luego él distribuyó el trabajo, y comenzamos a turnarnos en la ejecución de estas tareas domésticas. De vez en cuando, en horas de la noche, salíamos con José Luis a algún restaurante en las afueras de Praga, o dábamos un paseo en auto por la ciudad.

El Che me prohibió decirle comandante y me pidió que lo llamara solamente por el nombre de su pasaporte «Ramón», pues los checos sabían que esa era una casa que utilizaba la Inteligencia cubana, y podían tener colocados micrófonos ocultos, y de enterarse quién era él, de alguna manera podría llegar la información a la CIA.

Me costó mucho trabajo decirle Ramón y tratarlo de tú, de igual a igual, pero al fin tuve que adaptarme y entender que debíamos tomar todas las medidas de seguridad posibles.

En Praga fui testigo del intenso intercambio de mensajes entre el Che y Fidel, por vía secreta o a través de Papi, que servía de enlace, y de sus conversaciones con este último, bien cuando iba o venía de La Paz o de La Habana. Pasábamos el tiempo jugando ajedrez, o bien él leía, siempre con un tabaco entre sus labios. Yo escuchaba música de los únicos dos discos que teníamos: uno de Miriam Makeeba, que le gustaba mucho, y otro de los Beatles, que al principio le disgustaban, pero luego de oírlos varias veces llegaron a gustarle tanto que me pedía se los pusiera. Conversábamos de muchos temas: la guerra en la Sierra Maestra, el papel de Fidel, que fue quien maduró en él las ideas socialistas; la victoria, la etapa del sectarismo, las perspectivas del Ejército Rebelde… La discriminación y la autodiscriminación racial en Cuba, la necesidad del desarrollo industrial como forma única de consolidar la revolución. Mientras los refrescos que hacemos sepan a jarabe medicinal, no habrá revolución, me decía.

El antiimperialismo era una divisa inseparable de su pensamiento político. En una ocasión pedí me compraran cigarrillos y José Luis me trajo unos norteamericanos. Mientras fumaba, el Che me observaba constantemente hasta que me preguntó por los cigarrillos. Al mencionarle la procedencia me dijo en un tono jocoso: ¿No podías fumar unos cigarros menos imperialistas? Los cambié por cigarrillos ingleses y entonces me dijo: Bueno, esos al menos son menos imperialistas. Las salidas nocturnas quizás cambiaron el curso de mi vida revolucionaria. En los restaurantes las camareras se fijaban mucho en mi físico, les llamaba la atención mi piel negra y el abundante pelo que entonces adornaba mi cabeza, así que me tocaban una y otra vez. Un día el Che me dijo que por ser negro llamaba mucho la atención, y que por esa razón podían descubrirlo. Entonces me orientó pedir a Piñeiro que le enviara un compañero de piel blanca para que lo acompañara en Praga. Fue cuando llegó Juan Carretero, «Ariel», con una importante misión especial. Él me reemplazó durante unos días, hasta que Alberto Fernández Montes de Oca se quedó como el acompañante permanente del Che. Posteriormente salieron de la ciudad y se alojaron en una finca. Harry Villegas, «Pombo», y otros compañeros se incorporarían después.” Por medidas de seguridad, el Che fue trasladado posteriormente a otra casa en las afueras de Praga, en la localidad de Ládvi.  En aquella  vivienda de campo a la afueras de la ciudad lo acompañaron Alberto Fernández Montes de Oca (Pancho) Carlos Coello (Tuma) y Harry Villegas Tamayo (Pombo). En 1964 Tamara Bunke Bíder más conocida como “Tania” había estado varios meses en esa casa, antes de viajar a Bolivia. El propio José Gómez Abad “Diosdado” había sido el encargado de preparar a “Tania” para su viaje al país del altiplano. La diferencia de casi dos años entre las permanencias de ambos en Praga, desmienten categóricamente los falsos rumores, de que hubiera existido un romance entre ellos, en la propia Checoslovaquia. A finales del mes de abril de 1966 “Diosdado”  recibe una llamada telefónica de  Manuel Piñeiro quien le ordena que lo fuese a ver a su oficina.  Mirándolo fijamente le dijo: “El Che se encuentra clandestino en Praga desde el mes pasado, procedente de África; debes viajar de inmediato a verlo y ponerte a su disposición para todo lo que requiera.”

En horas de la madrugada del otro día, poco antes de ir hacia el aeropuerto, Diosdado se persono en la casa de Piñeiro. Allá el “Gallego” como lo llamaban a Piñeiro  le entregó varios sobres cerrados, indicándome se los diera personalmente al Che, así como que durante el viaje los llevara encima y que bajo ninguna circunstancia se dejara registrar corporalmente en la escala que el avión haría en Gander, Canadá, en el vuelo Habana-Praga. El propio Gómez Abad nos cuenta: “Puntualizó la misión expresándome que a pesar de la insistencia del Comandante en Jefe, de él y de otros compañeros, para que el Che regresara, este se mostraba renuente a regresar a Cuba, que era donde mejor podía organizar sus planes futuros. Piñeiro agregó que la idea del Che era trasladarse a un país intermedio de Europa Occidental, donde esperaría, para luego trasladarse a América Latina. Sobre este último aspecto, me orientó que cuando hablara con él, con mucho tacto y argumentos profesionales, tratara de convencerlo del enorme riesgo que esa decisión suya acarrearía a su persona y quienes lo acompañasen, así como las dificultades operativas y engorros logísticos para mantener un vínculo clandestino estable con él en esas condiciones y en el país al que decidiera trasladase…Al llegar a Praga, José Luís (Ojalvo) nuestro representante en Checoslovaquia, me estaba esperando en el aeropuerto. De inmediato nos dirigimos en su auto al lugar donde se encontraba alojado el Che… Tan pronto el auto atravesó el portón del jardín y al vernos bajar, fue el propio Che quien nos abrió la puerta de la casa, pues nos vio desde la ventana de su habitación en la segunda planta. José Luís me lo presentó como el compañero Ramón [forma encubierta como se le llamaba]  y a mí como Diosdado, de la oficina del comandante Piñeiro. Nos estrechamos las manos sin decirnos nada. Ya dentro de la casa expresó que sabía vendría a verlo un compañero. Se interesó por saber cómo había hecho el viaje y si le traía correspondencia, y procedí a entregarle los sobres que para él llevé guardados en mi chaqueta.  Nos invitó a subir a la segunda planta, señalándome la habitación donde dormiría, coincidentemente la misma que había utilizado en mi estancia anterior cuando estuve con Tania, aunque ahora tenía varias camas personales en lugar de una. La otra habitación la ocupaba el Che, y era la que utilizó Tania. Me preguntó por el tiempo que duraría mi estancia en Praga, respondiéndole que era él quien debía determinarlo, de acuerdo con los asuntos que deberíamos tratar. Sugirió que en el próximo vuelo podría regresar a Cuba….Poco después José Luís se retiró y el Che, poniéndome una mano sobre el hombro, me dijo que fuésemos al jardín a conversar, haciendo a la vez un gesto con los dedos de la mano, que sugería sospechaba existiesen micrófonos instalados dentro de la habitación. Sobre su proyectado viaje a Francia le expresé que no lo consideraba prudente. En primer lugar argumenté que estimaba que si bien en Praga podía ser detectado, mucho más podría serlo en un país capitalista, con la diferencia de que donde estábamos solamente quedaría como detectado, mientras que en ese otro país, podría ser detenido o seguir su pista sin él saberlo, detectar sus movimientos, contactos y detenerlo cuando lo decidieran. De suceder esto último, en su caso no existiría ninguna justificación legal para permanecer clandestino con documentos falsos en ese otro país, por lo que el escándalo sería inmenso. Continué esgrimiendo, ante su preocupación de ser detectado, que podía serlo en cualquier lugar en que se violasen las medidas de seguridad.”  Durante las conversaciones  que “Diosdado” mantuvo con el Che, el objetivo era convencerlo de que no se fuese a otro país, sobre todo a uno capitalista. Fidel consideraba que debía regresar a Cuba para preparar su fututo proyecto revolucionario. La negativa de Guevara  de retornar a La Habana, estaba vinculada  al haber hecho pública su carta de despedida, que leyó el Comandante en Jefe, en ocasión del Primer Congreso del Partido Comunista. En una carta enviada por Fidel Castro en junio de 1966 para convencerlo de la necesidad de su retorno le dice al Che:

“En los días en que aquí parecía inminente una agresión, yo sugerí a varios compañeros la idea de proponerte que vinieras, idea que realmente resultó estar en la mente de todos. El Gallego (Manuel Piñeiro) se encargó de sondear tu opinión (por la carta a Bracero, veo que tú estabas pensando exactamente igual). Pero en estos precisos instantes ya no podemos hacer planes en ese supuesto, porque, como e explicaba, nuestra impresión ahora es que de momento no va a ocurrir nada.”

Diosdado hizo todo lo posible para persuadir al Che de que regresara a Cuba como le sugería Fidel Castro en su carta. Mientras tanto coordinaba con Guevara los aspectos técnicos para organizar su salida de Praga. “Durante las cuatro noches que estuve en Praga – nos sigue relatando Diosdado- en este último viaje, los tres que permanecimos en la “finca” mantuvimos una relación familiar y de tipo campaña. El Che se encargó de organizar la faena diaria. José Luís se encargaba de los suministros y el resto de las tareas tuvimos que realizarla los allí presentes. Individualmente cada cual tenía que arreglar y limpiar su habitación; quien utilizara el baño debía dejarlo limpio y seco. La preparación del desayuno, almuerzo y comida, le correspondía diariamente a cada uno de forma rotativa, incluyendo p la tarea culinaria, dos a Pachungo y una a mí. Me resultó extremadamente revelador de las cualidades del Comandante, la sencillez y modestia con que realizaba estas tareas domésticas. En forma jocosa fue su iniciativa apodar a quien le tocaba la parte culinaria como “Jusefa”, forma como los gallegos acostumbran a pronunciar a las mujeres nombradas Josefa, muchas de las cuales en Cuba, por su origen humilde, se dedicaron antes de la Revolución al servicio doméstico. El Che exigía, además, ponerse el delantal y estar expuesto a asimilar las bromas que en tal sentido se hicieran. Relato esta anécdota, ya que evidencia la faceta humana, colectivista y su sentido del humor. Los momentos de sentarnos a la mesa eran de disfrute, alegría y jovialidad. Cuando le tocó servir al Che, se puso una servilleta en el antebrazo izquierdo simulando ser un camarero, dirigiéndose a los que estábamos sentados nos preguntó con mucha solemnidad: “¿Qué desean los caballeros?”, y todos nos echamos a reír a carcajadas, pues no esperábamos esta ocurrencia suya.”

ALEIDA MARCH VISITA AL CHE EN PRAGA

Tanto Ernesto como Aleida se habían despedido en Tanzania, ninguno de los dos sabía, si sería la última vez, que se volverían a ver. No pasaría mucho tiempo que por sugerencia de Fidel, Aleida viaja nuevamente al exterior, para rencontrase con su marido, esta vez se trataba de Praga. Era abril de 1966. En el aeropuerto la estaba esperando – como era habitual- José Luís Ojalvo, quien fue el encargado de trasladarla en un coche, hasta el lugar donde  se encontraba el Che. Aleida en su libro de memorias nos cuenta este encuentro: “Fue Praga la ciudad encantada. No importa que no pudiéramos disfrutarla a plenitud porque debíamos mantener una disciplina estricta y el mayor secreto. A nosotros nos bastaba poder estar juntos…Alguna que otra vez rompíamos la disciplina y nos escapábamos. En una de esas contadas ocasiones, recuerdo que fuimos a comer a un restaurant cercano al departamento… ¡Éramos tan felices! No tengo que decir lo mucho que disfrutamos  esas escapadas a solas, incluida la que hicimos al estadio para presenciar un juego de futbol.” Para luego continuar: “En la vivienda habitaba una mujer con su hija, que tenia retraso mental. Esta señora era quien nos cocinaba. Convivíamos con algunos de los combatientes que después marcharían con el Che a Bolivia… Por las noches, para entretenernos, jugábamos canasta en sesiones no muy afortunadas para mí, pues no era muy ducha en ese juego, y era el Che el que me ayudaba a ganar…”

Desde donde vivían  se trasladaban en autobús que demoraba unos 40 minutos hasta llegar al paradero de Pankrác, cercano a la cárcel donde estuvo preso el periodista comunista Julius Fucík. Desde allí tomaban el tranvía hasta el centro de la ciudad. Este paseo lo realizaban por la tardecita. Caminaban por la ciudad, en algunas oportunidades fueron al cine y casi siempre terminaban cenando para cambiar la monótona comida que les preparaba la mujer empleada en la casa.

LA CASA DE LÁDVI

La casa de las afueras de Praga quedaba en la localidad de Ládvi en la calle  Lomená a 20 kilómetros de Praga. Ládvi era por aquellos años un pequeño poblado de pocas casas. A tan solo doscientos metros había un hotel sobre la carretera, el Balnovka. Era un hotel de precios económicos, donde paraban trabajadores de la zona. Esta localidad estaba sobre la carretera 603 denominada en ese tramo como Benešovská. La “finca” era de ladrillos de unos 170 metros cuadrados. Constaba de cuatro dormitorios, dos cocinas, pasillo, baño y terraza. La casa tenía un garaje y un lavadero.  A  este lugar se accedía por un angosto camino de tierra, a pocos metros de la carretera. La vegetación que la rodeaba impedía la visualización de la misma. Cada tanto (no muy a menudo) el Che se acercaba al hotel para distraerse de la rutina y comer algo. La villa estaba rodeada por decenas de kilómetros de bosques de pinos y de lagos. La vivienda tiene una historia muy interesante, en ella vivió en los años 30, Jaroslav Kreici quien fuera Primer Ministro del Protectorado de Bohemia y Moravia  durante la ocupación nazi. Krejčí y su gobierno cooperaron plenamente con los alemanes.  Después de la guerra, fue condenado a una pena de prisión de 25 años y murió en la cárcel. Durante la segunda guerra mundial la casa fue utilizada para reuniones ilegales de la resistencia checa. Posteriormente con la instauración del gobierno comunista paso a ser propiedad del estado y fue  utilizada por la Secretaria de la Gobernación con el fin darle hospedaje temporal a sus agentes. Durante los meses que estuvo en esta casa de seguridad, Guevara y sus colaboradores intentaron mantener su estado físico, haciendo largas caminatas por los bosques de la zona. Muchas tardes el Che y los otros integrantes de la delegación cubana hacían pruebas de tiro en el patio trasero. El espacio que utilizaban tenía unos 10 metros de largo por 5 de ancho, donde  hacían disparos con una escopeta de pellets, que hacía muy poco ruido, contra latas y botellas. Este tipo de arma era ideal para practicar puntería. Pues allí no se podía utilizar otro armamento, debido que a pocos metros había casas habitadas y podían escuchar los estampidos.  Aleida nos cuenta sobre estos ejercicios de puntería: “En las prácticas de tiro que realizábamos; se ponía detrás mío para rectificarme la posición, y nunca permitió que saliera mal ante cualquier situación en que me ponían a prueba; en eso, como en todo lo demás, me hacía sentir su cariño y apoyo…” El actual General de Brigada Harry Villegas Tamayo, quien acompañara al Che en el Congo y Praga nos cuenta algunos aspectos de aquellos meses en la casa de Ládvi. “Nos instalamos en una finca en las afueras de Praga, en un área rodeada de lagos. Diariamente hacíamos caminatas. A veces marchábamos hasta veinte kilómetros. También teníamos nuestras prácticas de tiro. Igualmente jugábamos voleibol. En una ocasión en que estábamos celebrando un partido de voleibol contra el Che, Pachungo (Alberto Fernández Montes de Oca) que ya se había incorporado al grupo, nos planteó que había que dejarlo ganar porque era el jefe, a lo que nos opusimos. Se formó una tremenda discusión. Intervino el Che. Nos dio la razón y señaló que tenía que ganar el que mejor jugara. En otro momento nos percatamos de que la señora que cocinaba diariamente se llevaba un poco de carne. Hablamos con ella y le dijimos que eso no era correcto. Le explicamos lo que era el socialismo. La vieja nos increpó. Nos dijo que de cuál socialismo hablábamos, pues ella no tenía oportunidad nunca de comer carne. Se lo comentamos al Che y tomó la medida de comer carne solo algunos días de la semana, para que no se estableciera esa diferencia tan grande, que la vieja nos había señalado. Una vez que Tuma y yo caminábamos por la Avenida Wenceslao nos tropezamos con un negro grande que iba con tremenda rubia. Pensamos que era un africano. Cuando le pasamos por al lado le dijimos: «Negro, aprovecha, que eso no se da todos los días». El tipo resultó cubano. Empezó a gritar: «cubano, cubano». Nos echamos a correr. Y él detrás de nosotros queriendo establecer contacto. Cuando se lo contamos al Che montó en cólera, pues estábamos haciendo una vida clandestina y lo menos que podíamos hacer era mantenernos callados para que no se notara nuestra nacionalidad. Después de ese hecho comenzó un régimen más estricto de compartimentación. Él salía solo con Pachungo. Tuma y yo por nuestro lado. De manera tal, que nunca estuviéramos los cuatro juntos….El Che nos autorizó a viajar una semana a Cuba para ver a nuestra familia. De regreso a Praga, nos informó que nuestro próximo destino sería Bolivia. Antes de partir me entregó un maletín preparado que llevaba dentro una pistola con su respectivo parque y treinta mil dólares. En los momentos de la despedida cogió nuestro Sansonite y lo agitó en el aire. Se percató de que algo se movía en su interior. Me cambió el maletín. Me dio el suyo, que tenía más o menos una composición similar al mío pero estaba mejor preparado. Entonces, sonriente, me comentó: «hasta en estas cosas los negros son discriminados».

LA PASION DE ESCRIBIR

Como parte de su disciplina revolucionaria, el Che le dedicaba muchas horas de su tiempo, tanto a la lectura, como así también a escribir. En Tanzania había terminado su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria (Congo) y en Praga se dedico a darle forma a su proyecto de redactar un nuevo Manual de Economía Política, con el fin de actualizar y modificar errores del histórico manual, redactado en la época de Stalin por la Academia de  Ciencias de la URSS. Cuando regresa Aleida para Cuba, el Che le envía una carta a Orlando Borrego que había sido Viceministro de Industria durante la etapa del Che en ese ministerio. La carta le adelantaba sus propósitos: “Estoy pensando en iniciar un trabajito sobre el  Manual de Economía de la Academia, pero no creo que pueda acabar […] Está sólo a nivel de idea”. Guevara tenía previsto dar las bases para este emprendimiento político – ideológico, conformando un equipo que coordinaría Orlando Borrego. Durante su estancia en Praga realiza varios aportes teóricos denominados en la actualidad como “Apuntes críticos a la Economía Política.”

El destacado investigador marxista Néstor Kohan señala en un extenso trabajo sobre este tema: “Estas notas de Guevara aportan una dimensión escasamente transitada y atendida: su pensamiento en el terreno específico de la economía política. Aquí aparece, en primer plano, lo que siempre se supuso: sus críticas abiertas y contundentes al camino emprendido por la Unión Soviética para construir el socialismo.” Capitulo tras capitulo el Che va realizando sus apuntes, por ejemplo escribe: En el capítulo 4 del manual donde se analiza el Capital y la Plusvalía se expresa: «La explotación del proletariado por la burguesía constituye el rasgo distintivo fundamental del capitalismo, y la relación entre la burguesía y el proletariado es la relación de clase fundamental de la sociedad capitalista.»

Aquí, la nota del Che es más explícita. Plantea que: “Esta afirmación es muy importante, y aparentemente no distingue entre el capitalismo  pre monopolista y el monopolista. Corresponde a la concepción clásica de Marx que no había previsto el imperialismo. Según los chinos, hoy existe una contradicción nueva entre naciones explotadoras y explotadas, lo que condiciona una nueva estrategia de las fuerzas progresistas.” El comentado prologo nos permite conocer aun más a un Guevara en permanente  reflexión teórica. “Este libro constituye un intento de retomar la buena senda e, inmediatamente de su valor científico, nos cabe el orgullo de haberlo intentado desde este pequeño país en desarrollo. Muchos sobresaltos esperan a la humanidad antes de su liberación definitiva pero -nos guía el más absoluto convencimiento de ello- esta no podrá llegar sino a través de un radical cambio de estrategia de las principales potencias socialistas.” Durante los distintos viajes que realizo el Che a los países socialistas pudo conocer de cerca los aciertos y errores de aquellas sociedades que estaban cortadas por el mismo patrón estalinista, aunque diferían en aspectos secundarios. Si bien Guevara era muy respetuoso de aquellos gobiernos, poco a poco fue analizando con un sentido crítico, sus deviaciones en el marco teórico y práctico, de la construcción del socialismo. En las conversaciones que mantuvo con los integrantes de la comitiva cubana en Praga, durante muchas tertulias pudo exponer en la mas intima confianza de sus colaboradores, cuáles eran  sus reflexiones sobre el tema. Sera el propio José Gómez Abad  testigo  de aquellas charlas, quien nos cuente cuales eran las opiniones del Che:  “Con respecto a la Unión Soviética y su política en aquellos años, era muy crítico en cuanto a la actitud mantenida por sus dirigentes al desconocer a Cuba y tratar a sus espaldas con el gobierno norteamericano durante la Crisis de Octubre de 1962; los intentos de subordinar a sus intereses a los demás países socialista; la desacertada política de estímulos; los elementos que apreciaba de resquebrajamiento que iban minando la solidez ideológica de las filas comunistas y, en especial, de la juventud; el no adecuado apoyo a los movimientos de liberación nacional de América Latina y de África. Sin embargo, en sus comentarios, aunque críticos en los mencionados aspectos, no se apreciaba antisovietismo, sino disgusto por esa política equivocada, considerando además que “debíamos estar siempre agradecidos de la ayuda que nos habían brindado en los momentos más difíciles”. Recalcó que “debíamos mantener nuestra independencia política y económica, así como de criterios”. La vida demostró que el Che, con casi veinticinco años de antelación, tuvo la visión de prever lo que iba a suceder, especialmente con respecto a los factores de descomposición y desestabilización internos, así como cuál debía ser nuestra posición de principios.”

 LOS DIAS SE HACIAN ETERNOS

Algunas veces cuando estaba muy aburrido y necesitaba distraerse se trasladaba con algún miembro de la delegación hasta Praga. Uno de los entretenimientos que tenían era escuchar Radio Habana Cuba, por onda corta. También escuchaban otras radios latinas. Esta era la única forma de estar conectados con el mundo, ya que ninguno de los cubanos conocía el idioma checo. Mientras que por la noche se sentaban atentos a  oír las noticias de la radio, durante el día la música cubana los acompañaba, en aquellos días tan largos. También tenían acceso a los diarios cubanos que recogían de la Embajada, aunque eran  de unos días atrasados. El propio Diosdano nos cuenta aquellos largos días de Praga: “Cuando habíamos finalizado de cenar, llegó José Luís y Pachungo le insistió al Che para salir en el auto a dar un paseo por Praga. Después de casi implorárselo, el Comandante accedió. Serían aproximadamente las ocho de la noche y el Che se puso un sombrero y gafas, siendo irreconocible. Se sentó delante en el auto y José Luís nos llevó por las afueras de la ciudad hasta que finalmente entramos a un cine, donde no habían más de veinte personas. Allí permanecimos menos de una hora, pues la película era en checo y pésima, una especie de purgante eslavo, además de que ninguno la entendíamos. Antes de la medianoche estábamos de regreso en la “finca”.” Mientras tanto Guevara meditaba sobre los pasos a dar y las recomendaciones que le hacía Fidel Castro para que regresara, Un viejo colaborador en las Villas, Ramiro Valdez, quien ejercía en ese momento como Ministro del Interior, lo visitaría en su refugio en Praga. Aquella visita fue determinante para que el Che tomara la decisión de regresar a Cuba e iniciar la preparación del nuevo contingente, que sería enviado bajo su dirección a Bolivia. En los pocos días que estuvo Valdez, Guevara pudo informarse detalladamente de la situación internacional y de los preparativos logísticos que estaba haciendo Piñerio, para crear las condiciones de organizar un ejército guerrillero en el corazón de América del sur. Cuando Guevara toma de decisión de retornar, nuevamente el Comandante Ramiro Valdés Menéndez, se pone en contacto con  Luis Carlos García Gutiérrez “Fisín” para que se trasladara a Praga e hiciera nuevamente su trabajo de enmascaramiento en el rostro del Che. Nos cuenta Fisín: “Vivíamos en una casa situada en las afueras de la ciudad.   El Che dormía en el suelo con algunas colchonetas y leía varios libros a la vez.  Compartíamos el mismo cuarto y una noche me dijo: ‘Que sueñes con los angelitos, que yo soñaré con los que dejé en Cuba’… se refería a sus hijos.  Era recto, mas no un ogro; hacía chistes, y muy buenos.  Consigo era más exigente que con nadie, y defendía a ultranza el criterio propio de cada quien.” Durante los 20 días que estuvo con el Che aprovecho para examinarle la cavidad bucal; tenía una caries en un molar, no hubo nunca extracción.  “Le advertí – relata Fisín- que dentro de cuatro o cinco años las consecuencias serían mayores, y subrayó que en ese lapso ya los gachos (puercos jíbaros) estarían jugando con su cráneo.  Varias veces me acuerdo de eso como un presentimiento que tenía, porque conocía la lucha y sus riesgos.” A mediados de julio comenzó la última etapa de Guevara en Praga. El recorrido de regreso a La Habana estaba minuciosamente estudiado y chequeado. Guevara y Pachungo salieron de Praga, vía Viena, el 17 de julio, ocupando los asientos 22 y 24 del coche 181, respectivamente.

El Che viajaba con un pasaporte uruguayo que  tenía el número 123890 a nombre de Ramón Benítez Fernández y el de Pachungo, también uruguayo con el número 123103, a nombre de Antonio Garrido García. De Viena se trasladaron de inmediato por tren a Ginebra, Suiza, donde pernoctaron una noche y al otro día se trasladaron a Zurich, desde donde el día 19 viajaron en avión a Praga. José Luís les recogió la documentación uruguaya y les entregó los pasaportes cubanos con las respectivas visas de la embajada de la URSS. Al día siguiente, 20 de julio, utilizando los pasaportes diplomáticos cubanos que ambos poseía, viajaron a Moscú, continuando viaje ese mismo día hacia La Habana. El día 21 de julio llegaron de incognito a La Habana. Desde el aeropuerto fue trasladado hasta San Andrés de Caiguanabo, la provincia de Pinar del Río. El lugar donde se encontraba el Che es una bella hacienda campestre, con excelentes condiciones, alejada de áreas pobladas y en la cima de una pequeña colina. Según alguien comentó, había pertenecido a un rico norteamericano desde antes del triunfo de la Revolución.

NUEVAMENTE PRAGA

El 23 de octubre, el Che viajó en compañía de Alberto Fernández Montes de Oca “Pachungo” hacia Moscú y de ahí, con los mismos pasaportes diplomáticos, se trasladaron a Praga. Che utilizó el pasaporte número 479/66 a nombre de Luís Hernández Gálvez, y Pachungo el número 229/66 a nombre de Mario Gómez Díaz.

La estancia del Che y Pachungo en Praga fue de breves días, los necesarios para resolver lo relativo a su nuevo equipaje y reservar los pasajes en tren hacia Viena. José Luís Ojalvo les recogió los pasaportes cubanos y para salir adoptaron las respectivas identidades uruguayas.  Ambos llevaban los dos juegos de documentos uruguayos que se habían habilitado. Uno para cruzar la frontera y otro para continuar viaje hasta Bolivia. En el caso del Che viajó hasta Viena con el pasaporte número 123890 a nombre de Ramón Benítez Fernández, y Pachungo con el pasaporte número 129918 a nombre de Raúl Borges Mederos. Una vez que salieron de la terminal de trenes de Viena, destruyeron los pasaportes utilizados y sacaron de los embutidos que cada uno llevaba los pasaportes para continuar viaje hasta Bolivia. En el caso del Che, el No. 130748 a nombre de Adolfo Mena González, y en el de Pachungo el No.123924 a nombre de Antonio Garrido García, siendo el mismo pasaporte que había utilizado en su anterior viaje a La Paz. Desde Europa, el Che y Pachungo se dirigieron a Brasil, donde obtuvieron la visa boliviana y compraron el boleto de avión de Corumba a Cochabamba, adonde llegaron el 3 de noviembre. De esta última ciudad boliviana se trasladaron a La Paz. Mientras EL Che se instalaba en Bolivia, fueron llegando a Praga las parejas de combatientes cubanos. José Luís tenía la orden de recogerles los pasaportes diplomáticos, hospedarlos en la casa de campo de Ládvi, mejorarle la vestimenta a los que así lo requirieron, comprarles abrigos, adquirir algunas buenas maletas, y entregarles sus nuevas identidades para que continuaran viaje hasta Bolivia. A los pocos días  el Che comienza su libro de Bolivia:

“7 de noviembre. Hoy comienza una nueva etapa. Por la noche llegamos a la finca. El viaje fue bastante bueno. Luego de entrar, convenientemente disfrazados, por Cochabamba, Pachungo y yo hicimos los contactos y viajamos en jeep, en dos días y dos vehículos.

     ”Al llegar cerca de la finca detuvimos las máquinas y una sola llegó a ella para no atraer las sospechas de un propietario cercano17, que murmura sobre la posibilidad de que nuestra empresa está dedicada a la fabricación de cocaína. Como dato curioso, el inefable Tumaine es indicado como el químico del grupo. Al seguir hacia la finca, en el segundo viaje, Bigotes, que acababa de enterarse de mi identidad, casi se va por un barranco, dejando el jeep varado en el borde del precipicio. Caminamos algo así como 20 kilómetros, llegando a la finca, donde hay tres trabajadores del Partido pasada la media noche.

     “Bigotes se mostró dispuesto a colaborar con nosotros haga lo que haga el Partido, pero se muestra leal a Monje, a quien respeta y parece querer. Según él, Rodolfo está en la misma disposición y otro tanto sucede con el Coco, pero hay que tratar de que el Partido se decida a luchar. Le pedí que no informara al Partido hasta la llegada de Monje, que está de viaje para Bulgaria y que nos ayudará; accedió a ambas cosas.

Así comenzara Ernesto Guevara la lucha revolucionaria en Bolivia. Un capitulo heroico en la historia de la emancipación americana.

 

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